domingo, 26 de julio de 2009

Cuendo el mundo editorial era diferente: ISAAC ASIMOV (III)




(LA EDAD DE ORO(I), por Isaac Asimov. Continuación)

Estaba convencido de que, por osar pedir una entrevista con el director de "Astounding Science Fiction" me echarían del edificio, y que mi manuscrito sería roto en pedazos y lanzado tras de mí en una lluvia de confeti. Sin embargo, mi padre (que poseía elevadas teorías) estaba convencido de que un escritor -término en el que incluía a cualquiera con un manuscrito- sería tratado con el respeto debido a un intelectual. Él no abrigaba ningún temor... pero el que tenía que entrar en el edificio era yo.

Tratando de ocultar el pánico pedí ver al director. La muchacha que había detrás del mostrador habló brevemente por telefóno y dijo: "El señor Campbell le recibirá".

Me guió a través de una gran estancia parecida a un desván, llena de inmensos rollos de papel y enorme pilas de revistas impregnadas del celestial olor a imprenta (un olor que siempre mi recordará mi juventud con doliente detalle y me reducirá a lágrimas de nostalgia). Y allí, en una pequeña habitación que había al otro lado, estaba el señor Campbell.

John Wood Campbell, Jr, hacía un año que trabajaba en Street/Smith y sólo un par de meses que había asumido la total dirección de la revista. Entonces sólo contaba veintiocho años de edad. Bajo su propio nombre y bajo su seudónimo, Don A. Stuart, era uno de los autores de ciencia ficción más famosos y altamente considerados, pero se hallaba a punto de enterrar su fama de escritor para siempre bajo el renombre mucho mayor que alcanzaría como editor.

Continuaría como editor de "Astounding Science Fact-Science Fiction" durante un tercio de siglo. A lo largo de todo ese tiempo, él y yo íbamos a convertirnos en amigos, pero a pesar de ir creciendo hasta llegar a ser una estrella venerada y famosa de nuestra mutua especialidad, nunca me acerqué a él más que con el temor reverente que me inspiró en nuestro primer encuentro.

Era un hombre grande, obstinado, que fumaba y hablaba sin cesar, y al que gustaba, por encima de todo, inventar ideas extravagantes, que lanzaba a la cara de su interlocutor y le impedía refutarlas. Era difícil contradecir a Campbell incluso cuando sus ideas resultaban completa y locamente ilógicas.

En aquel primer encuentro hablamos durante más de una hora. Me enseñó próximos números de la revista. Descubrí que había incluido una entusiasta carta mía en la edición próxima a publicarse, y otra en la siguiente... así que conocía la autenticidad de mi interés.

Me habló de sí mismo, de su seudónimo y de sus opiniones. Me dijo que su padre había enviado uno de sus manuscritos a "Amazing Stories" cuando él tenía diecisiete años y que hubiera sido publicado, pero la revista lo extravió y él no tenía ninguna copia. (En esto yo le llevaba ventaja. Había llevado el relato yo mismo y tenía una copia) Me prometió leer la historia aquella noche y enviarme una carta, fuera de aceptación o rechazo, al día siguiente. También me prometió que, en caso de rechazo, me diría lo que estaba mal y así podría mejorar.

Cumplió todas sus promesas. Dos días más tarde, el 23 de junio, recibí noticias suyas. Era un rechazo. Esto es lo que escribí en mi diario sobre el rechazo: "A las 9,30 me han remitido "Tirabuzón cósmico" con una amable carta de rechazo. No le gustó el principio lento, el suicidio finla".
A Campbell tampoco le gustó la narración en primera persona ni el rígido diálogo, y después señalaba que la longitud (9000 palabras) era incoveniente... demasiado largo para una historia corta, demasiado corto para una novela. Las revistas tenían que ordenarse como rompecabezas y algunas longitudes para relatos eran más convenientes que otras.

Sin embargo, para entonces yo había salido y corría. La alegría de haber pasado más de una hora con John Campbell, la emoción de hablar cara a cara y en términos iguales con un ídolo, ya me había llenado con la ambición de escribir otro relato de ciencia ficción, mejor que el primero, para presentárselo de nuevo. La agradable carta de rechazo, dos páginas enteras, en la que discutía mi relato seriamente, sin trazas de paternalismo o desdén, reforzó mi alegría. Antes de que el 23 de junio tocara a su fin, ya había escrito la mitad del primer borrador de otro relato.

