viernes, 31 de octubre de 2008

Endorfinas

-Tengo mono. Necesito una dosis.
-Ya sabes lo que cuesta. Su precio. Ya lo sabes. ¿Lo tienes?
-Toma. Lo tengo, lo tengo todo.¡Dámelo!
-Que aproveche...

Y dos líneas después ya siento las endorfinas recorriendo las venas.

Hablo del mono del escritor. Me sucede todos los días, todos las noches. Si no escribo aunque sea media cara no doy el día por bien empleado. Un ejemplo de esto es que estoy reventado, son las 0:58 y en vez de acostarme estoy escribiendo.

Necesito mi dosis diaria. Mis endorfinas que me lancen a mi lado creativo. Y por eso a veces me rabia, cuando llego a casa después de horas, horas y más horas de trabajo, con las preocupaciones del trabajo aún rondándome y colapsando mi mente, y no soy capaz de sacar ni una hora de escritura, ni una hoja y a veces ni una línea. ¡Pero es que estoy tan cansado!

Pero luego pienso en el Orgullo de Novato, y que tengo que esforzarme. Así que cojo el folio en blanco, leo las cuatro o cinco páginas garabateadas anteriores para retomar el hilo, y escribo, peor que mal, con cansancio, tachando primero una palabra y luego la frase entera, deseando que llegue la inspiración, pero sigo ahí, incluso cuando la letra me cuesta incluso a mí reconocerla.

Y llega la Inspiración. Escribo entonces de forma furiosa y apresurada, más que palabras gusanitos enredados que ya me molestaré en descifrar al día siguiente, y al llenar al menos media cara, ¡oh sí! llega la oleada de endorfinas. ¡Más de una vez me he sentido tentado de escribir mientras siga con un ojo abierto a costa de ser insomne! Pero no, mejor no. Los días ya son muuuy largos por sí solos. Más vale estar medio fresco en la oficina al día siguiente que babeando sobre el vaso de café más dormido que fresco y con los teléfonos sonando sin poder juntar dos sílabas (ya me sucede en ocasiones, así que sin dormir mejor que no apareciera por allí)

Dita sea. La moraleja: contra, que voy a tener que cambiar de trabajo. ¡Necesito más tiempo para escribir! Sí, me inspira más levantarme a escribir que escuchar a mi jefe.

Hoy terminaba el plazo del concurso de novela histórica al que me he presentado. La última semana de enero de 2009 puede ocurrir algo. Y ello me anima a continuar con BIZANCIO, que sigue en racha y acercándose ya a las 200 páginas.

Un saludo endorfínico a todos

viernes, 24 de octubre de 2008

Círculo eterno (I): los egipcios (1400 a.C)

No hay nada nuevo bajo el sol, y aunque en apariencia todo sea distinto, todo cuanto podamos imaginar ya ha sucedido antes, muchas veces.

Egipto. Miles de años antes de Rómulo y Remo ya era el país de las pirámides. Ya en tiempo de los egipcios, amantes de la palabra, el sentimiento de la propiedad literaria era profundo. En un rollo conservado en el museo de El Cairo se encuentra un vibrante recordatorio de la inmortalidad que procura una gran obra literaria:

Estos escritores sabios del tiempo de los sucesores de los dioses,
aquellos que anunciaban el porvenir,
resulta que su nombre dura para la eternidad,
aunque se hayan ido, cumpliendo su vida,
y que se haya olvidado a toda su parentela.

No se han construido pirámides de bronce
con losas sepulcrales de hierro.
No han sabido dejar herederos,
hijos para pronunciar su nombre.
Pero a guisa de herederos se han procurado
los libros de aleccionamiento que han escrito.
Han hecho del rollo de papiro un ceremonial,
y de la tablilla para escribir un "hijo querido".
Sus libros son sus pirámides
y el cálamo es su hijo.
La superficie de la piedra fue su mujer.
Poderosos y humildes llegaron a ser sus hijos,
pues el escribano es el jefe de todos ellos.

Se han construido puertas y moradas para ellos,
pero se han desmoronado.
Su sacerdotes de Ka han desaparecido,
sus losas sepulcrales están cubiertas de polvo
y sus tumbas están olvidadas.
Pero su nombre es pronunciado
en virtud de los libros que han escrito,
tan perfectos siguen siendo.
Y el recuerdo de quien los ha hecho alcanza los límites de la eternidad.

Sé escritor, pon esta idea en tu corazón.
Que tu nombre venga a la existencia igualmente.
Es más provechoso un libro que una lápida sepulcral grabada,
que una pared de capilla sólidamente construida.
Sirve de morada y de pirámide
para hacer pronunciar su nombre.
No hay duda que es provechoso en la Necrópolis
un nombre que está constantemente en labios de la humanidad.


