Hace cuatro años escribí una entrada sobre qué pensaba André Maurois, pseudónimo de Emile Herzog, acerca de escribir. Hoy necesito recordarlo, pues me pesan las malas noticias (laborales y personales), que hacen que la vida sea más interesante y también más difícil, pues sin serenidad no se puede escribir: escribir es imaginar, y la mente no vuela libre si está atada al yugo de la exigencias de la vida moderna. A veces el yugo es más ligero; otras (hoy) me parece terriblemente pesado.
Así que unas reflexiones no me vendrán mal, buscando fuerzas en mi cansancio en este verano de sol aplastante y oficina que se me está haciendo eterno.
El Arte de Escribir, por André Maurois.
Usted quiere aprender a escribir. Tiene razón.
De nada sirve tener las ideas justas si uno no sabe expresarlas debidamente. Ni
las palabras, ni la elocuencia misma, son suficientes, porque las palabras se
desvanecen. Un escrito perdura: aquellos a quienes va dirigido pueden volver a
leerlo, meditarlo. Queda para ellos como una imagen del autor. Una relación
readaptada, bien escrita, está en la base de más de una gran carrera.
Para escribir bien hay que poseer cultura. No es necesario estar al
corriente de la literatura más moderna. Es mejor el conocimiento de los grandes
clásicos, que suministra citas y ejemplos, e introduce a una asociación secreta
y poderosa, esta misteriosa francmasonería de los hombres cultivados que uno
encuentra tan frecuentemente entre los médicos, los ingenieros y los
escritores. Sobre todo, la cultura nos da vocabulario. Uno no escribe con los
sentimientos, sino con las palabras. Usted debe conocer suficientes de ellas y
haber penetrado su sentido exacto. De lo contrario las empleará inadecuadamente
y el lector no le comprenderá.
La Academia Francesa pasa una sesión entera definiendo tres o cuatro palabras.
Esto no es jamás tiempo perdido. Por falta de un lenguaje preciso, todo un
pueblo puede ser lanzado en prosecución de objetivos vagos que no merecen ser
perseguidos. Por lo tanto, busque en los diccionarios -y sobre todo en el
Littré- que le darán ejemplos preciosos. Cada vez que usted ignore el sentido
de una palabra, búsquelo. Lea a los grandes autores. Vea cómo, con las palabras
que usa todo el mundo, él sabe crear un estilo. ¿Cuáles autores? Moliére, el
cardenal de Retz, Saint Simon, Voltaire, Diderot, Chateaubriand, Hugo. Ensaye a
descubrir el secreto de cada uno de ellos y las fuentes de su maestría.
No ensaye usted tener un estilo. Ya vendrá solo si usted se forma a la
vez un rico vocabulario y fuertes pensamientos. Aquello que uno concibe bien se
enuncia claramente. Guárdese de lo rebuscado y lo pedante. Nada echa más a perder un
estilo. Diga simplemente lo que tenga que decir. Valéry ha dado este consejo:
«De dos palabras, hay que escoger la menor».
Es decir, la menos ambiciosa, la menos ruidosa, la más modesta.
Prefiera siempre la palabra concreta que designa los objetos, los seres, a la
palabra abstracta. «Los hombres», viene mejor que «la humanidad», «tal hombre»,
es mejor que «los hombres». Las palabras abstractas son útiles, aun necesarias,
pero pronto hacen que el lector vuelva a lo concreto. Con las palabras abstractas uno puede probarlo todo, pero no realizar nada. Prefiera el
sustantivo y el verbo al adjetivo. Más tarde aprenderá a manejar este como lo
han hecho Chateaubriand y Proust, pero
esto es difícil.
El filósofo Alain, que fue un gran profesor, dio este consejo: «Reducid
los preparativos al mínimo». Es decir, no os preguntéis por largas horas ¿Cómo comenzar?,
sino comenzad. La primera frase sugerirá la siguiente. Los pensamientos se
desarrollarán unos tras otros. Si queréis una trama, no avanzaréis jamás. Si
esperáis inspiración, esperaréis en vano. La inspiración nace del trabajo.
Stendhal decía que él tenía que escribir cada mañana, «genio o no
genio», y el antiguo autor Plinio expresó «Nulla dies sine línea» (Ni un día
sin una línea). Si uno no se propone sentarse cada día en su escritorio, no
para soñar, sino para trabajar, si uno se permite pensar: «esta mañana no me
siento bien, estoy indispuesto, en la mañana los trabajos son difíciles»,
entonces está perdido. Al día siguiente hallará una nueva excusa y la vida
pasará entre la haraganería y el fracaso. ¿Podremos dominar las dificultades de
lenguaje y estilo, descubrir la frase por una palabra familiar? Sí, porque se
habrá adquirido a la vez el gusto y la autoridad necesarios.
Los grandes escritores tienen sus vulgaridades intencionales, los
grandes embajadores escriben sus informes humorística y brutalmente concretos.
Hay que tratar de imitarlos, de obtener su experiencia y su talento. No hay que
atraer la atención, sino por la precisión vigorosa de las fórmulas, por el
ajuste perfecto de las frases a las ideas, por una brevedad compacta y plena. En fin, hay que guardarse, mientras no se sea un
maestro, de las frases largas. Bossuet las usa, pero él era Bossuet. Cuando el
señor Caillaux era presidente del Consejo, le dijo a su jefe de gabinete, cuyo
estilo le parecía ampuloso: «Escúcheme, una frase francesa se compone de un sujeto, un verbo y un complemento directo, eso
es todo. Y cuando necesite un complemento indirecto, venga a buscarme».
Usó así una exageración graciosa y oportuna. Pero, en el fondo, era
verdad.

Pues sí, Hemingway fue rechazado veintisiete veces, veintisiete nada menos, veintisiete editoriales que lo descartaron mondo y lirondo. Que luego ganara el premio Nobel de literatura no es lo importante, sino que encajó veintisiete derrotas una tras otra y sin embargo volvía a levantarse. Todo un peso pesado de las letras.
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martes, 20 de agosto de 2013
domingo, 30 de junio de 2013
Cuando llega el verano
Hola, lectores. Sí, habéis comprobado que de un tiempo a esta parte estoy espaciando mis entradas en el blog. He pasado unos días de vacaciones que me han dado para mucho, y sobre todo para reflexionar sobre el presente y sobre mi futuro, en todos los aspectos de mi vida. He estado quince días sin contacto con redes sociales, sin leer y sin escribir. Y ganas sí había: tengo 10 libros pendientes de lectura, que deseo devorar y sin embargo, no he leído nada.
Quizás sea el verano, que ya ha llegado. Durante estos quince días ni siquiera he escuchado noticias de nuestro país, porque no he permanecido aquí. Nada de nada. Y no he echado nada en falta, sinceramente. He ganado un poco de tranquilidad, lo que dure.
La luz que nos llega nos invita a vivir más, y a encerrarnos menos. Fuera el mundo es enorme. Donde he estado, ¡qué alegría, qué actividad! Gente y turistas por todas partes. Bullicio, negocios en marcha, vitalidad, sensaciones positivas y eso que ha llovido todos los días. Y este año he estado demasiado encerrado en mí mismo. Escribir te da una vida, escribir te quita una vida.
Así que, los que podáis, leed, sí, pero se pueden hacer también más cosas. Hacedlas; vuestro libro seguirá esperándoos. Conoced gente nueva, disfrutad de nuevos lugares. Las tardes se alargan. El verano invita a ello. Y con todo lo que viva este verano estoy seguro que cuando mis ganas de escribir aparezcan de nuevo con intensidad, notaré un algo diferente en mi escritura.
Y espero que vosotros también. ¡Buen verano!
Quizás sea el verano, que ya ha llegado. Durante estos quince días ni siquiera he escuchado noticias de nuestro país, porque no he permanecido aquí. Nada de nada. Y no he echado nada en falta, sinceramente. He ganado un poco de tranquilidad, lo que dure.
La luz que nos llega nos invita a vivir más, y a encerrarnos menos. Fuera el mundo es enorme. Donde he estado, ¡qué alegría, qué actividad! Gente y turistas por todas partes. Bullicio, negocios en marcha, vitalidad, sensaciones positivas y eso que ha llovido todos los días. Y este año he estado demasiado encerrado en mí mismo. Escribir te da una vida, escribir te quita una vida.
Así que, los que podáis, leed, sí, pero se pueden hacer también más cosas. Hacedlas; vuestro libro seguirá esperándoos. Conoced gente nueva, disfrutad de nuevos lugares. Las tardes se alargan. El verano invita a ello. Y con todo lo que viva este verano estoy seguro que cuando mis ganas de escribir aparezcan de nuevo con intensidad, notaré un algo diferente en mi escritura.
Y espero que vosotros también. ¡Buen verano!
sábado, 2 de marzo de 2013
Escribir una novela (XVI): El mejor valor de un escritor
Sobre el mundo editorial, sobre los agentes literarios, sobre los autores indie, sobre los críticos literarios, sobre los distribuidores, sobre librerías, sobre el ebook frente al libro impreso, sobre los librinos, sobre el DRM sí o no, sobre e-marketing, sobre best-sellers, sobre autores contentos, sobre autores airados, sobre portadas, sobre correctores, sobre tramas, sobre secuelas, sobre adaptaciones, sobre editores, sobre listas y listas, sobre la ambición de estar en esas listas, sobre la envidia de no estar en ellas, sobre el anonimato, sobre los foros de libros, sobre las páginas de reseñas, sobre unos, sobre otros...
Sobre tantas y tantas cosas se pueden encontrar cada día entradas y más entradas en la Red que a veces me cuesta distinguir cuáles me aportan algo nuevo, algo verdadero, una aportación positiva para mí y mi escritura, y cuáles no. No hablo por nadie más que por mí, y mi pobre bagaje. La Red puede aportar mucho, o no aportar nada más que distracción y ruido.
En las últimas quince entradas sobre este tema he realizado reflexiones sobre la escritura de una novela. Antes de tener internet, no había tanto información (tanto ruido) en nuestras vidas. Ahora, a veces todo es más confuso que antes. Hay pros y hay contras.
Ser positivo es difícil en estos días bizantinos. A veces pienso que escribir es una actividad insana: te da una vida; te quita una vida. Las dos igual de reales, igual de existentes. Eso es lo maravilloso de la escritura, te acerca a otras realidades, pero exige. La escritura es una amante exigente.