Muchos años después pregunté a Campbell (con el que por entonces sostenía la más estrechas relaciones) por qué se había molestado en mí, puesto que seguramente aquel relato era por completo impublicable.
-Lo era -dijo con franqueza, ya que nunca adulaba-. Por otra parte, vi *algo* en *ti*. Eras impaciente y escuchabas y yo sabía que no renunciarías a pesar de cuantos rechazos te impusiera. Mientras tú quisieras trabajar de firme para mejorar, yo deseaba trabajar contigo.

Ese era John. Yo no era el único escritor, fuera novel o consagrado, con el que trabajaría de esta forma. Pacientemente, y a costa de su enorme vitalidad y talento, construyó un grupo que incluía a los mejores escritores de ciencia ficción que nunca el mundo había visto.



Impresionante. Qué más se puede añadir. Me emociono al escribirlo y sueño despierto, porque estoy viviendo un sueño. Si se puede sacar alguna conclusión pueden ser las siguientes:
-Hay que escribir, para escribir mejor.
-Hay que perseverar.
-Y lo más importante, hay que tener sinceridad y confianza en uno mismo.
-Y bueno, también una pizca de suerte.

Si nada lo impide (esto es, si mi trabajo y una posible mudanza no lo impiden) la próxima semana terminaré mi corrección de EEDLA, y retomaré el borrador de "Bizancio". Lo estuve releyendo anoche, y debo decir... que me gusta. Creo que voy bien encaminado.

lunes, 20 de julio de 2009

Cuando el mundo editorial era diferente: ISAAC ASIMOV (II)




(Continuación: LA EDAD DE ORO (I), por Isaac Asimov)

Hasta el 29 de mayo de 1937 (según una fecha que apunté) no se me ocurrió la vaga idea de escribir algo para una publicación profesional; ¡algo por lo que me pagaran! Naturalmente tenía que ser un relato de ciencia ficción, pues yo había sido un ávido aficionado a este generó desde 1929 y no reconocía que ninguna otra forma de literatura fuera digna de mis esfuerzos.
El relato que empecé a componer para tal propósito, el primero que escribí con vistas a convertirme en "escritor", se titulaba "Tirabuzón cósmico".
En él se presentaba el tiempo como una hélice. Uno podía ir directamente de una vuelta a la siguiente, o sea, introducirse en el futuro por un intervalo de tiempo determinado, pero sin poder acortar la estancia ni un sólo día. Mi protagonista hizo el viaje a través del tiempo y encontró la Tierra desierta. Toda vida animal había desaparecido; sin embargo, todo indicaba que ésta había existido hasta hacía poco... y ninguna indicación sobre lo que había producido la desaparición. Estaba escrito en primera persona desde un asilo de lunáticos, porque el narrador, naturalmente, había sido internado en un manicomio cuando regresó e intentó contar su historia.

Sólo escribí unas cuantas páginas en 1937 y después dejó de interesarme. El mero hecho de pensar en publicarlo debió paralizarme. Mientras mis escritos estuvieron destinados sólo para mí, pude ser bastante despreocupado. La idea de otros posibles lectores caía pesadamente sobre cada palabra que escribía. Así que lo abandoné.

Después, en mayo de 1938, la revista más importante en la especialidad, "Astounding Science Fiction", cambió su fecha de publicación del tercer miércoles del mes al cuarto viernes. Cuando el ejemplar de junio no llegó el día que acostumbraba me sumí en un gran decaimiento.

El 17 de mayo no pude aguantar más y tomé el Metro hasta el 79 de la Séptima Avenida, donde se encontraba la editorial Street/Smith Publications Inc. Allí, un funcionario de la firma me informó sobre el cambio de fechas y el 19 de mayo llegó el ejemplar de junio.

El inminente golpe del destino, y el extático alivio que siguió, reactivaron mi deseo de escribir y publicar. Volví a "Tirabuzón cósmico" y el 19 de junio estaba acabado.

La siguiente cuestión era qué hacer con él. Yo no tenía la más mínima idea de lo que debía hacerse con un manuscrito destinado a ser publicado, y las personas que yo conocía, tampoco. Lo comenté con mi padre, cuyo conocimiento del mundo real no era mucho mayor que el mío, y él tampoco tenía ni idea.

Pero entonces recordé que, el mes anterior, había ido a la 79 de la Séptima Avenida únicamente para informarme por la no aparición de "Astounding". No me había fulminado ningún rayo por hacerlo. ¿Por qué no repetir el viaje y entregar el manuscrito en persona?