Habría que leer este hermoso texto desde el principio para comprender hasta qué punto apreciaron los egipcios del Mundo Antiguo el valor de la escritura, y hasta qué punto importaba escribir para el propio autor. Fijáos qué importancia le da a tener una rutina, un ceremonial con el dedicarse de lleno a la escritura, día a día, necesario para su existencia terrenal.

Con su arte tenía la certeza de alcanzar la inmortalidad. Buscaban un público que les recordase para siempre y que les citase; nombrarles era existir.

sábado, 18 de octubre de 2008

El orgullo del novato (I): Nadal vs Simon

Tenía en mente una entrada distinta, pero no puedo resistirme a postergarla después de disfrutar con la impresionante semifinal del Tenis Master Series de madrid, entre Rafa Nadal y Gilles Simon, que acaba de concluir.

¿Por qué? No es sólo deporte. Lo que se ha visto es la lucha de esta perra vida. La lucha del novato por su supervivencia.

Ahí estaba el flamante número uno, invicto, intocable, veterano de mil batallas, nuestro orgullo patrio Rafa Nadal. Ya conocemos sus inmensas gestas. Uno de los mejores deportistas españoles de todos los tiempos.

El otro era Gilles Simon. Un francés. Joven. ¿Pero quién es ese?, dije yo. Otro más que va a caer bajo la apisonadora Rafa. Otro más de la lista infinita de la ATP. Rafa es el Nº1, éste ni idea. A saber. ¿El Nº25?¿El Nº30?¿El Nº1000?. Pues eso.Bah.

Cuando he puesto la tele luchaban por el último set. Llevaban 2 horas y media. Y en cuanto he visto la cara de Simon, me ha electrizado. Y no he podido despegarme de la pantalla.

Golpe tras golpe, el francés no sólo no se acobardaba ante Rafa sino que ha remontado todo. La cara de Rafa era un poema. Estaba preocupado. Estaba pensando que este imberbe no era un hueso fácil. Estaba pensando en que podía perder. Su mirada era una mirada de furia fría, que a ráfagas paracía estallar como una supernova.

En cambio el rostro de Simon era el del novato insolente. Estaba ante Rafa, ¡el Nº1!, y sonreía. ¡Qué mirada!¡Qué perseverancia, qué arrojo! Estaba dispuesto a no perder, a ir a por todo, a sudar la propia vida, porque el novato podía vencer. No sólo podía. ¡Lo estaba haciendo! Con fuerza, con inteligencia, con entrega suicida. Sabía lo que quería ¡El número uno estaba perdiendo bajo sus golpes!

Rafa contraatacaba, pero Simon devolvía todo, ¡mágico!, y en cuanto Rafa explotaba Simon ¡hop! al alcance de su raqueta tocaba el Olimpo de la inspiración con el consentimiento de los dioses. El partido duraba ya tres horas y media, y seguían dando golpes, reventando la pelota de un lado a otro, llenando la pista de sudor caliente y olor a macho en lucha.

Y Simon sonreía, se revolvía, seguía sonriendo, gritaba sus fallos, despreciaba los abucheos del público con su silencio y su mirada seguía fija en Nadal, que estaba apurando el cáliz amargo que llevaba a la derrota.

Y cuando ganó, Simon supo que habia sido el mejor partido de su vida.

A todos los novatos, noveles de la literatura, y de cualquier otro ámbito de la vida, os presento las Leyes de Orgullo de Novato

1.-¡Persevera!¡Los intocables no son invencibles!¡Aguarda pero no cejes de intentarlo!
2.-¡Si el universo conspira contra ti, ríete en su cara!¡Tú sabes que puedes!
3.-¿Y si aparece el fracaso?¡No te importa el fracaso!¡NO CREES POSIBLE EL FRACASO!
4.-¡Tus fuerzas son infinitas! Mira tu objetivo. ¡Duplica tus objetivos!¡Puedes con todo!
5.-El tiempo es tu aliado. ¡Corre cuando tengas que correr!¡Párate cuando tengas que pararte!¡Eres un novato que tienes todo el tiempo del mundo!
6.-Con cada avance, mira el camino recorrido. ¡Y tú que tenías dudas, pues mira lo que has conseguido ya!¡Ahí delante está la meta!
7.-Cuanto obstáculo que encuentres no importa, porque sabes lo que quieres: ¡LA VICTORIA!


Aquel que siga estas reglas ya no podrá mirarse igual cuando pise terrenos desconocidos, nuevas experiencias, obligaciones o temores.