Muchos de los que disfrutamos escribiendo lo hacemos como actividad secundaria. Me doy cuenta en mi vida laboral cotidiana cuánta gente opina lo mismo: si algo ha aumentado mucho, es la desconfianza en todo, en los otros. La falta de confianza en el otro, en lo que dice, en lo que propone, en lo que hace, en un sistema económico y social que se basa en el crédito (en el creer en el otro), es el inicio del colapso de dicho sistema. Cómo se recupera la confianza es algo que se me escapa; pero creo que empieza por uno mismo. Por esforzarse en ser confiable. Y esto que pienso creo que es aplicable a todas las profesiones, a todos los ámbitos, a todas las personas y situaciones, pero hoy quiero reflexionar sobre esto aplicado al mundo editorial.
En estos días, creo que el mejor valor del escritor es que, con su trabajo, sepa generar Confianza, y que ésta sea correspondida de forma sincera:
-entre autor y lectores, que confían en que ese autor que les gustó, les volverá a gustar con su nueva novela. Que la idea y trama tendrán algo original que les aportará algo que quedará en su vida después de terminada la lectura.
-entre lectores y autor, quien confía en que dando lo mejor de sí mismo, ofreciendo nuevos personajes y nuevas perspectivas, disfrutando en su escritura en todo momento, conseguirá un nuevo manuscrito diferente que gustará a los que ya antes confiaron en él.
-entre autor y agente literario, que confía en que un buen hacer resulta en un valor añadido que beneficia al autor y en la mejor defensa de su obras y sus intereses, y por ende al propio agente. Que confía en la materia prima del autor y su potencial, y en su habilidad y potencial en la escritura.
-entre el agente literario y el autor, quien confía que estará informado puntualmente de cuanto acontezca de sus manuscritos, del estado de su promoción, de sus ventas, y que la buena labor de su agente le permita centrarse exclusivamente en escribir. Que será sincero con la valoración de los manuscritos y que aportará ideas y sugerencias de buena fe; y si le ve potencial, luchará por la publicación del manuscrito.Y que eso, que da valor añadido, da sentido a la figura intermediaria de un agente literario.
-entre el agente y la editorial, quien confía que si una agencia le ofrece una obra, es porque profesionalmente le han visto un futuro, por ofrecer un algo diferente, algo por lo que suspiran los lectores y que se adapta a las tendencias que quiere desarrollar la propia editorial, que cuente con la aceptación multitudinaria de los lectores.
-entre la editorial y el agente, quien confía en que las liquidaciones de sus representados se presenten puntualmente en plazo y sean claras y explicativas, y en que esos manuscritos, de ser aceptados, cuenten con una buena materialización (en papel, en ebook), una buena promoción, una distribución, un buen precio de cara a los lectores.
-entre el autor y la editorial, que confía en que el manuscrito recibido esté lo más pulido posible, y que aquél colabore de buena fe y en buena sintonía con la revisión de galeradas, de portada, de mapas y otros detalles dentro de los plazos que exige la publicación de un libro. Que confía que aporte de forma activa ideas y sugerencias para la promoción de la obra; que aquél se ofrezca a cuanta labor de promoción promueva la editorial. Que confía en que, si la obra gusta, el autor desee repetir con la editorial.
-entre la editorial y el autor, quien confía que tendrán en cuenta sus sugerencias y también sus explicaciones si tiene reticencias a algún cambio dentro del manuscrito; que confía en la profesionalidad de los correctores, de los ilustradores, de editores y comerciales, y en la transparencia en las liquidaciones anuales. Que confía que el resultado final colme sus sueños.
Si se crea y mantiene en pie toda esta cadena de confianza, el resultado valdrá la pena. Si el escritor, que es punto de donde parte todo, consigue que esta cadena de confianza aparezca y perdure, se convertirá en su mejor valor. Al menos, ésa es mi reflexión personal.
En el aire dejo una pregunta para la reflexión: ¿qué sucede si alguno de los eslabones de esta cadena se rompe?
Sobre tantas y tantas cosas se pueden encontrar cada día entradas y más entradas en la Red que a veces me cuesta distinguir cuáles me aportan algo nuevo, algo verdadero, una aportación positiva para mí y mi escritura, y cuáles no. No hablo por nadie más que por mí, y mi pobre bagaje. La Red puede aportar mucho, o no aportar nada más que distracción y ruido.
En las últimas quince entradas sobre este tema he realizado reflexiones sobre la escritura de una novela. Antes de tener internet, no había tanto información (tanto ruido) en nuestras vidas. Ahora, a veces todo es más confuso que antes. Hay pros y hay contras.
Ser positivo es difícil en estos días bizantinos. A veces pienso que escribir es una actividad insana: te da una vida; te quita una vida. Las dos igual de reales, igual de existentes. Eso es lo maravilloso de la escritura, te acerca a otras realidades, pero exige. La escritura es una amante exigente.
Muchos de los que disfrutamos escribiendo lo hacemos como actividad secundaria. Me doy cuenta en mi vida laboral cotidiana cuánta gente opina lo mismo: si algo ha aumentado mucho, es la desconfianza en todo, en los otros. La falta de confianza en el otro, en lo que dice, en lo que propone, en lo que hace, en un sistema económico y social que se basa en el crédito (en el creer en el otro), es el inicio del colapso de dicho sistema. Cómo se recupera la confianza es algo que se me escapa; pero creo que empieza por uno mismo. Por esforzarse en ser confiable. Y esto que pienso creo que es aplicable a todas las profesiones, a todos los ámbitos, a todas las personas y situaciones, pero hoy quiero reflexionar sobre esto aplicado al mundo editorial.
En estos días, creo que el mejor valor del escritor es que, con su trabajo, sepa generar Confianza, y que ésta sea correspondida de forma sincera:
-entre autor y lectores, que confían en que ese autor que les gustó, les volverá a gustar con su nueva novela. Que la idea y trama tendrán algo original que les aportará algo que quedará en su vida después de terminada la lectura.
-entre lectores y autor, quien confía en que dando lo mejor de sí mismo, ofreciendo nuevos personajes y nuevas perspectivas, disfrutando en su escritura en todo momento, conseguirá un nuevo manuscrito diferente que gustará a los que ya antes confiaron en él.
-entre autor y agente literario, que confía en que un buen hacer resulta en un valor añadido que beneficia al autor y en la mejor defensa de su obras y sus intereses, y por ende al propio agente. Que confía en la materia prima del autor y su potencial, y en su habilidad y potencial en la escritura.
-entre el agente literario y el autor, quien confía que estará informado puntualmente de cuanto acontezca de sus manuscritos, del estado de su promoción, de sus ventas, y que la buena labor de su agente le permita centrarse exclusivamente en escribir. Que será sincero con la valoración de los manuscritos y que aportará ideas y sugerencias de buena fe; y si le ve potencial, luchará por la publicación del manuscrito.Y que eso, que da valor añadido, da sentido a la figura intermediaria de un agente literario.
-entre el agente y la editorial, quien confía que si una agencia le ofrece una obra, es porque profesionalmente le han visto un futuro, por ofrecer un algo diferente, algo por lo que suspiran los lectores y que se adapta a las tendencias que quiere desarrollar la propia editorial, que cuente con la aceptación multitudinaria de los lectores.
-entre la editorial y el agente, quien confía en que las liquidaciones de sus representados se presenten puntualmente en plazo y sean claras y explicativas, y en que esos manuscritos, de ser aceptados, cuenten con una buena materialización (en papel, en ebook), una buena promoción, una distribución, un buen precio de cara a los lectores.
-entre el autor y la editorial, que confía en que el manuscrito recibido esté lo más pulido posible, y que aquél colabore de buena fe y en buena sintonía con la revisión de galeradas, de portada, de mapas y otros detalles dentro de los plazos que exige la publicación de un libro. Que confía que aporte de forma activa ideas y sugerencias para la promoción de la obra; que aquél se ofrezca a cuanta labor de promoción promueva la editorial. Que confía en que, si la obra gusta, el autor desee repetir con la editorial.
-entre la editorial y el autor, quien confía que tendrán en cuenta sus sugerencias y también sus explicaciones si tiene reticencias a algún cambio dentro del manuscrito; que confía en la profesionalidad de los correctores, de los ilustradores, de editores y comerciales, y en la transparencia en las liquidaciones anuales. Que confía que el resultado final colme sus sueños.
Si se crea y mantiene en pie toda esta cadena de confianza, el resultado valdrá la pena. Si el escritor, que es punto de donde parte todo, consigue que esta cadena de confianza aparezca y perdure, se convertirá en su mejor valor. Al menos, ésa es mi reflexión personal.
En el aire dejo una pregunta para la reflexión: ¿qué sucede si alguno de los eslabones de esta cadena se rompe?
domingo, 21 de octubre de 2012
Escribir una novela (XII): lo que de verdad importa.
He escuchado y leído muchas opiniones esta semana sobre libros y literatura, sobre autores y editoriales:
-Sobre los engaños de editores sin escrúpulos que huyen con los beneficios de autores noveles cuyas obras han llegado a la reedicíón, dejando entrampados a impresores, diseñadores, distribuidores y autores.
-Sobre autores que creen en su trabajo a pesar de una, dos experiencias traumáticas con editoriales pequeñas, y que siguen promoviendo sus manuscritos.
-Sobre autores que han perdido su medio de vida, su trabajo del día a día, por los recortes y la crisis, y que, tristes, siguen escribiendo.
-Sobre autores experimentados entristecidos porque sus manuscritos han quedado este año encima de la mesa de su editor, y sin respuesta.
-Sobre lectores que no comprenden por qué, de una misma editorial, una novela histórica de 800 páginas y sin mapas cuesta 28 € mientras otra de mayor grosor, misma encuadernación y con mapas en las guardas cuesta 23 €.
-Sobre autores y lectores que se juntan en unas jornadas de novelas, evento que visto desde fuera parece un oasis en peligro, rodeado de un lago reseco de tierra salada y resquebrajada.
-Sobre defensores a ultranza de que la cultura debe ser gratuita, por los medios que sea, en el formato que sea.
-Sobre lectores que desesperados claman en los foros por enlaces de descarga gratuita de ebooks de AMAZON que cuestan 0.89 €.
