viernes, 9 de diciembre de 2016

Mis dos centavos: los consejos de Albert Zuckerman

Relax. Un escritor necesita alimentarse de lecturas y es lo que he hecho este último més, desde la conclusión de las VI Jornadas de Novela Histórica de Granada en noviembre. Jornadas que en su conjunto fueron un éxito, con cambio de sede, nuevos patrocinadores y buena presencia de público. Los autores invitados (Luis Zueco, Luis García Jambrina, Andrés Nadal) creo que se llevaron buenas sensaciones de su paso por Granada. El staff de JORNADAS (Blas Malo, Carolina Molina, Mario Villén, Noe Ibañez, Sara Esturillo) acabamos agotados pero satisfechos.

Podéis leer una crónica del evento AQUÍ

También me ha dado tiempo a pensar cómo mejorar mi escritura. En cómo escribir mejor. Indagar por qué algunos libros y autores me gustan y emocionan, cómo lo hacen, cuál es su técnica. Un autor que me encanta es Ken Follet, sobre todo su primera época. Quería su consejo. Lo obtuve, a través de un libro: "Escribiendo un best-seller", escrito por Albert Zuckerman, agente literario de Ken Follet y fundador de la agencia The Writer House. El libro fue publicado en 1994 y analiza 5 grandes éxitos literarios en ventas (entre ellos "El padrino", de Mario Puzo; "El hombre de San Petersburgo", de Ken Follet; y "Lo que el viento se llevó", de Margater Mitchell) y bucea en sus borradores.


Las novelas que analiza las leí en su momento, y la de Kenny me encanta. Lo mejor del libro es que Kenny aportó los 3 borradores previos a la versión definitiva, y se muestra y analiza cómo cambian y mejoran, y por qué. De primeras se ve que hay una buena idea de fondo, pero que debe concretarse en una buena historia, añadiendo, quitando escenas y personajes, y no temiendo hacer modificaciones.

El prólogo de Ken Follet al libro anima a cualquier aprendiz de escritor:

"Hay tres cualidades que un narrador necesita poseer por encima de otras. Debe ser (a) imaginativo, (b) culto y (c) tenaz. Pero puedes poseer las tres cualidades y aún así escribir un mal libro. Lo sé, porque yo he escrito varios."
(Ken Follet, 1994)

Y con nuevos ánimos vuelvo este fin de semana a mi escritura. No hay que desesperar.

lunes, 7 de noviembre de 2016

VI JORNADAS DE NOVELA HISTÓRICA DE GRANADA (11,12 y 13 de noviembre de 2016)

Qué barbaridad, cómo pasa el tiempo. Desde julio no he publicado nada en este blog, y eso que tenía la firme intención de realizar publicaciones mínimo una por semana. A veces, el cansancio; otras, la familia que consume los fines de semana. Y la escritura, que no me abandona. Los libros de documentación se me acumulan. Las lecturas, igual. Compro libros, que aún duermen en las estanterías esperando su turno. 

Somos esclavos del tiempo, de un tiempo que se consume.

De todas formas, hay tanto que leer, que es mejor dejar las publicaciones en el blog para lo más relevante. Hay quien no se contiene, o no sabe contenerse; yo prefiero contenerme si lo que puedo contar es irrelevante. Es como escribir una novela. Hay que escribir con concisión y economía; autor, no intentes convencerme con 900 páginas, que ya me parecen muchas.

Esto es importante.

El próximo fin de semana  (del 11 al 13 de noviembre) se celebrarán las VI JORNADAS DE NOVELA HISTÓRICA DE GRANADA, de las que vuelvo a ser director y organizador junto al resto del Staff de la Asociación (Carolina Molina, Mario Villén, Noelia Ibáñez, Sara Esturillo, Ana Morilla). Vendrán autores nacionales a hablarnos sobre sus últimas novelas históricas y sus novelas y lo pasaremos estupendamente. De nuevo contamos con la Biblioteca de Andalucía, y este año, además, con el Cuarto Real de Santo Domingo. Tenemos nuevos patrocinadores y nuevo cartel, que ha quedado muy bien.

Lectores, ¡¡os esperamos!!



martes, 12 de julio de 2016

Mis dos centavos: pasión por la Edad Media

Estoy en semanas de cambio. Cambio de residencia, cambio de trabajo, cambio de perspectivas... Sin embargo, en los últimos diez meses no he visto apenas tele ni noticias y me da a mí que no me he perdido nada. Política y fútbol, las mismas caras, las mismas palabras... malo. Señal de que el país está paralizado. Alrededor, miro y todo es lo mismo. Estamos estancados. Ni se ven perspectivas, ni ilusiones, sólo miedo.