Eso es lo que he aprendido hoy. Y no lo olvidaré. ¡Porque busco la victoria!¡Publicar mi libro!¡El Príncipe de Asturias de las letras!¡El premio Nobel!¡Casarme, trabajar en Granada, tener un heredero! He decidido que NADA ME SERÁ IMPOSIBLE, PORQUE BUSCO MI VICTORIA.

Y eso, entre otras cosas, ocurrirá porque no estoy solo. TIENE QUE OCURRIR.

miércoles, 8 de octubre de 2008

RELATO: Una mala vida (III)

La Cadena Ser, en su programa "Hoy por Hoy2 y en colaboración con la Escuela de Escritores ha puesto en marcha un año más su concurso semanal de microrrelatos "Relatos en Cadena 2008-2009". La gracia del concurso consiste en escribir un relato de máximo 100 palabras, y que comience con la última frase del ganador precedente.

El premio de final de temporada, que se otorga entre los ganadores de cada mes, es 6000 euros (entre 100 palabras quiere decir que premian 60 euros por palabra, ¡no está mal!)

Puedes participar aquí

Aquí va mi participación de esta semana (exactamente 100 palabras, ¡fiuu!), siguiendo con las desventuras de Garrigan.

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("Una mala vida")(microrrelato y tercera parte)

Algún día se enterarían de quién era el que movía el espejito. Niños. A pesar del reflejo del sol, el agente Jimmy Garrigan volvió a orientarlo hacia la mansión de los Pioretti desde su Mustang. Un atraco, cinco muertos y cuatro millones desaparecidos. Dick Caraplomo Perry estaba huido y reclamaría en cualquier momento su parte del botín. Garrigan comprobó su Smith&Wesson. Estaba cargada hasta la última bala. De repente el sol dejó de deslumbrarle.
-Mira a quién tenemos aquí —dijo Caraplomo amartillando su Beretta por la ventanilla —. Manos al volante. Y cuidado.
Era mal día para dejar de fumar.


@Copyright Blas Malo Poyatos. Todos los derechos reservados.

lunes, 6 de octubre de 2008

RELATO: Una mala vida (II)

(Una mala vida) (Segunda parte)

Había sido un golpe espectacular. Se hicieron con la clave de la caja secuestrando a la hija del interventor y habrían escapado ocultos entre los rehenes de no ser porque alguien dio el chivatazo. Por lo visto a alguien, gordísimo de ceros, no le gustaba que nadie metiera sus manazas en su tarta. Perry mató a cuatro policías antes de rendirse. Lo primero que pidió fue un cigarrillo rubio. Lo segundo fue un abogado. Y sin embargo, cuatro millones habían desaparecido.

El celador entrado en carnes se echó a temblar en cuanto vio la placa. Una enfermera en prácticas se alzó tras el mostrador. Hecha un manojo de nervios se recompuso la falda olvidando abrocharse un botón de la camisa, y como una gata asustada huyó en busca de un historial con el que entretenerse. El celador tragó saliva. Garrigan sacó un cigarrillo, pero recordó que estaba en un hospital.
—¿El depósito?
—La puerta del fondo, a la derecha al final del pasillo. Bajando las escaleras.

El agente encendió el cigarrillo. Iba a dejarlo, maldita sea, pero el último siempre se le resistía.

En el silencio de los pasillos desiertos oyó una puerta batirse sobre sus goznes. Sacó su Smith&Wesson de 9 milímetros. La puerta que aún se balanceaba era la del depósito. Un olor rancio a tabaco mascado le vaticinaba problemas. Sonaron dos disparos y dos gritos, eran los sonidos de una Beretta. Su canción de muerte era inconfundible. Garrigan entró de golpe y se encontró cara a cara con Dick Perry y a un agonizante Fillerone sobre un charco de sangre. Se tapaba el hígado.
—¡Dick, suelta el arma!
El asesino se volvió. Garrigan interpretó aquella mueca como una sonrisa. Además del italiano había un chico grandote con uniforme verde y guantes de látex sacando una camilla vacía del frigorífico y mirándoles con cara de bobo.
—¡Agente, llame a un médico!¡Me muero! —gimió Fillerone.
—Oh, cállate ya, soplón —dijo Caraplomo, descerrajándole el tiro definitivo en el estómago—. ¿Cuánto esta vez, Jimmy?¿Doscientos?
El agente bajó el arma lentamente. Suspiró y asintió.
—Nunca más, Dick. En billetes pequeños. Ya sabes dónde.
Dick Caraplomo sonrió, escapándose como una sombra. El bobo del auxiliar cogió el cadáver de Paolo y lo puso sobre la mesa de acero frío, listo para su ritual. Garrigan le miró con lástima.
—No tendrías que estar aquí, hijo.
El auxiliar sonrió.
—El depósito no está tan mal. Siempre está lleno de mujeres.

