viernes, 3 de julio de 2009

EEDLA Reload



Hace dos días recibí contestación de la Agencia respecto a la última revision de la Sinopsis. Me han comentado que están muy contentas conmigo y con los avances que ha experimentado la novela con las correcciones sugeridas y cambios aceptados, y que por fin ha llegado el momento de pasar a la acción. Es el momento de reescribir la novela y corregirla de acuerdo a la nueva Sinopsis.

Quedan algunos detalles por mejorar, que subsanaré ya en el nuevo proceso de redacción. Con todo estoy muy satisfecho con el apoyo que me están dando y si encima estoy cumpliendo sus expectativas pues mejor que mejor.

Y en ello estoy, corrigiendo, ampliando, mejorando...

Hay muchos autores que son muy remisos de tocar siquiera una coma una vez que dan por terminado su manuscrito. ¡Nadie se atreve a tocar a mi criatura! Supongo que serán genios consumados que lo escriben todo *perfecto* del tirón y a la primera, y que no le hacen falta recibir consejos ni toleran opiniones. No es mi caso.

Además me han dado una buena noticia: dicen que aproveche el parón veraniego de las editoriales para corregir y preparar la novela, porque si todo va bien tienen previsto presentar EEDLA a las editoriales a mediados del próximo otoño. ¡Escandalosamente excitante!

Como guinda al pastel, os dejo un interesante artículo publicado en EL MUNDO (viernes 12 de enero de 2007)

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El arte de vender manuscritos

El agente literario no es editor pero lo parece, pues como él vive de lo que escriben otros y su actividad principal es la lectura. busca, vende, negocia, cuida y hace amigos incluso entre productores de cine y televisión. El fin es conseguir el mejor trato para su autor, el verdadero protagonista de la historia
Por LAURA FERNANDEZ.

John Kennedy Toole no tuvo uno. Raymond Chandler, tampoco. Tal vez si Henry Miller lo hubiera tenido a su obra no le hubiesen colgado la etiqueta de pornográfica. Porque el agente literario no sólo da consejos, puede mover montañas. Es a la vez escudo y niñera, editor y diseñador, siempre cliente. Cliente de autores y editores. Apuesta, y a veces gana. Y si no, que se lo digan a Sandra Bruna, la responsable de que el mundo conozca a Ildefonso Falcones, el autor de La catedral del mar. El manuscrito le llegó a través de un conocido, lo leyó y su instinto le dijo que era una buena idea. Hay que pulirla, pero es una buena idea, se dijo.Y meses más tarde, al abogado (y desconocido escritor) le dolía la mano de firmar libros.
«Recibimos alrededor de 50 manuscritos a la semana. Parecen demasiados, pero no lo son. No tienes más que empezar a leer algo para darte cuenta de si es bueno o malo. Y, en ese sentido, hace casi seis meses que no leo nada que valga la pena». La que habla es Antonia Kerrigan, fundadora de la agencia literaria que lleva su nombre y entre cuyos mayores logros se encuentra el descubrimiento de Carlos Ruiz Zafón, el autor de La sombra del viento, novela de la que se han vendido cerca de dos millones de ejemplares en todo el mundo y que ha sido traducida a 35 idiomas.

«Me paso las 24 horas del día leyendo», dice Kerrigan, que lleva 22 años en el negocio del Primer Filtro. «Sí, un primer filtro es lo que somos. Digamos que hoy en día es casi imposible que un escritor publique una novela sin pasar por un agente. Los editores se fían de nosotras», dice Sandra Bruna. Porque el agente, además de representar a los autores que caza (es decir, que encuentra entre los manuscritos que recibe), elabora informes para los editores («el editor te llama y a veces te envía una novela que le ha llegado recomendada por alguien para que le eches un vistazo», añade Sandra). El agente juega, pues, en dos canchas: en una con el autor (que vende) y en otra con la editorial (que le compra).Las posibilidades no son infinitas pero las variables casi pueden parecerlo.

