Después de un sábado superproductivo, el domingo lo he dedicado a relajarme, cómo no, paseando por los
Bosques de la Al-Hamrā. Después de dos años largos de trabajo, el Patronato de la Alhambra ha concluído la restauración de los doce leones que sostienen la fuente del
Palacio de Ridyab, cuya construcción es una de las tramas principales de mi novela.
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La editorial me ha dado ya una fecha concreta:
"EL ESCLAVO DE LA AL-HAMRĀ" (Ediciones B) saldrá a la venta el próximo 20.10.2010 en toda España. Así que con esa gran noticia tenía la excusa perfecta para subir a la
Al-Hamrā, para deleitarme en detalles para mi página Web.
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Los dos leones del
Maristán suspiran por más visitantes, olvidados, mientras sus doce primos más famosos y estilizados se llevan los suspiros y las alabanzas.
Después de una visita siempre interesante al Museo de la Alhambra, en el Palacio de Carlos V (gratuita), busqué la entrada de la Cripta, donde se han colocado
las seis parejas de leones (porque son parejas, hembra y macho, cada uno de ello con sus propia singularidad), con la decepción de que los domingos sólo se permite la visita con el ticket de visita a los Palacios Nazaríes. Para quien desee verlos gratis, hay que ir
Viernes y Sábados de 20 a 22 horas. Pronto regresarán a su patio. Así que el próximo finde será mi oportunidad, antes de subir a las Alpujarras a disfrutar del frescor de una tierra de belleza casi virgen.
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Tomé unas fotos de la
Puerta del Vino, a través de la que se cruzaba un foso que separaba el recinto militar de la Alcazaba y el recinto palaciego, cogiendo detalles de los aleros, las ventanas y celosías, las arboledas, los arcos, evitando siempre al mayor enemigo de las fotos: ¡el turista que se pone en medio!. Descendiendo por la cuesta hacia Plaza Nueva, las penumbras del
Bosque de la Al-Hamrā hacían soportable las altas temperaturas, ¡hasta 40ºC en la ciudad moderna!. Y es que la
Al-Hamrā recibe los vientos frescos del
Yabal Sulayr, la Sierra Nevada, donde aún hay nieve, ¡sí, nieve en pleno mes de agosto! Los neveros de la sierra se ven blancos desde la ciudad.
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Intenté descubrir entre la frondosa vegetación el
Arco de las Orejas, trasladado desde la puerta de
Bib-al-Rambla, donde los almotacenes colgaban las orejas de los ladrones y pillos capturados, como advertencias a los maleantes, pero se ve que bajé por la cuesta equivocada. En otra ocasión será.
Pronto, muy pronto, el visir
Ibn Zamrak volverá a andar entre los olmos y las celosías.
En cuanto tenga noticias de la portada os la mostraré. Terminó julio. Septiembre llegará cargado de novedades.