En el trabajo, con nuevos compañeros, lo mismo. Todos atentos a ver quién sigue, a quién despiden esta semana. Y la otra. Y la siguiente. Y así sucesivamente. Lo cual es descorazonador.

Pero en mi caso, el remedio lo encuentro en los libros. En mi oficina ya corren rumores sobre mis novelas. Y he comprobado que, a pesar de tener 4 títulos ambientadas en diferentes momentos de la Historia, la época preferida sobre lectura en el género histórico es la Edad Media. Que los principales lectores interesados son mujeres.

¿Por qué la Edad Media? Las dos grandes épocas tratadas por las editoriales son Roma y Edad Media. Siguen publicándose muchas novelas sobre el pasado del Imperio Romano y sobre nuestro medievo peninsular (musulmanes, cristianos, las Navas de Tolosa). De romanos hasta en la sopa, seguimos sorprendiéndonos de los logros de una civilización que dominó Europa con sus legiones y su logística (carreteras, acueductos y grandes obras públicas). Por mi parte, estoy saturado de tanta novela romana. Me daré un respiro en verano.



¿Por qué nos fascina tanto el Medievo? Será porque España fue tierra de frontera. Y en toda frontera hay conflictos. Ambiciones de reyes frente a los primeros burgueses. Enfrentamiento de civilizaciones. Castillos. Caballeros esforzados, garantes de un ideal de justicia en una tierra exenta de ella. Vastas tierras de nadie, desiertos demográficos, ocupados por colonos en busca de un futuro y por balbuceantes eremitas, que serán semilla de futuros monasterios. Quizás nos fascina esta era porque aún existía la sorpresa, el mundo era inmenso y plano y el océano circundante terminaba en unas terribles cataratas, merodeadas por monstruos marinos. Las Cruzadas en Tierra Santa tenían su reflejo en las fronteras entre los reinos de León, Castilla y Aragón frente al-Andalus, Córdoba era la ciudad más poblada de Occidente, y era musulmana, mientras que en Oriente la mítica y cristiana Constantinopla soportaba el empuje constante desde Damasco.

Quizás nos atraen esos siglos porque aún se creía en lo imposible. En los mitos, en lo sobrenatural, en las leyendas artúricas, en la piedad y en la venganza de Dios, en la brujería y hechicería frente al cristianismo que regulaba toda la vida de los súbditos y señores. En el asombro y el miedo por puro desconocimiento. Los monstruos y males acechan al hombre, pobre, frágil, miserable, aplastado por los tributos y sus obligaciones, por la peste negra, por las guerras, por el caprichoso deseo de sus señores y monarcas, el yugo y el miedo a la muerte. Y sin embargo, esos hombres sobrevivieron. Creyeron en los trovadores y en la búsqueda del Grial. Y de la Edad Media, poco a poco, se abrió paso una nueva era.

En estos tiempos tan confusos y tan descreídos a pesar de tanta Nueva Era Digital, quizás la fe de esta gente antigua en sí mismos para sobrevivir es lo que nos atrae tanto. Tenemos suerte. Vivimos en España, tierra de castillos, torres, puentes, monasterios y catedrales. Cada uno de ellos, nos susurra la dura vida de una era pasada, pero no olvidada.

jueves, 14 de abril de 2016

Mis dos centavos: Por Itálica

Ayer pude disponer de la tarde entera para mí. En Sevilla son días de feria a pesar de la lluvia. Se acerca la fecha del 23 de abril, comienzo de muchos eventos en multitud de Ferias de Libros en nuestro país. Después de pasar la semana pasada por Guillena, tengo una conferencia y una presentación previstas en la FLG 2016. Sigue en marcha la promoción de mi nueva novela "LOPE. LA FURIA DEL FÉNIX", con entrevistas y saludos a los lectores. Del trabajo que me paga las facturas mejor no os cuento nada, salvo que todo va a peor.

Entre viajes y familia, libros y obligaciones, me tomé el capricho ayer de volver al pasado y viajar dos mil años atrás en el tiempo, hasta la colonia romana de Aelia Augusta Itálica en Santiponce (Sevilla). No había casi nadie. La Feria de Abril es lo que es. Y esta ciudad romana está dormida desde que en 1984 dejaran de realizarse excavaciones para su estudio.



Mientras recorría sus calles antaño porticadas y habitadas por treinta mil ciudadanos, y sus solares que duermen bajo campos labrados ocultando sus secretos, pensé en lo que fueron, en lo que son ahora. Los libros. Se oyen noticias pavorosas sobre el mundo de los libros. No se lee. Cifras de ventas que antes eran ridículas ahora son superventas. El único remedio que conozco es escribir mejores libros. Si es un ciclo, se verá. Si es el fin, se verá también.

