Hace unos días Teo Palacios, amigo mío y compañero de letras, publicaba en su Blog una entrada interesantísima y que invita a la reflexión sobre la piratería digital. Numerosos comentarios, defensores de una postura a favor y en contra son señal de la controversia que genera el tema, quizás porque no hay solución todavía satisfactoria.
Tantos dimes y diretes... Yo quiero ser positivo. Hoy mi entrada la quiero dedicar a todos los lectores que compran libros.
Cuando compras un libro, lector, lo que has hecho es dar una oportunidad a nuevos autores. Has oído tanto sobre dónde se puede descargar ese libro de forma gratuita, que a lo mejor estuviste tentado de navegar por esas aguas de las descargas, y sin embargo decidiste comprarlo. Haciendo eso, ya sea comprando el producto de una editorial o de un autor autopublicado, estás fomentando una ilusión, valorando el esfuerzo y las horas que un autor dedica a dar rienda suelta a su creatividad. De un autor que a lo mejor quedas complacido y del que deseas seguir leyendo nuevas historias en el futuro, y al que incentivas a que siga haciéndolo.
Cuando eliges entre tantísima variedad y títulos y decides comprar, lo haces ilusionado. A veces no sin sacrificios, porque te resistes a ser tentado por la gratuidad. Antes los libros electrónicos eran caros, ahora una enorme mayoría, incluso novedades, pueden conseguirse por menos de 5 euros. Eso son dos cervezas que no te tomas. Eso es un paquete de cigarrillos que no te fumas. Eso es poco por seis o siete horas de lectura absorbente, y por eso compras.
Puede ser que alguno de los libros electrónicos que compres a precio económico no te guste. ¿Pero acaso no sucede igual con los libros impresos? Los libros son como el vino, que una botella tenga una mala añada no significa que, si te gusta, dejes de buscar nuevos crianzas. Cuando una afición gusta, perdura.
A veces puede incluso que decidas comprar un libro impreso, si la temática o su contenido te emociona. Quizás antes podías permitirte comprar más, ahora en crisis es posible que dudes y te quedes con las ganas de hacerte con todos los que te gustaría. Todo cuesta dinero y no siempre se puede elegir entre necesidad y ocio. Y por eso escoges más que antes. Y cuando eliges y desechas, escuchas de nuevo la tentación de lo gratuito, que ofrece compilaciones con cientos y cientos de títulos... pero los ebooks ofrecen ya ese precio reducido que necesitas, de ese autor que ya has leído antes y que te ha arrebatado horas de sueño absorto por su novela; de ese autor del que deseas que siga enamorándote por muchos años. Ese autor, para eso, necesita también sobrevivir, comer, vivir de su trabajo. Porque sabes que escribir es un trabajo y por eso compras. Te privas de un refresco, o de dos; pero compras su libro. Te sientes bien por ello.
Si es un autor que comienza, tu acción es más loable, porque sin conocerle de nada decides invertir (casi seguro) menos de 3 euros en él. Para él, es una ilusión que le hará seguir esforzándose y quizás te sorprendas de oír nuevas voces que no conocías y que te arrebatan a otras épocas, otros mundos. En las editoriales convencionales, comprando títulos también alimentas a futuros nuevos autores, porque una editorial es un negocio y sin beneficios no se esforzarán en buscar a nuevos talentos. Esos, que a tí te gusta tanto leer, porque has leído otros títulos de esa editorial y te han convencido. Como contrapartida, los autores saben cómo está todo e insisten y pelean con la editorial por que sus títulos estén al precio más razonable posible. Es una sinergía. Es otro motivo del por qué sigues comprando libros.
Incluso cuando todo está mal, muy mal, recuerdas que las bibliotecas existen, que son sitios geniales y entretenidos, mucho más que un almacén de títulos; las bibliotecas ahora no son como hace décadas. Recuerdas el contacto con ese bibliiotecario eficiente, y el gran catálogo que tienen, también novedades. Te acercas y consigues libros en préstamo, ¿no son geniales?
Queridos lectores que así hacéis, por el motivo que sea: de mi parte (y de muchos otros, os lo aseguro), gracias, gracias, gracias.

Pues sí, Hemingway fue rechazado veintisiete veces, veintisiete nada menos, veintisiete editoriales que lo descartaron mondo y lirondo. Que luego ganara el premio Nobel de literatura no es lo importante, sino que encajó veintisiete derrotas una tras otra y sin embargo volvía a levantarse. Todo un peso pesado de las letras.
