lunes, 1 de octubre de 2018

¿Pero todavía va gente a las librerías?



Es el comentario que me hizo hace unos días un compañero de trabajo. Según él, como vivimos en un mundo global, ¿para qué ir a una tienda, si todo puede comprarse online? Y es que esa parece la tendencia para todo. Antes ibas a una tienda porque tenía escaparate donde ver qué ofrecían y entrabas a comprar porque era donde podías adquirirlo. Ahora, ni siquiera los productos perecederos se salvan. Todo puede comprarse a través de una pantalla. No es necesario salir de casa.
                No es que sea algo malo. Es práctico, desde luego. Yo también compro online, y casi siempre libros. Pero mi preferencia es acudir a una librería. Compro online porque no tengo tiempo de escaparme dos horas a perderme entre libros. Cuestiones de tiempo y familiares.

                ¿Qué busca alguien en una librería?

                -Una recomendación de lectura por parte de un librero. Pero mi compañero dice que ya por la red puedes encontrar la opinión de miles de consumidores sobre cualquier cosa, que miles de anónimos comentaristas hablan sin tapujos de lo bueno y de lo malo, sin sesgos interesados. Que un librero no puede saber sobre todos los libros que vende, así que al final casi seguro que lo que te comente no te aporta nada.



                -La lujuriosa satisfacción de ver estanterías llenas de libros, posibles lecturas satisfactorias. Pero mi compañero dice que en cualquier web de libros un lector curioso puede hallar lo mismo en su inacabable catálogo digital.

                -El placer encontrar un libro insospechado que le sorprenda. Pero mi compañero dice que eso de comprar al azar no requiere ir físicamente al establecimiento.

                -Una librería es un punto de encuentro cultural. Pero mi compañero dice que no, que una librería es un almacén de libros, que trae libros de otro almacén aún mayor, y que para qué pagar por un intermediario.

                -La palabra escrito porque alimenta la imaginación y la curiosidad. Pero mi compañero dice que ver una página llena de letras le aburre y está obsoleto. Lo que hay que hacer, dice él, es presentar las historias de los libros en formato serie o documental, con modelos tridimensionales, escenarios, música evocadora, algo excitante que no aburra, y que no requiera tanto esfuerzo de concentración.


 Pero la gente sigue leyendo (salvo mi compañero). Cada año se sigue celebrando la Feria del Libro de Frankfurt (este año del 10 al 14 de octubre) donde acude cientos de agentes y editoriales a negociar publicaciones y traducciones de miles de libros, de un país a otro. La lectura sigue viva, compitiendo con otras formas de entretenimiento audiovisual. Pero la palabra escrita es la fuente madre de la que se alimentan esas otras formas. Acudir a la fuente madre es una poderosa experiencia. Cada libro es una llave a otro mundo, pero ese mundo depende de cada persona, de sus emociones, experiencias e imaginación. En algunos se convierte en adición. En otros, nada. La palabra escrita no es para todos. Y sin embargo esa misma palabra en imágenes puede convencer a los renuentes. Al final, lo que pasa es que queremos que nos cuenten historias, y nos gusta el aspecto tribal de compartir esas historias y experiencias.

Por eso acude la gente a la librería, para convertir una actividad solitaria en una actividad de tribu. Por eso podrás jugar online en casa, pero preferirás hablar de libros en persona con otros bibliópatas en una librería.

Creo que quien no lee se está perdiendo uno de los placeres de la vida.