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El sábado tuve un Jaén una reunión familiar, la comida anual que celebramos todos los años en el pueblo de Torreperogil. Allí me llevé una sorpresa. Existe una teoría que dice que todas las personas estamos dentro de una red social donde no existe más de seis grados de separación.

Pues bien, hablando de mi novela y de mi afición a la escritura, surgió el tema del mundillo empresarial editorial y de las dificultades de publicar, y por pura casualidad salió a relucir que uno de mis tíos abuelos, residente en Madrid, conoce a un escritor, de sus años mozos allá en la posguerra. Así que le di a mi tío una copia. Si ese veterano de las letras lee la novela y me dice algo al respecto bienvenido sea.

En fin, una noticia inesperada, ya veremos dónde termina esta nueva aventura.

viernes, 3 de octubre de 2008

RELATO: Una mala vida (I)


El programa de radio "La Rosa de los Vientos" (Onda Cero) ha incorporado este año la sección de MICRORRELATOS 2008. En cada programa se leerá en las ondas el relato de uno de los oyentes, en la voz del presentador radiofónico Paco de León. El genero puede ser ficción, ciencia ficción, historia y fantasía, con una extensión de entre una cara y cara y media (para que leído dure 3-4 minutos).

Podéis enviar vuestros relatos al correo rosa.vientos@ondacero.es indicando que es para MICRORRELATOS 2008. No olvidéis incluir título del relato, nombre y ciudad.

Yo ya he enviado un relato, espero enviarles más porque me sirve para airear la mente y cambiar de registro. Me ha pasado a la Novela Negra. Os dejo con "Una mala vida". Que aproveche.

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("Una mala vida", primera parte)

Cuando el Chicago Tribune anunció en titulares que Dick Caraplomo Perry había escapado antes de comparecer ante el tribunal, los gritos de la indignada ciudadanía obligó al gobernador a exigir al departamento de policía una respuesta contundente. Alguien estaba metido en el asunto hasta las cejas. Un hombre así no debe estar libre, dijo el comisario Edwood, y si el sistema ha fallado tu deber es remover cielo y mierda hasta dar con él. Así se encontró Jimmy Garrigan, agente desencantado, amante del bistec y enemigo del agua sin aliño, de noche frente al barman del Little Soho. El barman le miraba con su sonrisa de veinticuatro quilates mientras secaba vaso tras vaso de los parroquianos, tan silenciosos como el billar manchado y ese cuco de pared que nunca acertaba las horas.
—Échale fuego a estos témpanos solitarios y vuelve a mirar esta foto. Sé que lo has visto. O eso, o que no lo recuerdas —y sacó de su billetera descosida veinte dólares que dejó sobre la barra.
El barman escanció por cuarta vez el whisky de doce años sobre el hielo a medio consumir sin dejar de sonreír. Garrigan puso dos billetes más.
—Ahora recuerdo, un hombre entró ayer buscando a Paolo Fillerone. Paolo nunca falta a su partida de billar. En cuanto le vio, el desconocido cogió un bate y le abrió la cabeza a uno de los hombres que intentó detenerle. Dijeron cosas muy feas. Que le mataría. Lo habitual.
—¿Y era él?¿Seguro?
—Seguro. ¿Cómo olvidarlo? Su rostro parecía un puzzle. En su barrio la viruela debe ser de plomo —le sirvió unos cacahuetes salados que el agente no rechazó.
—¿Dónde puedo encontrar a Paolo?
El barman se encogió de hombros.
—Pero si ya lo sabes. ¿Por qué me pones en un compromiso? Los italianos tienen una extensa familia.

Sí, Garrigan lo sabía. Paolo Fillerone, el cerebro que había planeado el atraco del Bank of America seis meses antes, había buscado cobijo como un polluelo asustado bajo las alas de los Pioretti. Salió a la calle. La bruma nocturna otoñal cubría las calles silenciosas. Buscó una cabina y telefoneó a un número. Una voz somnolienta preguntó quién era.
—Soy Garrigan, Mike.
—¡Por tus muertos, Jimmy!¿No sabes que son las cuatro de la mañana?
—Cierra la boca. Tú sabes cómo están las aguas en casa de los Pioretti. Busco a un hombre. ¿Dónde está Fillerone?
—¡Vete al infierno!¿No has leído las noticias?¡Caraplomo está suelto!¡No quiero ser una raya más en su lista!
—¡Escúchame! O me dices dónde está o te aseguro que Carlo Pioretti se enterará de cómo resolví el caso Bowkosky. ¿Te gustan los apartamentos a dos metros bajo tierra?
—¡No, no! Espera. Maldita sea, Jimmy, búscale en el Cook County Hospital. Está en el depósito. Yo no te he dicho nada.
—Un lugar excelente. Gracias, Mike.


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