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domingo, 13 de octubre de 2013
domingo, 19 de agosto de 2012
Dos niños, David y Goliat
Ayer mismo estuve despidiéndome de mi hermano mayor, su mujer y sus dos niños en el aeropuerto de Granada, junto a nuestras familias; finalizadas sus vacaciones, regresan a su trabajo en Panamá, donde han tenido la posibilidad de recalar en un trabajo apasionante y bien remunerado, a diferencia de lo que aquí se puede encontrar ahora mismo en España. La contraparte es la distancia y la lejanía con la familia, no volveremos a verles cara a cara en meses. Mucho me temo que la emigración es una posibilidad que va a volverse certeza también en mi futuro inmediato.
El caso es que estos días he disfrutado de mis locos sobrinos, niño y niña de 4 y 6 años, respetivamente, y había pensado en hacerle unos regalos para que no se olviden de uno. ¿Qué regalo puede darles "el tito que escribe"? Pensé que sería bonito incentivarles a la lectura, y estuve viendo en una de mis librerías favoritas libros para niños, grandes, llenos de imágenes, con opciones como figuras en 3D que despliegan y arman al pasar las páginas; recortables para dar relieve a la historia que cuentan; pegatinas para jugar con los personajes y el cuento; zonas para colorear, acertijos, puzzles... No tenía claro qué les gustaría más, qué personajes infantiles son los que siguen en televisión o de los que tienen muñecos y ropa, así antes de comprar nada decide verles a ver si obtenía algunas pistas.
Llegué a casa de mis padres, donde los dos habían dormido esa noche, y entré en su cuarto, donde les oía reir y hablar a voces como hacen los niños. Para mi sorpresa, no estaban jugando, o sí, según se mire. Estaban entusiasmado con un juego de plataformas, que manejaban desde la pantalla táctil de una tablet. Con sólo 4 años, el pequeño de la casa hacía subir y bajar al personaje, que saltara esquivando obstáculos, para llegar al final de la fase del juego.
Leer es un hábito, hay que estimular a los niños para que les guste leer. Por muchos recortables y muchos dibujos que tengan los libros para niños, ¿pueden competir con un juego electrónico 100% visual que además les ofrece efectos especiales de sonido, y que requiere una fracción de esfuerzo y concentración que supone la lectura? Me hizo pensar cómo cambia todo, de una generación a otra.
La palabra escrita tendrá que renovarse, para ser atrayente a la nueva juventud, y quizás su futuro pase por hacerse primero digital (ya está dando sus pasos), y segundo, tan interactiva como un videojuego. Pero entonces será un videojuego, que no alimenta la imaginación sino que lo da todo hecho al lector, ¿eso supone perder la esencia de la lectura, la reinterpretación íntima que cada lector da a las palabras que lee? O lo mismo es un primer paso, y una oportunidad: así los niños se adaptan a las nuevas tecnologías y se acostumbarán a leer sólo en e-book cuando sean mayores.
Así que les dejé estar, aparte porque parecían más entretenidos con el tablet que conmigo mismo. El David digital le estaba dando una buena tunda al Goliat tradicional del libro impreso como entretenimiento.
El caso es que estos días he disfrutado de mis locos sobrinos, niño y niña de 4 y 6 años, respetivamente, y había pensado en hacerle unos regalos para que no se olviden de uno. ¿Qué regalo puede darles "el tito que escribe"? Pensé que sería bonito incentivarles a la lectura, y estuve viendo en una de mis librerías favoritas libros para niños, grandes, llenos de imágenes, con opciones como figuras en 3D que despliegan y arman al pasar las páginas; recortables para dar relieve a la historia que cuentan; pegatinas para jugar con los personajes y el cuento; zonas para colorear, acertijos, puzzles... No tenía claro qué les gustaría más, qué personajes infantiles son los que siguen en televisión o de los que tienen muñecos y ropa, así antes de comprar nada decide verles a ver si obtenía algunas pistas.
Llegué a casa de mis padres, donde los dos habían dormido esa noche, y entré en su cuarto, donde les oía reir y hablar a voces como hacen los niños. Para mi sorpresa, no estaban jugando, o sí, según se mire. Estaban entusiasmado con un juego de plataformas, que manejaban desde la pantalla táctil de una tablet. Con sólo 4 años, el pequeño de la casa hacía subir y bajar al personaje, que saltara esquivando obstáculos, para llegar al final de la fase del juego.
Leer es un hábito, hay que estimular a los niños para que les guste leer. Por muchos recortables y muchos dibujos que tengan los libros para niños, ¿pueden competir con un juego electrónico 100% visual que además les ofrece efectos especiales de sonido, y que requiere una fracción de esfuerzo y concentración que supone la lectura? Me hizo pensar cómo cambia todo, de una generación a otra.