-Sobre lectores que vaticinan la desaparición de las bibliotecas, por obsoletas y porque nadie las usa.
-Sobre editoriales que desde la Feria de Frankfurt negocian las novedades editoriales de aquí al año 2018.
-Sobre libreros que demonizan el libro electrónico como enemigo del libro impreso, cuando en su página web venden ambos formatos.
-Sobre no lectores que se ufanan de ello.
-Sobre la invisibilidad y el anonimato de los libros, entre tanta marabunta de novedades digitales e impresas, y la dificultad de llamar la atención de los lectores.
-Sobre reajustes de personal de las editoriales, que siguen almacenando centenares de miles de ejemplares en sus almacenes, cuyo destino será el reciclaje de la pulpa de celulosa.
-Sobre la desaparición de los jóvenes que antes leían en los medios de transporte.
-Sobre adminstradores de foros de literatura y de lectura, que ven cómo cada día reciben menos visitantes, a pesar de las promociones de precio reducido de libros para los socios del foro.
-Sobre lectores periódicos, que cada vez menos noticias de cultura y ciencia en semanarios y diarios.
-Sobre la crisis, que convierte en una odisea enfrentarse a los lunes los que aún tenemos trabajo. Para los que no, la odisea es diaria.
-Sobre redactores que se atreven a sacar a la calle nuevas revistas de divulgación histórica y de libros, y nuevas editoriales también, pequeños mamíferos que buscan medrar entre los estertores de dinosaurios.
Epícteto decía: si quieres ser escritor, escribe.
Para todos aquellos apasionados por las letras: lo único que importa es que cuando la Inspiración susurra, las paredes se desvanecen, el mundo moderno deja de tener sentido, la mente se puebla de personajes que reviven de entre los muertos sólo para ti, y los escuchas, el rumor de sus palabras, el palpitar de sus emociones y sus latidos te traspasan y te dejan sin aliento, y antes que ese sueño se diluya sabes que debes otorgarle inmortalidad con tus palabras imperfectas, no porque otros deban leerlo, sino porque si no lo escribes será como si no lo hubieras vivido.
Si sientes esa necesidad, entonces ya puedes escribir.
-Sobre los engaños de editores sin escrúpulos que huyen con los beneficios de autores noveles cuyas obras han llegado a la reedicíón, dejando entrampados a impresores, diseñadores, distribuidores y autores.
-Sobre autores que creen en su trabajo a pesar de una, dos experiencias traumáticas con editoriales pequeñas, y que siguen promoviendo sus manuscritos.
-Sobre autores que han perdido su medio de vida, su trabajo del día a día, por los recortes y la crisis, y que, tristes, siguen escribiendo.
-Sobre autores experimentados entristecidos porque sus manuscritos han quedado este año encima de la mesa de su editor, y sin respuesta.
-Sobre lectores que no comprenden por qué, de una misma editorial, una novela histórica de 800 páginas y sin mapas cuesta 28 € mientras otra de mayor grosor, misma encuadernación y con mapas en las guardas cuesta 23 €.
-Sobre autores y lectores que se juntan en unas jornadas de novelas, evento que visto desde fuera parece un oasis en peligro, rodeado de un lago reseco de tierra salada y resquebrajada.
-Sobre defensores a ultranza de que la cultura debe ser gratuita, por los medios que sea, en el formato que sea.
-Sobre lectores que desesperados claman en los foros por enlaces de descarga gratuita de ebooks de AMAZON que cuestan 0.89 €.
-Sobre lectores que vaticinan la desaparición de las bibliotecas, por obsoletas y porque nadie las usa.
-Sobre editoriales que desde la Feria de Frankfurt negocian las novedades editoriales de aquí al año 2018.
-Sobre libreros que demonizan el libro electrónico como enemigo del libro impreso, cuando en su página web venden ambos formatos.
-Sobre no lectores que se ufanan de ello.
-Sobre la invisibilidad y el anonimato de los libros, entre tanta marabunta de novedades digitales e impresas, y la dificultad de llamar la atención de los lectores.
-Sobre reajustes de personal de las editoriales, que siguen almacenando centenares de miles de ejemplares en sus almacenes, cuyo destino será el reciclaje de la pulpa de celulosa.
-Sobre la desaparición de los jóvenes que antes leían en los medios de transporte.
-Sobre adminstradores de foros de literatura y de lectura, que ven cómo cada día reciben menos visitantes, a pesar de las promociones de precio reducido de libros para los socios del foro.
-Sobre lectores periódicos, que cada vez menos noticias de cultura y ciencia en semanarios y diarios.
-Sobre la crisis, que convierte en una odisea enfrentarse a los lunes los que aún tenemos trabajo. Para los que no, la odisea es diaria.
-Sobre redactores que se atreven a sacar a la calle nuevas revistas de divulgación histórica y de libros, y nuevas editoriales también, pequeños mamíferos que buscan medrar entre los estertores de dinosaurios.
Epícteto decía: si quieres ser escritor, escribe.
Para todos aquellos apasionados por las letras: lo único que importa es que cuando la Inspiración susurra, las paredes se desvanecen, el mundo moderno deja de tener sentido, la mente se puebla de personajes que reviven de entre los muertos sólo para ti, y los escuchas, el rumor de sus palabras, el palpitar de sus emociones y sus latidos te traspasan y te dejan sin aliento, y antes que ese sueño se diluya sabes que debes otorgarle inmortalidad con tus palabras imperfectas, no porque otros deban leerlo, sino porque si no lo escribes será como si no lo hubieras vivido.
Si sientes esa necesidad, entonces ya puedes escribir.
domingo, 6 de mayo de 2012
Escribir una novela (IX): cuidando los detalles
Después de mi semana especial, estoy retomando mis lecturas y mi escritura, y me apetece una entrada más a mi serie sobre cómo creo se puede escribir una novela. A fuerza de leer y documentarse uno empieza a adquirir un poco de culturilla y eso hace que con cada nuevo libro, inconscientemente, se opine y se detecten detalles que hace quizás unos años me hubieran pasado desapercibidos.
Escribir un libro no es un asunto baladí, es una pequeña hazaña por la cantidad de tiempo y paciencia que hay que dedicarle en esta época de prisas y ansiedad. Tiene su mérito ser capaz de poner un Principio y un Final.
Pero eso no es suficiente, hay que cuidar los detalles y son los detalles, a los ojos de un lector avezado, los que pueden hacer zozobrar un argumento de interés. Lo mismo que esos detalles nos ayudan a sumergirnos en la historia y en la trama, si se usan erróneamente pueden hacer todo los contrario: acabar con la magia de la Literatura. Hacer que perdamos la confianza en el libro. Algunos son más graves otros, los peores pueden hacer que lo cerremos para no retomarlo.
Qué detalles deben cuidarse en la ambientación de una novela:
-Alimentos americanos: sólo a partir del s.XV podemos encontrar en Europa los siguientes alimentos: pimientos y guindillas, tomate, chocolate, cacao, tabaco, patata, cacahuete, boniato, calabaza y maiz.
-Alimentos traidos a España por los árabes: a partir del s.VIII llegan a la Península Iberica la zanahoria, los melocotones, el cultivo del algodón, los albaricoques, el arroz, las naranjas, las almendras y las alcachofas, las granadas y el azafrán. Desde España, algunos pasarán a Europa.
-Sobre tiempo: el concepto de "horas" existe desde siglos antes de Cristo, pero cuidado: el concepto de "minutos" sólo existe desde el s.XII, si bien de forma práctica no se empleó hasta el s.XVII, cuando se desarrollaron mecanismos capaces de medirlos.
Y a la hora de emplear términos climáticos, cuidado: borrasca, anticiclón, etc son términos científicos del s.XX, ¡no se deben usar en la Edad Media!
-Términos médicos: debe investigarse con cuidado las enfermedades y sus modos de tratamiento/curación en la época de nuestra novela. Sirva un ejemplo, de la serie medieval "Toledo": "Señor, la peste se está extendiendo con gran virulencia". ERROR: el término "virus" y derivadas sólo se emplea a partir del s.XX, ¡y no en el s.XII!
-Vestimentas: deben ser asociadas a la cultura en el tiempo, la moda cambia. Por ejemplo en el Imperio Bizantino, inicialmente heredera de la Roma Clásica, sus vestimentas cambian con los siglos, adoptando una fuerte influencia oriental.
-La guerra: cuidado con enseñas y armas. La tradicional media luna que corona las mezquitas se debe a los otomanos (s.XV -XIX), anteriormente estaban coronadas por el "yamur" islámico, bolas doradas atravesadas por un asta metálico (los cuatro mundos de Alá)
-Monedas: imprescindibles conocer las monedas de la época y sus fracciones, por ejemplo, un ardite, moneda aragonesa del s.XVI no puede emplearse en el s.XIII. Y ojo, porque con la moneda castellana del s.XIII al s.XVI hay trampa: existe por un lado moneda fisica de uso (las doblas, blancas y dineros)y por otro moneda contable, para los libros de contabilidad (el maravedí). La calidad varía mucho, una misma moneda puede ser un siglo de plata y otra casi totalmente de cobre.
-Bebidas: cuidado en la ambientación medieval. En la Edad Media, mientras que en los paises anglosajones la bebida alcohólica de masas era la cerveza (de trigo, de cebada), en el área mediterránea, la bebida casi exclusiva era el vino y la miel fermentada (el "aquae mulsum" de los romanos).
-Tecnología: cuidado con las tecnologías, que pueden ser incompatibles entre épocas y culturas. Incluso de forma confusa, una civilización más antigua podía tener más tecnología que otra cultura más tardía. Madera, cuerno, hueso, cuero, y poco metal, suelen ser la materia prima durante toda la Edad Media. Los metales son un lujo, un bien escaso en la civilización hasta la Revolución Industrial del s. XIX.
-Expresiones: cuidado con las expresiones, un espartano no puede hablar como un soldado francés, ni un castellano del s.XIII como un jornalero de 1936. Ojo, dar voz a un personaje de hace centurias no significa que tengamos que escribir en lengua romance, pero sí darle un toque "antiguo", por medio de vocabulario específico, llamadas a santos, expresiones de época... y eso requiere leer mucho.