Lo mejor fue la sorpresa que guardaba el anfiteatro. No me había fijado antes en los grafitis que adornan los ladrillos de las galerías bajo la cavea. Allí está el testimonio escrito de quienes hace años pasaron, como yo, por esas galerías. Hicieron mal, quizás, pero ahí estaban sus nombres, sus dedicatorias. Busqué las más antiguas que pude.



"Pedro Pintor estuvo aquí en el año de la victoria, 27-7-1936" 
"Bernardo Jimenez, 1912"
"Jeronimo para María, 1902"
"Aquí estuvo Federico el día que entré en la Universidad de Sevilla y que me vaya bien, 1967"

Y muchas más fechas y nombres, 1923, 1925, 1927, 1932. En aquellos ladrillos en penumbra, con trazos de carboncillo que las filtraciones han cubierto de una película de calcita, preservando por mucho tiempo, esas personas querían preservarse de alguna forma. ¿Muertos, separados, con hijos, con nietos, desaparecidos, emigrados? ¿En luna de miel, de excursión, como amantes furtivos? Sintieron la necesidad de dejar algo, de escribir en esas paredes que habían sobrevivido dos mil años. De escribir y de que alguien, quizás, les leyera y se preguntara por ellos. De dejar impronta, con la esperanza de no morir del todo ni para siempre.

El que escribe, aspira a que alguien lo lea. Yo los leí ayer, a muchos, hasta donde pude leer. Cada ladrillo podía ser una lápida funeraria. O un libro testamentario. Una cápsula del tiempo. Emocionado, decidí que el hecho de escribir no morirá. El de leer quiero creer que tampoco.

domingo, 20 de marzo de 2016

Jaime García-Torres Entrala habla sobre LOPE. LA FURIA DEL FENIX






Al escritor Blas Malo lo conozco desde hace relativamente poco tiempo. Tuvimos ocasión de vernos en una de las mesas en las Jornadas de Novela Histórica de Granada en el año 2014, en la asociación que él preside, y desde entonces hemos mantenido un contacto más o menos periódico a través de las redes sociales y los correos de la asociación, compartiendo experiencias y, en ocasiones, sentimientos.

Pues bien; cuando conocí a Blas, a mí me llamó poderosamente la atención un aspecto muy peculiar de él. Y es que Blas pertenece a ese grupo de escritores, a mi entender privilegiado, que no ejerce profesionalmente en las ramas de las Ciencias Sociales, Jurídicas, Artes y Humanidades. Blas es un Ingeniero de caminos, canales y puertos; es decir, usando la terminología clásica, un hombre de ciencia pura. Y no será ni el último ni el primero. Ahí tenemos el ejemplo de Luis Martín Santos o Pío Baroja, que fueron médicos. Gregorio Marañón también, en el género del ensayo. Ernesto Sábato, fue físico; Lewis Carroll, matemático; y Dostoievski,  al igual que Blas, ingeniero.

Dicho esto, yo estoy convencido de que Blas es un gran escritor, entre otras cosas, porque detrás de ese escritor hay un magnífico ingeniero. Y no se si lo hace de forma consciente o inconsciente, pero el caso es que es capaz de trasladar ese conocimiento científico a la creación literaria.

Y aquí pienso que radica el éxito de la cuarta nueva novela de Blas, Lope, La furia del Fénix. El escritor Blas ha elegido para su cuarta novela un terreno arcilloso y resbaladizo, pero el ingeniero que hay detrás del escritor  ha sido capaz de levantar sobre ese terreno una obra con maestría.



¿Y por qué digo que el terreno es arcilloso? Pongámonos en situación. Blas, ambienta su cuarta novela en la figura de Lope de Vega en pleno Siglo de Oro de la literatura española, ese período que abarca desde la toma de Granada en 1492 hasta la muerte de Calderón de la Barca en 1681.
Y seamos sinceros y hagamos un acto de contrición. ¿Qué sabemos  de Lope de Vega y el Siglo de Oro de la literatura? Salvo honrosas excepciones, poco. Y no precisamente porque seamos incultos, sino por un claro desajuste educativo.

El primer contacto que hemos tenido con el Siglo de Oro se produce en una edad excesivamente temprana; quince, dieciséis o diecisiete años según los planes de estudios. Y en esa edad tan temprana nos obligan a estudiar y a leer a Góngora, a Quevedo, a Cervantes, a Lope, San Juan de la Cruz, a Fray Luis de León y a un largo etcétera de autores. Todo eso, en uno o dos trimestres; y con la agravante de la omnipresencia de Cervantes, que en el sistema educativo fagocita literalmente a todos estos autores.