La idea me aterraba. Y más aún cuando mi padre sugirió que eran necesarios ciertos preliminares como un afeitado y mi mejor traje. Eso significaba que tendría que tomar un tiempo adicional, y el día estaba ya muy avanzado y yo debía estar de vuelta a tiempo para el reparto del periódico vespertino. (Mi padre tenía una pastelería y un puesto de periódicos, y en aquellos días la vida era muy complicada para un escritor creativo de inclinaciones artisticas y sensible como yo. Por ejemplo, vivíamos en un apartamento que tenía todas las habitaciones en línea y la única forma de ir del salón al dormitorio de mis padres, o de mi hermana, o de mi hermano, era a través de *mí* dormitorio. Así pues, mi dormitorio era muy frecuentado, y el hecho de que yo pudiera hallarme en pleno esfuerzo creativo no significaba nada para nadie.)

Me avine a ello. Me afeité, pero no me molesté en cambiarme de traje, y salí. Era el 21 de junio de 1938.

(Continuará)




Más de uno se sentirá identificado con las peripecias de Asimov: ¿escribir?¿qué afición snob es esa? Ah, fijaos que habla de situaciones de 1938, casi como si fueran de hoy en día; ése es el progreso que da la paz. Y mientras aquí España se desangraba. Ciertas cosas no dejarán de impresionarme nunca.

La correción sigue su curso. He traspasado con creces el ecuador. ¡El final se acerca!

viernes, 10 de julio de 2009

Cuando el mundo editorial era diferente (I): ISAAC ASIMOV

En esta Entrada quiero en primer lugar dar mi enhorabuena a Lola Mariné, creadora del Blog Gatos por los tejados, por haber conseguido Agente Literario esta semana. ¡Y nada menos con una de las agencias más prestigiosas! (os animo a pasaros por su blog para más información) ¡Felicidades!

Mi revisión avanza buen ritmo, si consigo dedicarle un buen rato este fin de semana y mantengo el ritmo, antes de que acabe el mes la tendré lista. ¿Del todo? Bueno, siempre se puede mejorar. Tengo un dicho: "Toda cración literaria siempre es mejorable desde algún punto de vista". Aunque no se puede revisar al infinito, hay que parar en algún momento.

Quiero comenzar una sección nueva, donde recordaré cómo escritores del Siglo XX describían su relación con los editores. ¡Increíble cómo cambian las cosas!

Hoy os copio un extracto de LA EDAD DE ORO (I) donde Isaac Asimov, uno de los grandes que me hicieron soñar en mi infancia (no tan lejana), describe su relación con la escritura.



LA EDAD DE ORO (I) (Ed. Plaza y Janés, 1993)

(Por: Isaac Asimov)

Empecé a escribir cuando era joven... a los once años me parece. Las razones son oscuras. Podría decir que fue por un impulso irracional, pero eso no haría más que indicar que no se me ocurría ninguna razón.
Quizás se debió a que era un lector ávido en una familia demasiado pobre para comprar libros, incluso los más baratos, y además, una familia que consideraba estos libros como lectura inconveniente. Tuve que acudir a la biblioteca (mi primera tarjeta de lector la obtuvo mi padre cuando yo tenía seis años) y contentarme con dos libros por semana.

Pero eso no era suficiente y mi ansia me condujo a los extremos. Al principio de cada período escolar leía impacientemente todos los libros de texto que me daban, yendo de cubierta a cubierta como una conflagración personificada. Como estaba dotado de una prodigiosa memoria y una instantánea recordación, ése era todo el estudio que hacía durante *aquel* curso, pero lo terminaba antes de que finalizara la semana, y entonces ¿qué?

Así que cuando cumplí once años se me ocurrió que si escribía mis propios libros podría releerlos cuando quisiera. Naturalmente no llegué a escribir un libro completo. Empezaba uno y lo llenaba de divagaciones hasta que me cansaba y empezaba otro. Todos estos primeros escritos se han perdido, aunque recuerdo algunos detalles contoda claridad.

En la primavera de 1934 me matriculé en un curso especial de inglés que tenía lugar en mi escuela superior (escuela superior de muchachos de Brooklyn) y daba especial importancia a la composición. El profesor también era asesor de la revista literaria semestral realizada por los estudiantes, y tenía intención de reunir material. Seguí el curso.