-Psicología: no podemos dotar a nuestros personajes del Medievo de una psicología del "polílicamente correcto" del s.XXI. Deben ser coherentes con su vida y sus hechos, su herencia, su entorno, su todo.
Es cierto que el autor de literatura puede decidir tomarse alguna licencia, pero debería tenerla justificada de cara al lector, bien aprovechando lagunas históricas o por algún fleco de la trama.
Escribir un libro no es un asunto baladí, es una pequeña hazaña por la cantidad de tiempo y paciencia que hay que dedicarle en esta época de prisas y ansiedad. Tiene su mérito ser capaz de poner un Principio y un Final.
Pero eso no es suficiente, hay que cuidar los detalles y son los detalles, a los ojos de un lector avezado, los que pueden hacer zozobrar un argumento de interés. Lo mismo que esos detalles nos ayudan a sumergirnos en la historia y en la trama, si se usan erróneamente pueden hacer todo los contrario: acabar con la magia de la Literatura. Hacer que perdamos la confianza en el libro. Algunos son más graves otros, los peores pueden hacer que lo cerremos para no retomarlo.
Qué detalles deben cuidarse en la ambientación de una novela:
-Alimentos americanos: sólo a partir del s.XV podemos encontrar en Europa los siguientes alimentos: pimientos y guindillas, tomate, chocolate, cacao, tabaco, patata, cacahuete, boniato, calabaza y maiz.
-Alimentos traidos a España por los árabes: a partir del s.VIII llegan a la Península Iberica la zanahoria, los melocotones, el cultivo del algodón, los albaricoques, el arroz, las naranjas, las almendras y las alcachofas, las granadas y el azafrán. Desde España, algunos pasarán a Europa.
-Sobre tiempo: el concepto de "horas" existe desde siglos antes de Cristo, pero cuidado: el concepto de "minutos" sólo existe desde el s.XII, si bien de forma práctica no se empleó hasta el s.XVII, cuando se desarrollaron mecanismos capaces de medirlos.
Y a la hora de emplear términos climáticos, cuidado: borrasca, anticiclón, etc son términos científicos del s.XX, ¡no se deben usar en la Edad Media!
-Términos médicos: debe investigarse con cuidado las enfermedades y sus modos de tratamiento/curación en la época de nuestra novela. Sirva un ejemplo, de la serie medieval "Toledo": "Señor, la peste se está extendiendo con gran virulencia". ERROR: el término "virus" y derivadas sólo se emplea a partir del s.XX, ¡y no en el s.XII!
-Vestimentas: deben ser asociadas a la cultura en el tiempo, la moda cambia. Por ejemplo en el Imperio Bizantino, inicialmente heredera de la Roma Clásica, sus vestimentas cambian con los siglos, adoptando una fuerte influencia oriental.
-La guerra: cuidado con enseñas y armas. La tradicional media luna que corona las mezquitas se debe a los otomanos (s.XV -XIX), anteriormente estaban coronadas por el "yamur" islámico, bolas doradas atravesadas por un asta metálico (los cuatro mundos de Alá)
-Monedas: imprescindibles conocer las monedas de la época y sus fracciones, por ejemplo, un ardite, moneda aragonesa del s.XVI no puede emplearse en el s.XIII. Y ojo, porque con la moneda castellana del s.XIII al s.XVI hay trampa: existe por un lado moneda fisica de uso (las doblas, blancas y dineros)y por otro moneda contable, para los libros de contabilidad (el maravedí). La calidad varía mucho, una misma moneda puede ser un siglo de plata y otra casi totalmente de cobre.
-Bebidas: cuidado en la ambientación medieval. En la Edad Media, mientras que en los paises anglosajones la bebida alcohólica de masas era la cerveza (de trigo, de cebada), en el área mediterránea, la bebida casi exclusiva era el vino y la miel fermentada (el "aquae mulsum" de los romanos).
-Tecnología: cuidado con las tecnologías, que pueden ser incompatibles entre épocas y culturas. Incluso de forma confusa, una civilización más antigua podía tener más tecnología que otra cultura más tardía. Madera, cuerno, hueso, cuero, y poco metal, suelen ser la materia prima durante toda la Edad Media. Los metales son un lujo, un bien escaso en la civilización hasta la Revolución Industrial del s. XIX.
-Expresiones: cuidado con las expresiones, un espartano no puede hablar como un soldado francés, ni un castellano del s.XIII como un jornalero de 1936. Ojo, dar voz a un personaje de hace centurias no significa que tengamos que escribir en lengua romance, pero sí darle un toque "antiguo", por medio de vocabulario específico, llamadas a santos, expresiones de época... y eso requiere leer mucho.
-Psicología: no podemos dotar a nuestros personajes del Medievo de una psicología del "polílicamente correcto" del s.XXI. Deben ser coherentes con su vida y sus hechos, su herencia, su entorno, su todo.
Es cierto que el autor de literatura puede decidir tomarse alguna licencia, pero debería tenerla justificada de cara al lector, bien aprovechando lagunas históricas o por algún fleco de la trama.
sábado, 11 de febrero de 2012
Escribir una novela (VIII): cambiando el guión
Después de tener claro la forma en que vamos a presentar a nuestros protagonistas y antogonistas, y de haber haber esbozado nuestro primer guión y comenzar el borrador, surgirán las primeras dudas. Un libro es un ser vivo, que siempre está cambiando, moviéndose, creciendo y menguando, al ritmo que lo hace el propio autor.
Es posible que lo que en el primer guión nos parecía una idea excelente a lo mejor en segunda o tercera relectura no nos sorprende tanto. Haremos cambios de guión, incluso los propios personajes implorarán por seguir sus propios caminos.

Os comento por ejemplo qué pautas sigo yo para modificar mis guiones iniciales:
-Los cambios de escenario y lugar han de tener continuidad, e intento que tengan su propia lógica interna. Por ejemplo, si la novela se ambienta en un futuro lejano, puede ser asumible que los protagonistas cambien de continentes, o planetas, o sistemas estelares, a lo largo de la historia como un algo habitual (por ejemplo, como sucede en la Guerra de las Galaxias, gracias a los viajes hiperespaciales). Si se ambienta en la Edad Media, el ámbito de la novela puede verse reducido a sólo unos cientos de kilómetros de distancia, como mucho, con una mula tozuda por tierra o un mal barco por mar como medios de transporte.
-Es muy importante no marear al lector con cambios continuos de ubicación de la acción, ni de personajes. Yo por ejemplo prefiero dedicar un capitulo centrado en los hechos de un personaje, antes de pasar a otro, a mezclar en un mismo capitulos las acciones de varios personajes cuando transcurren en lugares muy distanciados entre sí.
-Hay que equilibrar descripciones y diálogos. Las descripciones sitúan al lector, y los diálogos dan vida a los personajes. Es interesante crear "coletillas" para cada uno de ellos, que sirvan para darles personalidad, una psique, una forma de actuar, de pensar, de vivir. ¿Por qué? Porque deben ser humanos. Y los hombres no somos héroes perfectos.
-Los personajes han de parecer humanos, tener debilidades, incluso tener contradicciones. Han de cambiar, en su forma de ser, sus actitudes, a lo largo de la novela. Y todos esos cambios hay que explicarlos al lector, deben ser cambios graduales. De la noche a la mañana un cobarde no se hace valiente sin una razón. Hay que explorar esa razón, hacerla creible y tener en mente si esas razones influyen o influirán en otros personajes.

-Los giros del guión. La vida nos da sorpresas e incertidumbres a cada paso, y nos obliga a reaccionar. Igual debe sucederles a los personajes, lo dificil no es inventarse sucesos sino mostrarlos de forma que sean creíbles y a la vez sorprendan. Uno de los trucos que yo empleo para dar giros de guión son hechos naturales. Nada es más imprevisible que la naturaleza, ni la tecnología es capaz de preveerla. Terremotos, lluvias torrenciales, sequías, plagas, ponen a prueba a nuestros personajes y ellos asociarán esos sucesos con sus propios miedos, temores y esperanzas. Por ejemplo, un bosque en llamas en mitad de la noche, puede asemejar el ansiado Grial a un personaje del Medievo imbuido de tales creencias (eso sucede en un obra de Bernard Cornwell), o la aparición de una aurora boreal en latitudes bajas puede ser tomada como una revelación divina. En caso de la Edad Media el hombre se relaciona mucho más con la naturaleza que en un futuro tecnológico; el hombre medieval verá la mano divina en casi todos los hechos naturales.
Los giros deben sorprender, sí, pero dentro de una lógica, sin ser predecibles al lector, y eso es lo dificil de conseguir.
El guión se modificará muchas veces, según nuestra inspiración y necesidades, porque es una herramienta, no una coacción. Pero, cuidado; los cambios de guión traen a veces consecuencias en la trama. Cuando cambiéis el guión, se desatarán cambios hacia adelante y hacia atrás en la novela, como ondas en un estanque. Debéis ser cuidadosos al analizar lo que suponen.
Es posible que lo que en el primer guión nos parecía una idea excelente a lo mejor en segunda o tercera relectura no nos sorprende tanto. Haremos cambios de guión, incluso los propios personajes implorarán por seguir sus propios caminos.

Os comento por ejemplo qué pautas sigo yo para modificar mis guiones iniciales:
-Los cambios de escenario y lugar han de tener continuidad, e intento que tengan su propia lógica interna. Por ejemplo, si la novela se ambienta en un futuro lejano, puede ser asumible que los protagonistas cambien de continentes, o planetas, o sistemas estelares, a lo largo de la historia como un algo habitual (por ejemplo, como sucede en la Guerra de las Galaxias, gracias a los viajes hiperespaciales). Si se ambienta en la Edad Media, el ámbito de la novela puede verse reducido a sólo unos cientos de kilómetros de distancia, como mucho, con una mula tozuda por tierra o un mal barco por mar como medios de transporte.
-Es muy importante no marear al lector con cambios continuos de ubicación de la acción, ni de personajes. Yo por ejemplo prefiero dedicar un capitulo centrado en los hechos de un personaje, antes de pasar a otro, a mezclar en un mismo capitulos las acciones de varios personajes cuando transcurren en lugares muy distanciados entre sí.