¿Y qué recuerdo nos queda de ese Siglo de Oro que estudiamos? Salvo honrosas excepciones, muy poco. En la mayoría de los casos, tardes tristes, grises y aburridas de colegio, en las que escuchábamos a los profesores como un runrún de fondo, hablando de cosas que poco o nada nos interesaban porque, además, había otras manifestaciones artísticas más amenas y divertidas que requerían una actitud más contemplativa y menos activa, como la pintura o la escultura. Y, en concreto, de Lope recordamos tan solo que era un señor serio y de aspecto eclesiástico, por ese retrato de Eugenio Cajés que aparece en los libros de literatura, con un Lope con hábito clerical y cruz de Malta; un señor que escribió Fuenteovejuna, además de otras muchas obras que memorizábamos con extrañas reglas nemotécnicas para acabar confundiendo la Galatea con la Dorotea. Y poco más.

¿Qué ha ocurrido entonces? Es muy simple de explicar. A Lope de Vega hay que estudiarlo desde la madurez. Pero en esta etapa de la vida da pereza volver a los clásicos; y, aún queriendo, sufrimos una especie de síndrome de Stendhal, y ante tanta obra y tanto autor clásico no sabemos por cuál de ellos optar; por lo que acabamos confundidos y nos decidimos finalmente  por otras manifestaciones literarias más simples.

Este es el terreno arcilloso y complicado sobre el que el ingeniero Blas ha tenido que levantar su obra. ¿Y cómo lo hace? De forma muy hábil. En el capitulo I abofetea literalmente al lector y le dice algo así como: - ¡despierta villano! Y presta atención a lo que te voy a contar-. Y nos sitúa a un Lope en el puerto de Lisboa, a punto de embarcarse con la Armada Invencible, en un lupanar de mala muerte y con una prostituta portuguesa. Y Blas, lejos de presentar una escena bucólico pastoril, con un Lope poeta que recita versos a su amada, nos muestra una escena descarnada, con un Lope de Vega amando desenfrenadamente a la portuguesa hasta llevarla al éxtasis; y, todo ello, mientras Lope piensa en su mujer embarazada, que se ha quedado en Valencia, y en aquella amante que lo abandonó por otro en Madrid. Con las velas de los buques de guerra ya desplegadas, y antes de que el lector se de cuenta, Blas ha conseguido atrapar al lector y el ingeniero ha estabilizado el terreno arcilloso.

A partir de aquí Blas, el ingeniero-escritor, construye los pilares que sustentan la obra, que no son otros que los pilares de la emoción, haciendo que el lector pase por todos los estados anímicos posibles, como con la risa, la conmoción o la pesadumbre. Y que conozca de primera mano la avaricia, la vanidad, la ambición y la soberbia.


De esta manera consigue arrancar la risa del lector, con ese juicio a Lope por un poema injurioso, con un peculiar magistrado que come pestiños entre juicio y juicio; y con un Lope acobardado y esposado que, lejos de reconocer su culpa como un hombre de honor, se comporta como un raterillo que atribuye la autoría a alguien que ya se fue de Madrid, o a aquel otro que murió recientemente.
Blas consigue conmocionar con las escenas navales de la Armada Invencible, con esos barcos repletos de sangre, de heridos y de ratas, y con una tropa que no alcanza a comprender por qué los mandos no dieron orden de atacar, si supuestamente eran los mejores e iban a vencer en la batalla, y ahora se ven obligados a regresar a España humillados y derrotados.
 Y provoca un sentimiento de pena y lástima ante un Lope carente de recursos, que se ve obligado a pagarle al médico con el único bien material de que disponía, que era un ejemplar de la Divina Comedia.

Y una vez puestos los pilares y levantada la construcción, el escritor le pregunta al ingeniero de qué forma debe techar y cubrir su obra. Y el ingeniero le aconseja que construya una majestuosa cúpula para dar  cobijo a la novela. Y esa cúpula no es otra cosa que la mujer; pero no una mujer individualmente considerada. De hecho, yo empecé a anotar las mujeres a las que Lope amó y opté por dejar de contar, pues daba igual que fueran quince o cincuenta. Esa mujer a la que se refiere Blas es la mujer como concepto, la mujer como objeto de un deseo irrefrenable del que Lope no se arrepiente lo más mínimo. Como el propio Lope dice en un momento de la novela, “si dios ha sembrado este deseo en mí tendrá que tolerarlo”.