«Se debe tener en cuenta sobre todo qué le interesa al escritor; si en ese momento quiere cambiar el enfoque de su carrera o si quiere ganar dinero», explica Mónica Martín, fundadora de la agencia MB y vinculada al negocio editorial desde siempre, como el resto de las agentes literarias que operan en Barcelona y casi el resto de España. «Creo que sólo hay un hombre en el mundillo.Está en Madrid», dice Kerrigan. «Yo creo que es porque este trabajo es muy psicológico; tienes que mimar al autor, escucharlo, cuidarlo...Además, en este trabajo tienes que hacer muchas cosas a la vez y las mujeres somos más multi-tasking», dice Bruna.

«Los agentes somos una especie de sparring (un saco de boxeo) y a la vez un Sancho Panza. Tenemos que evitar que el autor dé un paso en falso y procurar que el libro salga lo mejor posible, conseguirle el mejor trato, el trato más adecuado al momento en que se encuentra su carrera, en todos los sentidos (promoción incluida)», explica Mónica Martín, que insiste en que el autor «es la estrella». «Se olvida con demasiada facilidad que ninguno de nosotros estaría donde está si no fuera por los autores; ellos son los que hacen posible que exista un editor y un librero y un agente», añade Mónica, que además de agente es, como el resto, buena amiga de sus autores, entre los que se encuentan Ignacio Martínez de Pisón, Juan Bonilla, Angela Vallvey y Enrique Vila-Matas.

Buena amiga es también Mónica R. Antunes de Paulo Coelho. Lo era mucho antes de que Coelho se convirtiera en un fenómeno de ventas estratosféricas. Por aquel entonces Mónica se paseaba por las editoriales con sus manuscritos (corría el año 1990).Cuatro años después estaba al frente de Sant Jordi Asociados, su propia agencia literaria, dedicada únicamente a la gestión de los derechos de Paulo Coelho en todo el mundo. Entre cinco y seis personas están a su cargo. La media de equipo para una agencia literaria está en cuatro o cinco para controlar hasta 60 escritores. O puede que más. En ese sentido, la de Antunes fue una jugada maestra.

El precio de la fama

La pregunta del millón cuando se habla de agentes literarios es: ¿cuánto va a costarme? El autor novel no sabe con qué puede apostar.Pero lo que desconoce es que el juego empieza cuando las cartas están sobre la mesa. En el pastel editorial el autor es la última porción (la más pequeña, puesto que la media de beneficios por ejemplar apenas le deja el 10%, mientras editorial, distribuidora y librero se embolsan el resto a casi partes iguales), y el agente es parte de esa parte, concretamente también el 10%. Haciendo números, por ejemplo, si un escritor vende 2.000 ejemplares de su libro, puesto a la venta por 10 euros, ganará 2.000 euros, de los que descontará un 10% para su agente (en este caso concreto 200 euros), con lo que le quedarán 1.800 euros (cifra ésta no demasiado alejada de la realidad). Así las cosas, cuanto más alta sea la oferta, mayor el beneficio para uno y otro bando.

Además de una lista de autores, el agente cierra acuerdos por derechos de publicación con editoriales extranjeras. Por ejemplo, Mónica Martín tiene los derechos de publicación en España de Chuck Palahniuk, Mario Puzo y Dan Brown, entre otros. Y eso quiere decir que su agencia es la encargada de tratar de colocar las obras de los mencionados autores en España.

Por supuesto, debe intentar vender los derechos de los autores de su lista a editoriales de todo el mundo. Y, en este caso, se llevará una media de un 20% de los beneficios del autor. Respecto a una posible versión cinematográfica (teatral o incluso televisiva) de la novela, el agente es el encargado de gestionar los derechos de la misma, tratando de conseguir siempre el mejor trato, no sólo a nivel económico, sino de satisfacción del autor.