Hace cuatro días en Sevilla mantuve una interesante conversación entre compañeros de trabajo a la hora del desayuno. Mientras el gerente de obra nos invitaba a los cuatro a tomarnos un zumo de naranja y media tostada con aceite y tomate, y hablábamos de ciclismo, asunto de trabajo y de la Crisis, yo intercalé una cuña para hablar un poco sobre lecturas y libros; entonces me preguntaron sobre la singladura de "El Mármara en llamas" y salió a la luz una palabra horrible, un barbarismo que hace meses que inunda telediarios y conversaciones, incluso Blogs en internet y que no puedo soportar.
El término sale en el Diccionario de la Real Academia Española, pero el significado que se le da es el barbarismo. La palabra es "monetizar":
monetizar.
1. tr. Dar curso legal como moneda a
billetes de banco u otros signos pecuniarios.
2. tr. Hacer
moneda.
Eso dice la RAE. Sin embargo, el uso que se da es con el significado siguiente: "asignar un valor económico a una actividad, pensamiento, idea, tarea o proceso, capaz de transformación en un beneficio económico a corto plazo". Tal significado digo yo que vendrá del inglés, que nos invade con sus términos, de "money" (dinero).
Monetizar. Esa fue el término que emplearon al hablar de los libros: monetizaron la escritura. La frase en cuestión que me puso un poco de mala leche fue:
-Pero Blas, ¿merece la pena dedicar tanto a tiempo documentarse, leer y a escribir un libro, con tanto tiempo que le dedicas ganas dinero suficiente?
Monetizar. Ese es mal de nuestro tiempo, el mal que ha provocado la Crisis, la obsesión del mundo moderno: que todo lo que se haga, todo, debe tener un objetivo económico. Ganar dinero, como sea y ganarlo ya. Cuanto más, mejor. Todo lo que no sea fútbol, sol, playa o barbacoas, debe ser trabajo con beneficios. Si no, eres un necio.
Y no todo se reduce a dinero. Dinero, ganar, vender. ¿Vender miles de libros para ganar dinero? Les comenté un símil entre futbolistas y escritores. Sobre escritores hay algunos, pocos, que viven de los libros. Hay unos pocos más, un número también escaso, que malvive (o sobrevive) de los libros. Y hay muchos más, la mayoría, que ni vive ni malvive ni nada de nada. Sé lo complicado que es todo, pero hay que tener ilusiones, y me gustaría pasar de la tercera a la segunda categoría. En ello estoy, pensando en cómo hacer para dividir mi tiempo entre un trabajo compaginable y la escritura.
Monetizar. No se puede monetizar la ilusión, el conocer a otros compañeros de pluma, el apoyo de la editorial, el contacto con los lectores, el olor del papel y la emoción de una historia bien terminada. El dinero es una herramienta, pero no debe ser el fin de todo, y ésa máxima sí que ha sido el dogma en el sector de la construcción y de la ingeniería civil, que es donde me muevo, y de la banca, y la política, y por eso tenemos nuestro país, España (con todas las letras), postrada. Por monetizar la sanidad, la educación, la universidad. Según eso, la cultura, el pensamiento, las Humanidades, no interesan porque no son monetizables, no dan un beneficio inmediato a corto plazo.
Me opongo a esa fea palabra. Esa conversación ha dado un toque de atención a mi pensamiento, y me ha alejado un poco más de la ingeniería y de los números.