-Hay que equilibrar descripciones y diálogos. Las descripciones sitúan al lector, y los diálogos dan vida a los personajes. Es interesante crear "coletillas" para cada uno de ellos, que sirvan para darles personalidad, una psique, una forma de actuar, de pensar, de vivir. ¿Por qué? Porque deben ser humanos. Y los hombres no somos héroes perfectos.
-Los personajes han de parecer humanos, tener debilidades, incluso tener contradicciones. Han de cambiar, en su forma de ser, sus actitudes, a lo largo de la novela. Y todos esos cambios hay que explicarlos al lector, deben ser cambios graduales. De la noche a la mañana un cobarde no se hace valiente sin una razón. Hay que explorar esa razón, hacerla creible y tener en mente si esas razones influyen o influirán en otros personajes.

-Los giros del guión. La vida nos da sorpresas e incertidumbres a cada paso, y nos obliga a reaccionar. Igual debe sucederles a los personajes, lo dificil no es inventarse sucesos sino mostrarlos de forma que sean creíbles y a la vez sorprendan. Uno de los trucos que yo empleo para dar giros de guión son hechos naturales. Nada es más imprevisible que la naturaleza, ni la tecnología es capaz de preveerla. Terremotos, lluvias torrenciales, sequías, plagas, ponen a prueba a nuestros personajes y ellos asociarán esos sucesos con sus propios miedos, temores y esperanzas. Por ejemplo, un bosque en llamas en mitad de la noche, puede asemejar el ansiado Grial a un personaje del Medievo imbuido de tales creencias (eso sucede en un obra de Bernard Cornwell), o la aparición de una aurora boreal en latitudes bajas puede ser tomada como una revelación divina. En caso de la Edad Media el hombre se relaciona mucho más con la naturaleza que en un futuro tecnológico; el hombre medieval verá la mano divina en casi todos los hechos naturales.
Los giros deben sorprender, sí, pero dentro de una lógica, sin ser predecibles al lector, y eso es lo dificil de conseguir.
El guión se modificará muchas veces, según nuestra inspiración y necesidades, porque es una herramienta, no una coacción. Pero, cuidado; los cambios de guión traen a veces consecuencias en la trama. Cuando cambiéis el guión, se desatarán cambios hacia adelante y hacia atrás en la novela, como ondas en un estanque. Debéis ser cuidadosos al analizar lo que suponen.
sábado, 28 de enero de 2012
Escribir una novela (VII): La trama. Protagonistas y antagonistas
En la última entrada temática hablé sobre la importancia de darlo todo desde la primera página. Resumo qué es lo que tenemos hasta ahora:
-Una idea, sobre la que gira nuestra historia.
-Un Guión que desarrolla nuestra historia en capítulos.
-La primera página; el inicio de nuestro primer Borrador.

Hemos conseguido romper el hielo, la maldición de la hoja en blanco, y nos vamos ateniendo al Guión para escribir de verdad la primera versión de nuestra novela. Lógicamente, el guión no tiene todos los detalles, sobre fechas, hechos, personajes... se requiere seguir investigando. Es un proceso constante, y que no nos abandonará ni en la última página. En novela histórica, por ejemplo investigar y buscar datos supone el 70% del trabajo de escribir una novela.
Puede hacerse de dos formas: primero te documentas del todo y luego escribes, o comienzas a escribir y a la par sigues aprendiendo detalles de la época.
El primer método puede ser el que parece más lógico, pero es poco práctico, al menos en cuanto a novela histórica, porque el estudio puede dilatarse por mucho tiempo y siempre quedan cosas por aprender. Yo prefiero el segundo, digamos que uso "ingeniería concurrente" por usar un símil. Qué es eso: empezar la escritura sin esperar a tener todos los datos, y corregir según se vayan conociendo datos para resolver las dudas. A mí me resulta más práctico. Además, escribir siempre estimula y evita que la creatividad se oxide.
Tendremos tramas principales y secundarias. ¿Cómo podemos presentar a los personajes? En general tendremos dos bandos: "buenos" y "malos", digamos, por simplificar. Podemos presentarlos de forma diversa; por ejemplo:
-Protagonista y antagonista; y todos los demás, secundarios.
-Por parejas antagonistas, cada pareja con un miembro de cada bando. Permite explotar el Conflicto desde diferentes niveles y puntos de vista.
-Un único protagonista principal, contra el resto del mundo. Usado cuando la historia se narra en primera persona.
-Una novela río: hay un personaje principal, que no aparece; son todos los personajes secundarios los que cuentan la historia, contando las vicisitudes del protagonista hasta el final.

Aparte, está el asunto del género. Como los estudios de mercado indican que las mujeres son quienes más leen hay tendencia en hacer que, preferiblemente y si se puede, el personaje principal sea mujer. Bien, dependerá de la historia a contar y del género, pero a veces no puede elegirse. En novela histórica hay épocas donde la mujer no contaba para nada (aparte de hijos y hogar). Hacer que sea mujer porque pueda interesar más de cara a los lectores puede significar un anacronismo que puede matar la verosimilitud de la historia.
Claro, eso no quiera decir que la historia con esa licencia no sea atractiva. A lo mejor lo es más de cara al público; y puede interesar al autor y a la editorial. Yo prefiero respetar la Historia; que no tiene que ser incompatible con una novela emocionante. La próxima entrada hablaremos más sobre esto, y sobre las licencias narrativas del escritor.
-Una idea, sobre la que gira nuestra historia.
-Un Guión que desarrolla nuestra historia en capítulos.
-La primera página; el inicio de nuestro primer Borrador.

Hemos conseguido romper el hielo, la maldición de la hoja en blanco, y nos vamos ateniendo al Guión para escribir de verdad la primera versión de nuestra novela. Lógicamente, el guión no tiene todos los detalles, sobre fechas, hechos, personajes... se requiere seguir investigando. Es un proceso constante, y que no nos abandonará ni en la última página. En novela histórica, por ejemplo investigar y buscar datos supone el 70% del trabajo de escribir una novela.
Puede hacerse de dos formas: primero te documentas del todo y luego escribes, o comienzas a escribir y a la par sigues aprendiendo detalles de la época.
El primer método puede ser el que parece más lógico, pero es poco práctico, al menos en cuanto a novela histórica, porque el estudio puede dilatarse por mucho tiempo y siempre quedan cosas por aprender. Yo prefiero el segundo, digamos que uso "ingeniería concurrente" por usar un símil. Qué es eso: empezar la escritura sin esperar a tener todos los datos, y corregir según se vayan conociendo datos para resolver las dudas. A mí me resulta más práctico. Además, escribir siempre estimula y evita que la creatividad se oxide.
Tendremos tramas principales y secundarias. ¿Cómo podemos presentar a los personajes? En general tendremos dos bandos: "buenos" y "malos", digamos, por simplificar. Podemos presentarlos de forma diversa; por ejemplo:
-Protagonista y antagonista; y todos los demás, secundarios.
-Por parejas antagonistas, cada pareja con un miembro de cada bando. Permite explotar el Conflicto desde diferentes niveles y puntos de vista.
-Un único protagonista principal, contra el resto del mundo. Usado cuando la historia se narra en primera persona.
-Una novela río: hay un personaje principal, que no aparece; son todos los personajes secundarios los que cuentan la historia, contando las vicisitudes del protagonista hasta el final.

Aparte, está el asunto del género. Como los estudios de mercado indican que las mujeres son quienes más leen hay tendencia en hacer que, preferiblemente y si se puede, el personaje principal sea mujer. Bien, dependerá de la historia a contar y del género, pero a veces no puede elegirse. En novela histórica hay épocas donde la mujer no contaba para nada (aparte de hijos y hogar). Hacer que sea mujer porque pueda interesar más de cara a los lectores puede significar un anacronismo que puede matar la verosimilitud de la historia.
Claro, eso no quiera decir que la historia con esa licencia no sea atractiva. A lo mejor lo es más de cara al público; y puede interesar al autor y a la editorial. Yo prefiero respetar la Historia; que no tiene que ser incompatible con una novela emocionante. La próxima entrada hablaremos más sobre esto, y sobre las licencias narrativas del escritor.
domingo, 4 de septiembre de 2011
Escribir una novela (III): desarrollar la idea
Ayer mismo, después de pasar a limpio mis últimas páginas, suspiré satisfecho con el último capítulo terminado (aún queda mucho trabajo por hacer) de mi nueva y tercer novela. Me levanté del sofa, me dirigí a la cocina y de repente, surgió un anhelo. Estoy deseando terminarla para regresar al Imperio Bizantino. Me apetece retomar a mis anteriores personajes, navegar por el Egeo, pasearme por la Messé otra vez. Ver el velamen de los grandes dromones desplegados con la enseña imperial, enorme, sobre el mar de Mármara.
Es bueno tener ideas. Te dan alicientes para animarte a escribir.
En la anterior entrada ya teníamos la inspiración. Ya teníamos una idea de partida, en general la idea es un algo concreto dentro de un marco general, una escena que nos hace saltar el interruptor en nuestra mente: estar en la historia. Y desear seguir allí.
Quiero empezar a escribir. Estoy ansioso por hacerlo, pero no sé cómo empezar. ¿Cómo lo hacemos?
Algunos teóricos dicen que la primera frase es la más importante de todas, la primera oportunidad para atraer la atención del lector. Genial si lo consigues a la primera, pero no te agobies: no vamos a correr antes de saber siquiera andar.
Existen varias formas para comenzar:
-Partimos de una idea, una escena. ¿Es la idea de un inicio? Lo normal es tener una imagen, suelta, que es parte de una historia. Tenemos que pensar: esa escena que me gusta es como es por alguna razón. Tenemos que indagar esas razones, saber retroceder y avanzar para llegar a un inicio y a un final.
-Tenemos un inicio y un final. ¿Lo tenemos? El inicio debe conversar con el lector, presentarle personajes, época y sentar la base del confllicto/nudo de la historia. El final debe ser emotivo, un clímax, un desenlace que sea recordado. Es muy muy importante dedicarles tiempo antes de comenzar ya que serán nuestra guia principal, nuestros hitos en el camino.
Después podemos actuar de dos formas:
1.-¡Lanzarnos frenéticamente a la escritura! Se puede escribir una historia teniendo sólo claros el inicio, la escena intermedia que nos inspiró y el final, aprovechando la endorfinas de la inspiración... pero la inspiración no dura para siempre. Después de las primeras 20 o 40 páginas se agotará el impulso inicial, y tocará pensar cómo seguir.
