Egipto. Miles de años antes de Rómulo y Remo ya era el país de las pirámides. Ya en tiempo de los egipcios, amantes de la palabra, el sentimiento de la propiedad literaria era profundo. En un rollo conservado en el museo de El Cairo se encuentra un vibrante recordatorio de la inmortalidad que procura una gran obra literaria:
Estos escritores sabios del tiempo de los sucesores de los dioses,
aquellos que anunciaban el porvenir,
resulta que su nombre dura para la eternidad,
aunque se hayan ido, cumpliendo su vida,
y que se haya olvidado a toda su parentela.
No se han construido pirámides de bronce
con losas sepulcrales de hierro.
No han sabido dejar herederos,
hijos para pronunciar su nombre.
Pero a guisa de herederos se han procurado
los libros de aleccionamiento que han escrito.
Han hecho del rollo de papiro un ceremonial,
y de la tablilla para escribir un "hijo querido".
Sus libros son sus pirámides
y el cálamo es su hijo.
La superficie de la piedra fue su mujer.
Poderosos y humildes llegaron a ser sus hijos,
pues el escribano es el jefe de todos ellos.
Se han construido puertas y moradas para ellos,
pero se han desmoronado.
Su sacerdotes de Ka han desaparecido,
sus losas sepulcrales están cubiertas de polvo
y sus tumbas están olvidadas.
Pero su nombre es pronunciado
en virtud de los libros que han escrito,
tan perfectos siguen siendo.
Y el recuerdo de quien los ha hecho alcanza los límites de la eternidad.
Sé escritor, pon esta idea en tu corazón.
Que tu nombre venga a la existencia igualmente.
Es más provechoso un libro que una lápida sepulcral grabada,
que una pared de capilla sólidamente construida.
Sirve de morada y de pirámide
para hacer pronunciar su nombre.
No hay duda que es provechoso en la Necrópolis
un nombre que está constantemente en labios de la humanidad.
Habría que leer este hermoso texto desde el principio para comprender hasta qué punto apreciaron los egipcios del Mundo Antiguo el valor de la escritura, y hasta qué punto importaba escribir para el propio autor. Fijáos qué importancia le da a tener una rutina, un ceremonial con el dedicarse de lleno a la escritura, día a día, necesario para su existencia terrenal.
Con su arte tenía la certeza de alcanzar la inmortalidad. Buscaban un público que les recordase para siempre y que les citase; nombrarles era existir.