Fue una experiencia humillante. En aquel tiempo yo tenía catorce años, y bastante verdes e inocentes. Escribí insignificancias, mientras que el resto de la clase (que debía tener dieciséis años) escribió complicadas obras trágicas. Ninguno de ellos mantuvo en secreto su desprecio hacia mí, y aunque yo lo sentí mucho, no pude hacer nada.

Hubo un momento en que creí haberlos vencido, cuando uno de mis productos fue aceptado para la revista literaria semestral mientras que muchos de los suyos fueron rechazados. Por desgracia, el profesor me dijo, con despiadada insensibilidad, que el mío era el único tema humorístico de todos los presentados y que, como necesitaba una obra que no fuera trágica, se veía obligado a tomarla.

Se llamaba "Hermanitos", trataba de la llegadaal mundo de mi propio hermano pequeño, cinco años antes, y fue mi primera obra publicada. Supongo que puede encontrarse en los registros de la escuela superior de muchachos, pero yo no la tengo.

A veces me pregunto qué debe haberles ocurrido a todos esos grandes trágicos de la clase. No recuerdo ni un solo nombre y no tengo intención de averiguarlo... pero a veces me lo pregunto.


Continuará...

viernes, 3 de julio de 2009

EEDLA Reload



Hace dos días recibí contestación de la Agencia respecto a la última revision de la Sinopsis. Me han comentado que están muy contentas conmigo y con los avances que ha experimentado la novela con las correcciones sugeridas y cambios aceptados, y que por fin ha llegado el momento de pasar a la acción. Es el momento de reescribir la novela y corregirla de acuerdo a la nueva Sinopsis.

Quedan algunos detalles por mejorar, que subsanaré ya en el nuevo proceso de redacción. Con todo estoy muy satisfecho con el apoyo que me están dando y si encima estoy cumpliendo sus expectativas pues mejor que mejor.

Y en ello estoy, corrigiendo, ampliando, mejorando...

Hay muchos autores que son muy remisos de tocar siquiera una coma una vez que dan por terminado su manuscrito. ¡Nadie se atreve a tocar a mi criatura! Supongo que serán genios consumados que lo escriben todo *perfecto* del tirón y a la primera, y que no le hacen falta recibir consejos ni toleran opiniones. No es mi caso.

Además me han dado una buena noticia: dicen que aproveche el parón veraniego de las editoriales para corregir y preparar la novela, porque si todo va bien tienen previsto presentar EEDLA a las editoriales a mediados del próximo otoño. ¡Escandalosamente excitante!

Como guinda al pastel, os dejo un interesante artículo publicado en EL MUNDO (viernes 12 de enero de 2007)

**********************************

El arte de vender manuscritos

El agente literario no es editor pero lo parece, pues como él vive de lo que escriben otros y su actividad principal es la lectura. busca, vende, negocia, cuida y hace amigos incluso entre productores de cine y televisión. El fin es conseguir el mejor trato para su autor, el verdadero protagonista de la historia
Por LAURA FERNANDEZ.

John Kennedy Toole no tuvo uno. Raymond Chandler, tampoco. Tal vez si Henry Miller lo hubiera tenido a su obra no le hubiesen colgado la etiqueta de pornográfica. Porque el agente literario no sólo da consejos, puede mover montañas. Es a la vez escudo y niñera, editor y diseñador, siempre cliente. Cliente de autores y editores. Apuesta, y a veces gana. Y si no, que se lo digan a Sandra Bruna, la responsable de que el mundo conozca a Ildefonso Falcones, el autor de La catedral del mar. El manuscrito le llegó a través de un conocido, lo leyó y su instinto le dijo que era una buena idea. Hay que pulirla, pero es una buena idea, se dijo.Y meses más tarde, al abogado (y desconocido escritor) le dolía la mano de firmar libros.
«Recibimos alrededor de 50 manuscritos a la semana. Parecen demasiados, pero no lo son. No tienes más que empezar a leer algo para darte cuenta de si es bueno o malo. Y, en ese sentido, hace casi seis meses que no leo nada que valga la pena». La que habla es Antonia Kerrigan, fundadora de la agencia literaria que lleva su nombre y entre cuyos mayores logros se encuentra el descubrimiento de Carlos Ruiz Zafón, el autor de La sombra del viento, novela de la que se han vendido cerca de dos millones de ejemplares en todo el mundo y que ha sido traducida a 35 idiomas.