Así fue como inicié "El esclavo de la Al-Hamrá" (Ediciones B). Me lancé a escribir sin más preparativos... hasta que llegó la primera parada. Dar el primer paso es el más importante. El segundo paso ya tiene de partida las primeras hojas. Todo avance sirve de base y alimento del siguiente. En este caso navegamos en el mar a bordo de una barca de remos cortos, que nos cuesta dominar. Llegar a destino no es imposible, pero nos costará tiempo y esfuerzo. A cambio, lo que escribamos tendrá la frescura de la incertidumbre. Nuestros protagonistas pueden mutar de un capítulo a otro. Eso significa que cuando demos por terminada la historia tendremos que revisarla bastante en busca de cabos sueltos debidos a nuestra creatividad desbocada.
En el caso de "El esclavo de la Al-Hamrá", fueron tres años de escritura en mis ratos libres; la versión final tenía la etiqueta "Rev8a". Es decir, mínimo sufrió 8 revisiones. Recuerdo con cierto rubor lo emocionado que estaba cuando terminé la primera escritura, y la bauticé "Rev1". Luego... vinieron las correcciones. Rev1a, Rev1b, Rev1c, Rev2... con el exterminio de algún personaje por medio. Un trabajo arduo de novato.
2.-Elaborar un guión previo. En este caso... no podemos escribir aún. Nos debemos parar a pensar durante bastante tiempo. Hemos pensado a grandes rasgos el inicio y el final. Hemos de detallarlo todo en varios niveles; hemos de ser capaces de sintetizar la historia en varias fases. Si conseguimos tanto reducir la esencia de la historia en una Sinopsis corta de 3 párrafos (menos de quince líneas) como expandirla con detalle suficiente (incluyendo descripciones, diálogos cortos, rasgos psicológicos de nuestros personajes) digamos en 20-40 páginas, significa que controlamos la historia y podemos comenzar la Escritura.
¿Cuánto tiempo tardaremos en tener listo nuestro guión? Depende del grado de precisión que queramos. Cuidado: un guión es eso, sólo una guía rápida para avanzar con agilidad. El guión definitivo sería... la novela terminada.
Un guión no debe repugnarnos como algo rígido que impide nuestra creatividad. Debemos ser flexibles, pero con una meta. Con un guión completo nos podremos centrar exclusivamente en desarrollar la historia. Tendremos paradas de inspiración, sí, pero como acontecerán en la redacción del guión no retrasará la acción de la escritura.
En vez de en una barca, estamos navegando en un yate. Una barca es más inmediata, más a nuestro control, más libre; pero puede que más lenta. En un yate, tenemos más rigidez mental, pero iremos más rápido.
Es bueno tener ideas. Te dan alicientes para animarte a escribir.

En la anterior entrada ya teníamos la inspiración. Ya teníamos una idea de partida, en general la idea es un algo concreto dentro de un marco general, una escena que nos hace saltar el interruptor en nuestra mente: estar en la historia. Y desear seguir allí.
Quiero empezar a escribir. Estoy ansioso por hacerlo, pero no sé cómo empezar. ¿Cómo lo hacemos?
Algunos teóricos dicen que la primera frase es la más importante de todas, la primera oportunidad para atraer la atención del lector. Genial si lo consigues a la primera, pero no te agobies: no vamos a correr antes de saber siquiera andar.
Existen varias formas para comenzar:
-Partimos de una idea, una escena. ¿Es la idea de un inicio? Lo normal es tener una imagen, suelta, que es parte de una historia. Tenemos que pensar: esa escena que me gusta es como es por alguna razón. Tenemos que indagar esas razones, saber retroceder y avanzar para llegar a un inicio y a un final.
-Tenemos un inicio y un final. ¿Lo tenemos? El inicio debe conversar con el lector, presentarle personajes, época y sentar la base del confllicto/nudo de la historia. El final debe ser emotivo, un clímax, un desenlace que sea recordado. Es muy muy importante dedicarles tiempo antes de comenzar ya que serán nuestra guia principal, nuestros hitos en el camino.
Después podemos actuar de dos formas:
1.-¡Lanzarnos frenéticamente a la escritura! Se puede escribir una historia teniendo sólo claros el inicio, la escena intermedia que nos inspiró y el final, aprovechando la endorfinas de la inspiración... pero la inspiración no dura para siempre. Después de las primeras 20 o 40 páginas se agotará el impulso inicial, y tocará pensar cómo seguir.
Así fue como inicié "El esclavo de la Al-Hamrá" (Ediciones B). Me lancé a escribir sin más preparativos... hasta que llegó la primera parada. Dar el primer paso es el más importante. El segundo paso ya tiene de partida las primeras hojas. Todo avance sirve de base y alimento del siguiente. En este caso navegamos en el mar a bordo de una barca de remos cortos, que nos cuesta dominar. Llegar a destino no es imposible, pero nos costará tiempo y esfuerzo. A cambio, lo que escribamos tendrá la frescura de la incertidumbre. Nuestros protagonistas pueden mutar de un capítulo a otro. Eso significa que cuando demos por terminada la historia tendremos que revisarla bastante en busca de cabos sueltos debidos a nuestra creatividad desbocada.
En el caso de "El esclavo de la Al-Hamrá", fueron tres años de escritura en mis ratos libres; la versión final tenía la etiqueta "Rev8a". Es decir, mínimo sufrió 8 revisiones. Recuerdo con cierto rubor lo emocionado que estaba cuando terminé la primera escritura, y la bauticé "Rev1". Luego... vinieron las correcciones. Rev1a, Rev1b, Rev1c, Rev2... con el exterminio de algún personaje por medio. Un trabajo arduo de novato.
2.-Elaborar un guión previo. En este caso... no podemos escribir aún. Nos debemos parar a pensar durante bastante tiempo. Hemos pensado a grandes rasgos el inicio y el final. Hemos de detallarlo todo en varios niveles; hemos de ser capaces de sintetizar la historia en varias fases. Si conseguimos tanto reducir la esencia de la historia en una Sinopsis corta de 3 párrafos (menos de quince líneas) como expandirla con detalle suficiente (incluyendo descripciones, diálogos cortos, rasgos psicológicos de nuestros personajes) digamos en 20-40 páginas, significa que controlamos la historia y podemos comenzar la Escritura.
¿Cuánto tiempo tardaremos en tener listo nuestro guión? Depende del grado de precisión que queramos. Cuidado: un guión es eso, sólo una guía rápida para avanzar con agilidad. El guión definitivo sería... la novela terminada.
Un guión no debe repugnarnos como algo rígido que impide nuestra creatividad. Debemos ser flexibles, pero con una meta. Con un guión completo nos podremos centrar exclusivamente en desarrollar la historia. Tendremos paradas de inspiración, sí, pero como acontecerán en la redacción del guión no retrasará la acción de la escritura.
En vez de en una barca, estamos navegando en un yate. Una barca es más inmediata, más a nuestro control, más libre; pero puede que más lenta. En un yate, tenemos más rigidez mental, pero iremos más rápido.
martes, 23 de agosto de 2011
Escribir una novela (II): surge la idea

Bien, ya sabemos que no tenemos que agobiarnos con las descripciones. Al igual que una película, un periódico, un evento, nuestra vida, nuestra novela tendrá unos límites, un marco de referencia del que no nos vamos a salir (no necesitamos conocer el Universo infinito) y tendrá un principio y un fin.
Quiero escribir una novela. ¿Sobre qué?¿Cómo empiezo? O mejor dicho, ¿cuál es el arranque de la inspiración, que me permite vislumbrar la primera palabra, el primer personaje, el primer hálito de mi creación?
Ojo, he dicho vislumbrar, no escribir. Es hora de vislumbrar pero no de escribir. Para poder escribir antes tendremos que preparar un guión, pero no adelantemos acontecimientos.
¿Cómo vislumbro algo sobre lo que escribir?
Debe ser un "algo" que me trasmite un "algo diferente", que estimula mi curiosidad y me hace preguntarme cuestiones como: "¿Por qué?", "¿Y si....?" "¿Qué pasaría si...?"
Todos tenemos nuestra vida, con problemas y pequeñas alegrías, preocupaciones, complicaciones inesperadas... no nos engañemos, eso mismo le pasará a nuestros personajes. Vivirán como nosotros, siempre en la incertidumbre del futuro, sentirán las mismas emociones que nosotros. Ira, miedo, rebeldía, venganza, amor, desdén, alegría, terror, valentía y esperanza, todo eso lo vivirán también ellos.
En nuestro día a día estamos rodeados de historias e ideas. Toma un periódico y lee los titulares. Alguno habrá que te atraiga, que te haga preguntarte "¿Por qué?¿Cómo sigue la noticia?". Escucha la radio, mucho más directa. Entra en Internet y navega. Estamos rodeados de noticias que nos dan muchas ideas de partida y muchos conflictos. Los conflictos son el núcleo de una historia. Una historia es la explicación de un conflicto, la explosión de un conflicto con un final que afecta a sus protagonistas.
Hay que buscar un conflicto que nos atraiga. Será nuestro germen de la historia. Esto es un buen punto de partida para atraer a las musas.
Por ejemplo:
-Digamos que me interesa la novela histórica. Me centraría en leer ensayos y libros de divulgación sobre historia, hasta encontrar una época que me atraiga. Después, sobre esa época exploraría sobre sus protagonistas, seres reales que vivieron y murieron, y que muchas veces han quedado relegado casi al olvido, sepultado por años y años de distancia de nosotros. Todas las épocas dan héroes y villanos. Todas las épocas tienen conflictos: politicos, económicos, bélicos, humanos. Estáte al tanto de las noticias de arqueología, de actividades recreacionistas, llena tu mente del aroma añejo del medievo.
-Digamos que me interesa la novela negra. Estaría interesado en las noticias de sucesos, en lo que cuentan los periódicos sobre asuntos policiales. En la novela negra rigen las pasiones oscuras de las ciudades, corrupción, sexo, violencia. La realidad siempre supera a la ficción, así que abre bien los ojos.