Estabilizado el terreno, levantados los pilares y construida la cúpula, Blas adorna este edificio; y lo hace con un estilo cuidado, con un léxico riquísimo y construyendo frases perfectas; recurriendo al flashback solo cuando es absolutamente necesario para no apartarse del argumento lineal; y con un correctísimo uso de las acotaciones que integran la narración dentro del dialogo.

Construido y adornado el edificio, en su interior nos muestra una pieza dividida en cuatro actos donde se hablará de temas universales como el amor, el desamor, y la envidia, materializada en las rencillas literarias y en esas tertulias literarias de Sevilla, que se asemejaban más asociaciones de mafiosos que a reuniones culturales.

Y consigue finalmente que el lector tome ojeriza a Góngora y al mismísimo Cervantes. A ese Cervantes que lo calificó como “monstruo de la naturaleza”. Y aunque todos piensan que aquella denominación fue un elogio, yo estoy convencido de que se trató de un insulto, pues es la misma expresión que don Quijote emplea para humillar a Sancho Panza en el capitulo cuarenta y seis del Quijote, cuando lo llama, entre otras lindezas, villano, ignorante, mal mirado, deslenguado, bellaco…Y acaba diciéndole: ¡Vete de mi presencia, monstruo de la naturaleza…! Si Cervantes está empleando el mismo calificativo con Lope y con Sancho Panza, difícilmente puede entenderse como elogio lo que antes utilizó como un insulto.



Vista esta construcción, si a mi me preguntan si yo recomiendo la obra, por supuesto que diré que sí. Lope, la furia del Fénix, es una obra leerla con calma, sin prisas, recreándose en todo lo que cuenta Blas, que es mucho, y sin buscar el desenlace de forma precipitada. Solo de esa manera se podrán descubrir todos los secretos que la novela esconde; entre otros, que el propio Blas interviene cual Alfred Hitchcock en su propia película, apareciendo fugazmente en la  novela y oculto entre líneas. El  reto para el lector estará en encontrarlo.

Pero voy aún más lejos. Si yo fuera ese profesor de literatura del que hable al principio, indudablemente me vería obligado a explicar a mis alumnos todo lo que supuso el Siglo de Oro, pues académicamente sería lo exigible; pero les aconsejaría además que leyeran esta obra de Blas. Y yo estoy convencido de que ese alumno, antes o después, aparecerá por cualquier librería y le pedirá al librero algo de ese genio que fue Lope, para conocer de primera mano lo que ese autor escribió. Y ese alumno que primero leyó a Blas, leerá después a Lope.

Por Jaime García-Torres Entrala, autor de "El aroma de Bitinia" 
 

miércoles, 10 de febrero de 2016

El 17 de Febrero llega LOPE. LA FURIA DEL FENIX (Ediciones B)


«¿Cuántas vidas puede vivir un hombre? Ser un ladrón, un embustero, un villano, un príncipe, un califa, un rey castellano; ser un hombre libre, un huido de la ley, un cómplice, un adúltero, un justiciero; un padre deshonesto, un fugaz amante, un pecador irredento. Un buen hombre, un defensor del desvalido, un piadoso cristiano. Un sinvergüenza. Porque todas estas vidas, y más, fue Lope Félix de Vega Carpio, inabarcable fenómeno de la naturaleza, que un día me embaucó para escribir estas palabras. Que ahora son tuyas, lector.»
                                                                       Blas Malo

El próximo miércoles 17 de febrero de 2016 llegará a las librerías mi nueva novela, "LOPE. LA FURIA DEL FENIX", editada por Ediciones B.


 

Estar de nuevo en las librerías ya es un triunfo, y es increíble cuánta historia acumula nuestra vieja, arañada, pisoteada, enaltecida y desgajada España. El Siglo de Oro no se llamó así sólo por el oro de las Indias y por la plata del Perú, sino por una revolución en las letras que movió épica y libros como nunca hasta entonces. En esta novela doy un nuevo salto histórico y me sumerjo en una época llena de hechos, personajes y tramas. En 7 DIAS estará en toda España. A partir de ahí, quedará en manos de vosotros, lectores, opinar sobre si el trabajo ha sido bien realizado.

Estoy ya organizando varias presentaciones, que anunciaré cuando estén confirmadas. De momento, para abrir el apetito, tenéis disponible el PRIMER CAPITULO en mi web, podéis leerlo pinchando AQUI

Si queréis comentarme cualquier cosa al respecto me podéis encontrar en Facebook, Twitter y por correo eléctronico, a vuestra disposición.

"Se puede ser malo y pecador, pero vil, ¡jamás!" (Lope de Vega)