«Me paso las 24 horas del día leyendo», dice Kerrigan, que lleva 22 años en el negocio del Primer Filtro. «Sí, un primer filtro es lo que somos. Digamos que hoy en día es casi imposible que un escritor publique una novela sin pasar por un agente. Los editores se fían de nosotras», dice Sandra Bruna. Porque el agente, además de representar a los autores que caza (es decir, que encuentra entre los manuscritos que recibe), elabora informes para los editores («el editor te llama y a veces te envía una novela que le ha llegado recomendada por alguien para que le eches un vistazo», añade Sandra). El agente juega, pues, en dos canchas: en una con el autor (que vende) y en otra con la editorial (que le compra).Las posibilidades no son infinitas pero las variables casi pueden parecerlo.

«Se debe tener en cuenta sobre todo qué le interesa al escritor; si en ese momento quiere cambiar el enfoque de su carrera o si quiere ganar dinero», explica Mónica Martín, fundadora de la agencia MB y vinculada al negocio editorial desde siempre, como el resto de las agentes literarias que operan en Barcelona y casi el resto de España. «Creo que sólo hay un hombre en el mundillo.Está en Madrid», dice Kerrigan. «Yo creo que es porque este trabajo es muy psicológico; tienes que mimar al autor, escucharlo, cuidarlo...Además, en este trabajo tienes que hacer muchas cosas a la vez y las mujeres somos más multi-tasking», dice Bruna.

«Los agentes somos una especie de sparring (un saco de boxeo) y a la vez un Sancho Panza. Tenemos que evitar que el autor dé un paso en falso y procurar que el libro salga lo mejor posible, conseguirle el mejor trato, el trato más adecuado al momento en que se encuentra su carrera, en todos los sentidos (promoción incluida)», explica Mónica Martín, que insiste en que el autor «es la estrella». «Se olvida con demasiada facilidad que ninguno de nosotros estaría donde está si no fuera por los autores; ellos son los que hacen posible que exista un editor y un librero y un agente», añade Mónica, que además de agente es, como el resto, buena amiga de sus autores, entre los que se encuentan Ignacio Martínez de Pisón, Juan Bonilla, Angela Vallvey y Enrique Vila-Matas.

Buena amiga es también Mónica R. Antunes de Paulo Coelho. Lo era mucho antes de que Coelho se convirtiera en un fenómeno de ventas estratosféricas. Por aquel entonces Mónica se paseaba por las editoriales con sus manuscritos (corría el año 1990).Cuatro años después estaba al frente de Sant Jordi Asociados, su propia agencia literaria, dedicada únicamente a la gestión de los derechos de Paulo Coelho en todo el mundo. Entre cinco y seis personas están a su cargo. La media de equipo para una agencia literaria está en cuatro o cinco para controlar hasta 60 escritores. O puede que más. En ese sentido, la de Antunes fue una jugada maestra.

El precio de la fama

La pregunta del millón cuando se habla de agentes literarios es: ¿cuánto va a costarme? El autor novel no sabe con qué puede apostar.Pero lo que desconoce es que el juego empieza cuando las cartas están sobre la mesa. En el pastel editorial el autor es la última porción (la más pequeña, puesto que la media de beneficios por ejemplar apenas le deja el 10%, mientras editorial, distribuidora y librero se embolsan el resto a casi partes iguales), y el agente es parte de esa parte, concretamente también el 10%. Haciendo números, por ejemplo, si un escritor vende 2.000 ejemplares de su libro, puesto a la venta por 10 euros, ganará 2.000 euros, de los que descontará un 10% para su agente (en este caso concreto 200 euros), con lo que le quedarán 1.800 euros (cifra ésta no demasiado alejada de la realidad). Así las cosas, cuanto más alta sea la oferta, mayor el beneficio para uno y otro bando.

Además de una lista de autores, el agente cierra acuerdos por derechos de publicación con editoriales extranjeras. Por ejemplo, Mónica Martín tiene los derechos de publicación en España de Chuck Palahniuk, Mario Puzo y Dan Brown, entre otros. Y eso quiere decir que su agencia es la encargada de tratar de colocar las obras de los mencionados autores en España.

Por supuesto, debe intentar vender los derechos de los autores de su lista a editoriales de todo el mundo. Y, en este caso, se llevará una media de un 20% de los beneficios del autor. Respecto a una posible versión cinematográfica (teatral o incluso televisiva) de la novela, el agente es el encargado de gestionar los derechos de la misma, tratando de conseguir siempre el mejor trato, no sólo a nivel económico, sino de satisfacción del autor.