-Digamos que te interesa la literatura fantástica. Lee a los clásicos, explora sus mundos, disfruta con ellos, analiza qué te aportan y qué echas en falta. Un punto de partida de inspiración puede ser crear finales alternativos a la obra de un autor famoso. Indaga en sus personajes, en su psicología: "¿Qué pasaría si Boromir hubiera conseguido de verdad el Anillo?"
-Digamos que te interesa la ciencia ficción. Vislumbrar el futuro no puede hacerse sin partir del presente. Lee revistas de divulgación ciéntifica y sobre investigación (robótica, genética, física, química, aeronáutica, desarrollo mental, la Red, el Gran Hermano), revisa a los grandes autores del s.xx y observa cuán acertados o alejados estuvieron de la realidad.
El resumen de todo esto: la inspiración llega cuando tu mente se satura de datos sobre un tema, una época, un personaje, un hecho concreto (real o imaginario). Este método que indico al menos a mí me funciona.
Sabrás que tienes un arranque, un motivo para escribir cuando, como si estuvieras leyendo un sortilegio, al terminar una frase en tu mente se forma de repente una escena que te sugiere emociones, que te pide que le des forma, que la hagas vivir. Como si tú fueras un dios. En ese instante tu mente habrá llegado a las musas.
Si esa idea te llena de emoción y curiosidad, te corta la respiración, entonces ya sabes sobre lo que vas a escribir.
El siguiente paso será cómo hacerlo.
domingo, 7 de agosto de 2011
Escribir una novela (I): el universo literario
Ayer estuvimos cenando en LA MAFIA, un sitio totalmente recomendable con una comida excelente, un local de inspiración en los años 30 y un precio excelente. Las lámparas, el papel de la pared, el mobiliario, y las numerosas fotos de gangsters mafiosos nos hicieron sentir, según donde miraras, en el Chicago de la Ley Seca, o en Italia con la "Familia".
Un gran cartel de "El padrino" con Al Pacino al que besan las manos con devoción nos vigilaba la mesa.
Lo que me dio por pensar que seria interesante unas series de entradas breves sobre mis experiencias de cómo escribir una novela. La primera, dedicada al importancia del entorno.

Digamos que vamos a escribir una novela. Para escribir hace falta:
-Un marco temporal, una época.
-Un marco espacial, un lugar.
-Unos personajes.
-Unos conflictos entre personajes, que generen una trama (presentación, nudo, desenlace)
-La habilidad para engarzarlo todo en un todo.
-Y hacerlo de forma que tanto el escritor como el lector disfruten con su lectura.
Escribir una novela es como ir a un restaurante temático. Al entrar por las puertas te sumerges en un ambiente diferente. Dentro, el Chicago de los años 30, muebles, música, decoración, sabores. Fuera, el s.XXI que vivimos todos los días.
Para escribir una novela no es necesario describir el universo completo conocido. Como el restaurante, el espacio es finito. El número de hojas es finito. Hay que crear el marco fisico y temporal que necesitan los personajes, ni más ni menos, y dar sólo pistas al lector de lo que hay más allá.
Por ejemplo, una novela negra. Si toda la historia va a transcurrir en Chicago, no vamos a necesitar conocer que sucede en Louisiana en ese mismo instante. A lo mejor sólo es necesario dar una referencia vaga sobre el jazz, o sobre que de allí viene un personaje. No hay que describir el Mississippi ni cómo corría el alcohol y la sangre en los garitos clandestinos, si los personajes nunca pretenden ir allí. Uno come en el restaurante, dentro de unos límites definidos que acepta. No se pregunta cómo sería comer en mitad de la calzada.
Hay que saber distinguir el marco físico que vamos a necesitar describir para situar a nuestros personajes y nuestra historia.
En mi primer borrador de "El esclavo de la Al-Hamrá" (Ediciones B), estaba inquieto, porque creía que sería necesario saber absolutamente todos los detalles al situar mis primeros personajes: qué ve, qué oye, qué saborea, qué viste, qué gestos hace, qué costumbres religiosas le caracterizan, qué huele, por dónde vive... con lo que salían páginas y páginas de descripciones de objetos, calles, personas. Cientos y cientos de palabras sin ningún diálogo.
Pasado el tiempo, revisé todo. Y corté mucho. Me dí cuenta que el lector no necesita que se lo den todo hecho. El lector es un ser humano con ansia de imaginación. Si se la da todo descrito, se aburrirá porque su mente no participa del libro. Pero si se da lo justo, su imaginación entrará en juego y vivirá la historia mucho más.
Eso es importante sobre todo en la descripción física de los personajes. No es necesario hablar la primera vez que aparece un personaje sobre su anatomía completa, esto no es un compendio de medicina. basta dar unas pinceladas, las necesarias, a lo largo de la historia. La mente del lector hará el resto, completando según sus propias vivencias, y disfrutará más.
Un ejemplo:
1.-La casa estaba orientada al sur, con los muros encalados. Era grande, con las esquinas trazadas con piedras angulares y tenía tres ventanas delante y cuatro detrás, y dos plantas de altura, y los aleros sobresalían dando sombra en la calle protegiendo a los viandantes del caluroso sol del verano, a la salida de la mezquita del barrio junto al Hadarro. La puerta había sido tallada por carpinteros nazaríes que habían trabajado en la Sala de los Reyes, en el Palacio de la Alhambra, residencia de los sultanes de Granada protegidos por Alá y el santo profeta, y cuando Matmut, alto, joven de cinco pies y medio de altura, no mal parecido a pesar de sus orejas y su barba rala, pasó las yemas por los grabados y resaltos de los artesanos comprendió cuánta riqueza podía esperar encontrar en la casa del joyero. Pero la más preciada de las joyas era su hija Sara, tan alta como él, con un pelo castaño, ojos oscuros y tez clara, era ambidextra, hábíl con la práctica del laúd y su voz de plata traspasaban los gruesos muros de tapial de mortero, piedras y cal, llegando a la calle empedrada por la que un reguero de orines y podredumbre se deslizaba hasta encontrar un hueco en el pretil de piedra por el que se vertía directamente al cauce del rio urbano, por encima de las tenerías donde muchachos desnudos curtian con los pies desnudos las ricas pieles de zorros, gamos y vacas que los ricos comerciantes luego vendían en buenos dinares a los insaciables cristianos más allá de las fronteras de Al-Andalus. Matmut se decidió y tocó con el llamador en forma de herradura a la puerta, esperando que alguien le abriera.
2.-Matmut llegó a la casa del joyero judío. Dentro estaba Sara; podía oír su voz acompañando al laúd. El olor de las tenerías lo invadían todo desde aguas abajo. El sol caía a plomo. Tocó con el llamador a la puerta, esperando que abrieran.
3.- La casa del orfebre judio era grande y hermosa, encalada de blanco y esquinas de piedra. Estaba orientada al sur, evitando las efluencias pestilentes de las tenerias que ensuciaban el río Hadarro aguas abajo. Matmut apreció la belleza de la puerta de entrada, tallada por artesanos que habían trabajado en la Alhambra. Se notaba que el judío era pudiente. Dudó por un instante, hasta que la oyó cantar. Su voz y las notas del laúd llegaban a la calle, sobresaltándole.
-Sara... -murmuró Matmut, acercándose a la puerta bajo la sombra del alero del tejado, que protegía la entrada del sol que caia a plomo. Ningún otro viandante se veia por la calle. Aún recordaba cuándo la había visto en el zoco, con su tez clara, su pelo castaño asomando bajo el pañuelo, y los hoyuelos que su risa creaba adornando sus mejillas y sus labios sonrosados. Su mirada risueña le había atrapado. Que Alá le perdonara, si no era ella la más hermosa de todas las mujeres.
Tomó el tirador en forma de herradura y llamó a la puerta, tres veces. Su amo le había enviado con un recado, y él tenía así una oportunidad de verla de nuevo. Esperó impaciente a que alguien le abriera.
El primer ejemplo es el de un exceso de descripción, que aporta muchas cosas y la vez nada. Da muchos detalles, pero no explica nada, ni sobre la escena ni sobre los personajes. Todos esos detalles, si se dan de golpe, atragantan; mejor es repartirlos a lo largo de los capítulos... o incluso eliminarlos. ¿Es importante para la historia saber que los carpinteros de palacio tallaron esa puerta?¿No? Entonces, puede que sobre.
El segundo ejemplo es demasiado frío y escueto. No sería un ejemplo de una escena escrita, sino un esbozo para el guión de la novela, que nos indica de forma general una escena sin detalles. Hablaremos otro día sobre el guión. Sólo serviría para la novela si todo lo que necesitamos que el lector sepa ya lo sabe de capítulos precedentes, y queremos hacer una transición entre escenas. Entonces, serviría como transición, no como escena en sí.
El tercer ejemplo, se centra en detalles especificos que mezcla con detalles generales, sin frases kilómetricas, sencillas y con un sentido concreto. E introduce diálogo, acercando la escena al lector y haciéndolo todo más fluido. Al hablar de Sara no dice: sus ojos son almendrados, simétricos, de tez despejada, orejas proporcionadas, nariz ligeramente respingona, dos lunares en el rostro, cintura estrecha, pechos turgentes,... todo eso al lector le llega de forma pasiva a su mente. En cambio, dice "que era la mujer más hermosa del mundo". El lector, de forma activa, invoca a sus propios recuerdos, y asigna los rasgos de las mujeres de su vida al personaje completando su descripción y dándole un toque de emoción personal. Eso se consigue mezclando detalles concretos y generalidades.
Recomendación: los diálogos dan dinamismo. Párrafos y párrafos de descripción en tercera persona aburren. No hay que describir todo el Universo conocido antes de comenzar la historia, sólo lo preciso.
Un gran cartel de "El padrino" con Al Pacino al que besan las manos con devoción nos vigilaba la mesa.
Lo que me dio por pensar que seria interesante unas series de entradas breves sobre mis experiencias de cómo escribir una novela. La primera, dedicada al importancia del entorno.

Digamos que vamos a escribir una novela. Para escribir hace falta:
-Un marco temporal, una época.
-Un marco espacial, un lugar.
-Unos personajes.
-Unos conflictos entre personajes, que generen una trama (presentación, nudo, desenlace)
-La habilidad para engarzarlo todo en un todo.
-Y hacerlo de forma que tanto el escritor como el lector disfruten con su lectura.