La palabra escrita tendrá que renovarse, para ser atrayente a la nueva juventud, y quizás su futuro pase por hacerse primero digital (ya está dando sus pasos), y segundo, tan interactiva como un videojuego. Pero entonces será un videojuego, que no alimenta la imaginación sino que lo da todo hecho al lector, ¿eso supone perder la esencia de la lectura, la reinterpretación íntima que cada lector da a las palabras que lee? O lo mismo es un primer paso, y una oportunidad: así los niños se adaptan a las nuevas tecnologías y se acostumbarán a leer sólo en e-book cuando sean mayores.
Así que les dejé estar, aparte porque parecían más entretenidos con el tablet que conmigo mismo. El David digital le estaba dando una buena tunda al Goliat tradicional del libro impreso como entretenimiento.
viernes, 20 de marzo de 2009
¿Nombre o Pseudónimo?

La mayoría de los concursos literarios permiten a los participantes enviar sus obras bien bajo su nombre real, o bien en el anonimato que da una apertura de plicas. Hablaré de las dos posibilidades desde el punto de vista del novel, que de momento es mi caso.
Cuando uno decide participar en los concursos literarios puede tener varias motivaciones. Pueden ser económicas (a nadie le amargan unos euros más en el bolsillo), curriculares (para aumentar la experiencia literaria) pero creo que la más importante es para conseguir ser leído, y si es posible, valorado. Leído, lo digo porque los jurados suelen ser gente del mundo editorial y literario, cuyas editoriales y/o agencias muchas veces no aceptan obras de autores noveles para su evaluación. Si envías tu novela a un concurso, ¿no deberán leerla para evaluarla y pasar o no la criba?
Así podrán apreciar la calidad de mi obra, opina el novel. Entonces, si además les gustara... lo mejor sería que la enviara con mi nombre, y no con pseudónimo, para que se quedaran con mi nombre. ¡Para que les fuera sonando!
Eso es en general una mala elección.
¿Por qué? Los jurados no reciben las 287 novelas que se presentan al concurso. No tienen tiempo para leerlas. Imposible. Otras personas hacen una criba, una GRAN criba, y el jurado leerá tres, cuatro o cinco a lo sumo. ¿Quién hace la criba? Quien organiza el concurso, y lo hará en función de sus propios intereses, donde el que predomina es, como casi en todos los negocios, el dinero.
Bien, también es importante la calidad. Pero el sector editorial se está transformando y edita según modas. Tiradas cada vez menores de novedades y según la moda. ¿Que tiene éxito una de vampiros? Empacho de vampiros y licántropos por un par de meses. ¿Y ahora lo que se lleva es la novela policíaca? Pues nada, treinta y tres novedades sobre gangsters, asesinatos, drogas y corrupción. De un mes a otro un libro pasa de la mesa de "novedad" a "saldo". En ese proceso a veces la calidad desaparece, pero para eso está el marketing.
Así que el jurado elige de entre lo que le dan. A lo mejor le hubiera gustado más otra obra, una de las desechadas por los cribadores, pero eso no lo sabrán nunca. Además, directamente, creo que los cribadores directamente desechan los nombres de autores noveles. No es certeza, pero es mi opinión. La posibilidad de que un novel sin plica llegue al jurado la estimo en nula.
Otra razón para usar la plica en vez del nombre es que con ayuda de Internet los noveles tenemos la posibilidad de dar a conocer a mucha gente nuestro interés por publicar. Podemos contactar con docenas de agentes y de editores, aunque nos rechacen, pero recibirán nuestra obra y a lo mejor leen nuestro nombre. ¿Y si nos presentamos a un concurso donde nuestro nombre les suene, o donde recuerde la opinión que se formó de nuestra obra? El libro será desechado. El jurado debe ser imparcial.
Por puro marketing, es mejor presentarnos con pseudónimo, en plica. Incluso podemos cambiar el título de la obra, para que no se reconozca. Y esmerarnos para que el libro no sea una enciclopedia de dos mil quinientas páginas. Debemos vendernos, somos mercaderes de ideas y los cribadores son crueles.
Un ejemplo. Eres un cribador de libros. Tiene que seleccionar 7 de entre 345 obras, miles y miles de hojas escritas en una sala, apiladas para que elijas en un día qué leerá el ilustre jurado. Lees la cubierta del libro y su documentación:
a.-)Es un novel con su nombre auténtico, sin plica. Desechado.
b.-)Viene con plica. A ver, a ver.. "Mi viaje a las montañas", Pseudónimo: "José Pérez Rodríguez". 800 páginas. ¡Qué tocho! Desechado.
c.-)Viene con plica. Veamos... "Senderos de sangre", pseudónimo: "Nika Rutt-Gordon Steinbeck" 350 páginas. Bueeno, lo pondré en el montón de acá. A por otro...
¿Cuál elegirías tú, cribador?
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