domingo, 14 de abril de 2013

Escribir una novela (XVII): reflexiones y una biografía

Este fin de semana he leído cuatro artículos en diferentes blogs y medios digitales donde se comenta la difícil situación del mundo editorial y literario. Concuerdan en la misma conclusión: el escritor que vive de sus letras exclusivamente es una especie en extinción. Los superventas, que son los que mantienen a las editoriales permitiendo que éstas apuesten por nuevas promesas, cada vez venden menos; los autores de nuevo cuño languidecen en formato impreso. Se va a imponer lo que uno de los artículos llama escritores de clase baja: trabajadores de lunes a viernes, escritores de fin de semana, y se señala que si no hay escritores 100% dedicados a sus letras, menguará la calidad de lo escrito.

Esa afirmación me parece un menosprecio intolerable a la inmensa mayoría de gente que disfruta escribiendo cuando puede. Quien hace esa afirmación parece que viva en una burbuja. Yo soy un escritor de clase baja y no veo nada deshonroso en ello. ¿Se puede escribir una obra de calidad, estando ligado laboralmente a otra actividad? Rotundamente, sí. Estos años he conocido numerosos compañeros de afición que compaginan trabajo y afición. ¿Se es menos escritor de calidad, menos profesional de las letras, no estando dedicado a la escritura al 100%? Yo creo que se puede dar el 100% en todo aquello que uno se sienta realmente involucrado. ¿Que sólo se pueden escribir 15 páginas a la semana en vez de 30? Bienvenidas sean.

También conozco a autores que han apostado por ser sólo digitales, y no por ello dejan de ser grandes autores, refrendados por miles de lectores. Que el libro de uno no esté impreso no tiene por qué ser señal de menos calidad.

Yo personalmente, soy realista. Veo muy lejano eso de vivir de las letras (y actividades paralelas), y tener otra actividad, otro trabajo, a mí me proporcionaría la tranquilidad necesaria para concentrar mi mente en escribir, en las pocas horas que pueda dedicarle. Tener un Plan B, aparte de la literatura (y viceversa, tener un Plan B, aparte del trabajo). Es mejor no tener todos los huevos en la misma cesta, no sea que se rompa la cesta.



¿Y si se rompe la cesta? Creo que buscaría un nuevo trabajo, para tener ese Plan B, en vez de concentrar todo mi tiempo en escribir. La certidumbre de tener un ingreso fijo, aunque sea pequeño, es necesaria para disolver mis ansiedades y poder escribir con tranquilidad de espíritu.

Todo esto se relaciona con el tema de la entrada. Toda esta incertidumbre que vivimos en nuestros días es aplicable a nuestra novela. De hecho no vivimos encerrados en un cuarto sin ventanas con un flexo y un ordenador encendido (o sí), hay vida a nuestro alrededor, la gente de nuestro entorno interactúa, sufrimos y maldecimos, aspiramos a cambios en nuestras vidas; a veces se producen cambios que nos imponen y otros los decidimos nosotros. Todo ello genera emociones que debemos usar, consciente o inconscientemente, en nuestros personajes.

Y eso es bueno. Experimentar, sufrir, probar nuevas cosas, sufrir y gozar, llorar y reír, apretar los puños por impotencia, gritar; reirnos del destino. Decidir. Caer. Levantarse. Nada hay más a mano que nuestras propias experiencias para modelar nuestros personajes, nuestras escenas, nuestros capítulos. Yo creo que todos los que escribimos reflejamos parte de nuestra biografía en nuestros escritos, eso nos ata más a los personajes. Yo así lo hago; y al dar fin a una novela uno queda exhausto emocionalmente.

Es al dejarla reposar y volver a leerla, cuando el corazón me dice que me he entregado lo mejor que he podido, como he podido, a su creación. Que emociona; y que es digna de ser dada a conocer.