Escribir una novela es como ir a un restaurante temático. Al entrar por las puertas te sumerges en un ambiente diferente. Dentro, el Chicago de los años 30, muebles, música, decoración, sabores. Fuera, el s.XXI que vivimos todos los días.
Para escribir una novela no es necesario describir el universo completo conocido. Como el restaurante, el espacio es finito. El número de hojas es finito. Hay que crear el marco fisico y temporal que necesitan los personajes, ni más ni menos, y dar sólo pistas al lector de lo que hay más allá.
Por ejemplo, una novela negra. Si toda la historia va a transcurrir en Chicago, no vamos a necesitar conocer que sucede en Louisiana en ese mismo instante. A lo mejor sólo es necesario dar una referencia vaga sobre el jazz, o sobre que de allí viene un personaje. No hay que describir el Mississippi ni cómo corría el alcohol y la sangre en los garitos clandestinos, si los personajes nunca pretenden ir allí. Uno come en el restaurante, dentro de unos límites definidos que acepta. No se pregunta cómo sería comer en mitad de la calzada.
Hay que saber distinguir el marco físico que vamos a necesitar describir para situar a nuestros personajes y nuestra historia.
En mi primer borrador de "El esclavo de la Al-Hamrá" (Ediciones B), estaba inquieto, porque creía que sería necesario saber absolutamente todos los detalles al situar mis primeros personajes: qué ve, qué oye, qué saborea, qué viste, qué gestos hace, qué costumbres religiosas le caracterizan, qué huele, por dónde vive... con lo que salían páginas y páginas de descripciones de objetos, calles, personas. Cientos y cientos de palabras sin ningún diálogo.
Pasado el tiempo, revisé todo. Y corté mucho. Me dí cuenta que el lector no necesita que se lo den todo hecho. El lector es un ser humano con ansia de imaginación. Si se la da todo descrito, se aburrirá porque su mente no participa del libro. Pero si se da lo justo, su imaginación entrará en juego y vivirá la historia mucho más.
Eso es importante sobre todo en la descripción física de los personajes. No es necesario hablar la primera vez que aparece un personaje sobre su anatomía completa, esto no es un compendio de medicina. basta dar unas pinceladas, las necesarias, a lo largo de la historia. La mente del lector hará el resto, completando según sus propias vivencias, y disfrutará más.
Un ejemplo:
1.-La casa estaba orientada al sur, con los muros encalados. Era grande, con las esquinas trazadas con piedras angulares y tenía tres ventanas delante y cuatro detrás, y dos plantas de altura, y los aleros sobresalían dando sombra en la calle protegiendo a los viandantes del caluroso sol del verano, a la salida de la mezquita del barrio junto al Hadarro. La puerta había sido tallada por carpinteros nazaríes que habían trabajado en la Sala de los Reyes, en el Palacio de la Alhambra, residencia de los sultanes de Granada protegidos por Alá y el santo profeta, y cuando Matmut, alto, joven de cinco pies y medio de altura, no mal parecido a pesar de sus orejas y su barba rala, pasó las yemas por los grabados y resaltos de los artesanos comprendió cuánta riqueza podía esperar encontrar en la casa del joyero. Pero la más preciada de las joyas era su hija Sara, tan alta como él, con un pelo castaño, ojos oscuros y tez clara, era ambidextra, hábíl con la práctica del laúd y su voz de plata traspasaban los gruesos muros de tapial de mortero, piedras y cal, llegando a la calle empedrada por la que un reguero de orines y podredumbre se deslizaba hasta encontrar un hueco en el pretil de piedra por el que se vertía directamente al cauce del rio urbano, por encima de las tenerías donde muchachos desnudos curtian con los pies desnudos las ricas pieles de zorros, gamos y vacas que los ricos comerciantes luego vendían en buenos dinares a los insaciables cristianos más allá de las fronteras de Al-Andalus. Matmut se decidió y tocó con el llamador en forma de herradura a la puerta, esperando que alguien le abriera.
2.-Matmut llegó a la casa del joyero judío. Dentro estaba Sara; podía oír su voz acompañando al laúd. El olor de las tenerías lo invadían todo desde aguas abajo. El sol caía a plomo. Tocó con el llamador a la puerta, esperando que abrieran.
3.- La casa del orfebre judio era grande y hermosa, encalada de blanco y esquinas de piedra. Estaba orientada al sur, evitando las efluencias pestilentes de las tenerias que ensuciaban el río Hadarro aguas abajo. Matmut apreció la belleza de la puerta de entrada, tallada por artesanos que habían trabajado en la Alhambra. Se notaba que el judío era pudiente. Dudó por un instante, hasta que la oyó cantar. Su voz y las notas del laúd llegaban a la calle, sobresaltándole.
-Sara... -murmuró Matmut, acercándose a la puerta bajo la sombra del alero del tejado, que protegía la entrada del sol que caia a plomo. Ningún otro viandante se veia por la calle. Aún recordaba cuándo la había visto en el zoco, con su tez clara, su pelo castaño asomando bajo el pañuelo, y los hoyuelos que su risa creaba adornando sus mejillas y sus labios sonrosados. Su mirada risueña le había atrapado. Que Alá le perdonara, si no era ella la más hermosa de todas las mujeres.
Tomó el tirador en forma de herradura y llamó a la puerta, tres veces. Su amo le había enviado con un recado, y él tenía así una oportunidad de verla de nuevo. Esperó impaciente a que alguien le abriera.
El primer ejemplo es el de un exceso de descripción, que aporta muchas cosas y la vez nada. Da muchos detalles, pero no explica nada, ni sobre la escena ni sobre los personajes. Todos esos detalles, si se dan de golpe, atragantan; mejor es repartirlos a lo largo de los capítulos... o incluso eliminarlos. ¿Es importante para la historia saber que los carpinteros de palacio tallaron esa puerta?¿No? Entonces, puede que sobre.
El segundo ejemplo es demasiado frío y escueto. No sería un ejemplo de una escena escrita, sino un esbozo para el guión de la novela, que nos indica de forma general una escena sin detalles. Hablaremos otro día sobre el guión. Sólo serviría para la novela si todo lo que necesitamos que el lector sepa ya lo sabe de capítulos precedentes, y queremos hacer una transición entre escenas. Entonces, serviría como transición, no como escena en sí.
El tercer ejemplo, se centra en detalles especificos que mezcla con detalles generales, sin frases kilómetricas, sencillas y con un sentido concreto. E introduce diálogo, acercando la escena al lector y haciéndolo todo más fluido. Al hablar de Sara no dice: sus ojos son almendrados, simétricos, de tez despejada, orejas proporcionadas, nariz ligeramente respingona, dos lunares en el rostro, cintura estrecha, pechos turgentes,... todo eso al lector le llega de forma pasiva a su mente. En cambio, dice "que era la mujer más hermosa del mundo". El lector, de forma activa, invoca a sus propios recuerdos, y asigna los rasgos de las mujeres de su vida al personaje completando su descripción y dándole un toque de emoción personal. Eso se consigue mezclando detalles concretos y generalidades.
Recomendación: los diálogos dan dinamismo. Párrafos y párrafos de descripción en tercera persona aburren. No hay que describir todo el Universo conocido antes de comenzar la historia, sólo lo preciso.
viernes, 24 de octubre de 2008
Círculo eterno (I): los egipcios (1400 a.C)
No hay nada nuevo bajo el sol, y aunque en apariencia todo sea distinto, todo cuanto podamos imaginar ya ha sucedido antes, muchas veces.
Egipto. Miles de años antes de Rómulo y Remo ya era el país de las pirámides. Ya en tiempo de los egipcios, amantes de la palabra, el sentimiento de la propiedad literaria era profundo. En un rollo conservado en el museo de El Cairo se encuentra un vibrante recordatorio de la inmortalidad que procura una gran obra literaria:
Habría que leer este hermoso texto desde el principio para comprender hasta qué punto apreciaron los egipcios del Mundo Antiguo el valor de la escritura, y hasta qué punto importaba escribir para el propio autor. Fijáos qué importancia le da a tener una rutina, un ceremonial con el dedicarse de lleno a la escritura, día a día, necesario para su existencia terrenal.
Con su arte tenía la certeza de alcanzar la inmortalidad. Buscaban un público que les recordase para siempre y que les citase; nombrarles era existir.

Estos escritores sabios del tiempo de los sucesores de los dioses,
aquellos que anunciaban el porvenir,
resulta que su nombre dura para la eternidad,
aunque se hayan ido, cumpliendo su vida,
y que se haya olvidado a toda su parentela.
No se han construido pirámides de bronce
con losas sepulcrales de hierro.
No han sabido dejar herederos,
hijos para pronunciar su nombre.
Pero a guisa de herederos se han procurado
los libros de aleccionamiento que han escrito.
Han hecho del rollo de papiro un ceremonial,
y de la tablilla para escribir un "hijo querido".
Sus libros son sus pirámides
y el cálamo es su hijo.
La superficie de la piedra fue su mujer.
Poderosos y humildes llegaron a ser sus hijos,
pues el escribano es el jefe de todos ellos.
Se han construido puertas y moradas para ellos,
pero se han desmoronado.
Su sacerdotes de Ka han desaparecido,
sus losas sepulcrales están cubiertas de polvo
y sus tumbas están olvidadas.
Pero su nombre es pronunciado
en virtud de los libros que han escrito,
tan perfectos siguen siendo.
Y el recuerdo de quien los ha hecho alcanza los límites de la eternidad.Sé escritor, pon esta idea en tu corazón.
Que tu nombre venga a la existencia igualmente.
Es más provechoso un libro que una lápida sepulcral grabada,
que una pared de capilla sólidamente construida.
Sirve de morada y de pirámide
para hacer pronunciar su nombre.
No hay duda que es provechoso en la Necrópolis
un nombre que está constantemente en labios de la humanidad.
Habría que leer este hermoso texto desde el principio para comprender hasta qué punto apreciaron los egipcios del Mundo Antiguo el valor de la escritura, y hasta qué punto importaba escribir para el propio autor. Fijáos qué importancia le da a tener una rutina, un ceremonial con el dedicarse de lleno a la escritura, día a día, necesario para su existencia terrenal.
Con su arte tenía la certeza de alcanzar la inmortalidad. Buscaban un público que les recordase para siempre y que les citase; nombrarles era existir.
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