lunes, 20 de julio de 2009

Cuando el mundo editorial era diferente: ISAAC ASIMOV (II)




(Continuación: LA EDAD DE ORO (I), por Isaac Asimov)

Hasta el 29 de mayo de 1937 (según una fecha que apunté) no se me ocurrió la vaga idea de escribir algo para una publicación profesional; ¡algo por lo que me pagaran! Naturalmente tenía que ser un relato de ciencia ficción, pues yo había sido un ávido aficionado a este generó desde 1929 y no reconocía que ninguna otra forma de literatura fuera digna de mis esfuerzos.
El relato que empecé a componer para tal propósito, el primero que escribí con vistas a convertirme en "escritor", se titulaba "Tirabuzón cósmico".
En él se presentaba el tiempo como una hélice. Uno podía ir directamente de una vuelta a la siguiente, o sea, introducirse en el futuro por un intervalo de tiempo determinado, pero sin poder acortar la estancia ni un sólo día. Mi protagonista hizo el viaje a través del tiempo y encontró la Tierra desierta. Toda vida animal había desaparecido; sin embargo, todo indicaba que ésta había existido hasta hacía poco... y ninguna indicación sobre lo que había producido la desaparición. Estaba escrito en primera persona desde un asilo de lunáticos, porque el narrador, naturalmente, había sido internado en un manicomio cuando regresó e intentó contar su historia.

Sólo escribí unas cuantas páginas en 1937 y después dejó de interesarme. El mero hecho de pensar en publicarlo debió paralizarme. Mientras mis escritos estuvieron destinados sólo para mí, pude ser bastante despreocupado. La idea de otros posibles lectores caía pesadamente sobre cada palabra que escribía. Así que lo abandoné.

Después, en mayo de 1938, la revista más importante en la especialidad, "Astounding Science Fiction", cambió su fecha de publicación del tercer miércoles del mes al cuarto viernes. Cuando el ejemplar de junio no llegó el día que acostumbraba me sumí en un gran decaimiento.

El 17 de mayo no pude aguantar más y tomé el Metro hasta el 79 de la Séptima Avenida, donde se encontraba la editorial Street/Smith Publications Inc. Allí, un funcionario de la firma me informó sobre el cambio de fechas y el 19 de mayo llegó el ejemplar de junio.

El inminente golpe del destino, y el extático alivio que siguió, reactivaron mi deseo de escribir y publicar. Volví a "Tirabuzón cósmico" y el 19 de junio estaba acabado.

La siguiente cuestión era qué hacer con él. Yo no tenía la más mínima idea de lo que debía hacerse con un manuscrito destinado a ser publicado, y las personas que yo conocía, tampoco. Lo comenté con mi padre, cuyo conocimiento del mundo real no era mucho mayor que el mío, y él tampoco tenía ni idea.

Pero entonces recordé que, el mes anterior, había ido a la 79 de la Séptima Avenida únicamente para informarme por la no aparición de "Astounding". No me había fulminado ningún rayo por hacerlo. ¿Por qué no repetir el viaje y entregar el manuscrito en persona?

La idea me aterraba. Y más aún cuando mi padre sugirió que eran necesarios ciertos preliminares como un afeitado y mi mejor traje. Eso significaba que tendría que tomar un tiempo adicional, y el día estaba ya muy avanzado y yo debía estar de vuelta a tiempo para el reparto del periódico vespertino. (Mi padre tenía una pastelería y un puesto de periódicos, y en aquellos días la vida era muy complicada para un escritor creativo de inclinaciones artisticas y sensible como yo. Por ejemplo, vivíamos en un apartamento que tenía todas las habitaciones en línea y la única forma de ir del salón al dormitorio de mis padres, o de mi hermana, o de mi hermano, era a través de *mí* dormitorio. Así pues, mi dormitorio era muy frecuentado, y el hecho de que yo pudiera hallarme en pleno esfuerzo creativo no significaba nada para nadie.)

Me avine a ello. Me afeité, pero no me molesté en cambiarme de traje, y salí. Era el 21 de junio de 1938.

(Continuará)




Más de uno se sentirá identificado con las peripecias de Asimov: ¿escribir?¿qué afición snob es esa? Ah, fijaos que habla de situaciones de 1938, casi como si fueran de hoy en día; ése es el progreso que da la paz. Y mientras aquí España se desangraba. Ciertas cosas no dejarán de impresionarme nunca.

La correción sigue su curso. He traspasado con creces el ecuador. ¡El final se acerca!