Escritores que soñáis y escribís, editores que publicáis....
El pasado lunes salió publicada esta GRAN ENTREVISTA a Jorge Herralde, editor de ANAGRAMA, con 45 años de experiencia a sus espaldas batiendo espadas en el mundo del libro. He realizado la traducción del catalán al español para publicarla en mi Blog. No tiene desperdicio a pesar de su extensión: habla de libros, del mundo editorial, del cambio al ebook, sobre las ventas, sobre los entresijos de su editorial... Disfrutadla.
[PD: leyendo a este hombre me doy cuenta de cuánto libro me falta por leer... ]
Enlace original: http://catorze.naciodigital.cat/noticia/318/jordi/herralde/mercat/editorial/encongit/forma/irreversible
(Entrevista realizada por Eva Piquer, para CATORZE -NACIÓN DIGITAL)
Herralde
fundó la editorial Anagrama en 1969. Desde entonces, la simbiosis entre el
editor y la editorial ha sido absoluta: Anagrama es él. Pero pronto dejará de
ser de él.
¿Cómo te he de
nombrar, Jordi o Jorge?
Como
quieras. Jorge por parte de padre y Jordi por parte de madre.
Anagrama pasará
a ser de la editorial italiana Feltrinelli. ¿Cuándo, exactamente?
Es una venta a plazos. Después de un primer
acuerdo con Feltrinelli a finales de 2010, ahora hemos tenido una segunda
reunión para acabar de concretar todo. Yo estaré aquí como director general
hasta el 1 de enero del 2017. Después seguiré mientras la neurona aguante, pero
sin llevar el día a día, que en Anagrama tiene un ritmo muy bestia.
¿Qué harás a partir
del 2 de enero del 2017?
Me ocuparé
de alguna colección o de algunos autores, asesoraré a Carlo Feltrinelli ...
¿Quién dirigirá
Anagrama?
Pondremos un
nuevo director literario. Estamos en ello.
O sea, estás
buscando tu sucesor.
Exacto. Lo
mío es una autovoladura programada al ralentí.
Decías que no
tenía sentido vender Anagrama porque con el dinero cobrado montarías una
editorial. Pero la has acabado vendiendo...
Lo decía
cuando era más joven. La he vendido por imperativos biológicos estadísticamente
próximos.
Se te considera
uno de los mejores editores del mundo mundial.
Mi viejo
amigo -ya fallecido- Jaime Salinas, en el libro de conversaciones con Juan
Cruz, decía que el director literario es el catálogo. En una editorial como
Anagrama, que tiene 45 años y 3.500 títulos editados, el catálogo tiene un peso
específico muy importante. El nuevo director podrá ser más o menos continuista,
pero a estas alturas el catálogo ya bastante importante por sí solo. Eso sí:
deberá estar atento al aire de los tiempos y deberá tomar decisiones propias.
Si yo lo dejara hoy, hay programación para casi dos años, a parte de las incorporaciones
que se puedan ir haciendo sobre la marcha.
¿Aunque pasa
todo por ti, en Anagrama?
Tengo buenos
colaboradores, pero la decisión final es mía. Por ejemplo, la venta de derechos
de autor la hice yo durante veinte y tantos años (nada mal, por cierto).
Después se ocupó Lali Gubern, que lo fue delegando en Paula Canal, y ahora ya
lo lleva Paula. Yo sólo hago algún toque de vez en cuando a algún editor amigo
cuando creo que un libro le gustará mucho. De la compra de derechos extranjeros
se encarga Jane Pilgrem. Trabaja bajo mi dirección, pero ella tiene su red
personal de relaciones con agentes literarios y editores.
Insisto: has
ganado un prestigio estratosférico. ¿Cómo lo llevas?
No pienso. A
mí lo que me divierte mucho, aunque ahora, es descubrir nuevos autores, hacer
política de autor y ocuparme del look final de cada libro: las ilustraciones,
los paratextos...
De nuevos
autores con potencial podrás descubrir pocos, con un catálogo tan amplio.
Uno de las
esclavitudes de los editores es que debemos conciliar paradojas. Por un lado
tenemos que hacer política de autor, que ocupa mucho territorio del catálogo, y
por otro tenemos que descubrir nuevas voces que reclaman su espacio. En los últimos
tiempos hemos descubierto, lanzado o acabado de consagrar fuerza escritores. De
españoles, hemos relanzado autores que no habían acabado de dar el do de pecho,
como Marta Sanz, que ahora ya ocupa la zona alta de la literatura española
actual. Y hemos apostado por jóvenes latinoamericanos muy interesantes, como el
chileno Alejandro Zambra y la mexicana Guadalupe Nettel. Alejandro Zambra ha
conseguido algo muy difícil y muy bien pagada: que le publiquen un cuento en
The New Yorker. Esto lo han conseguido en lengua española Bolaño, Marías y casi
para de contar.
¿Cuánto paga
The New Yorker para un cuento?
Entre 7 y
8.000 dólares, si no eres una gran estrella. En los años setenta publiqué lo
que entonces era el gran maestro del cuento americano, Donald Barthelme.
Publiqué le tres libros con mucha ilusión pero escasísimo éxito. Vino a
Barcelona y fuimos a comer. Antes del primer plato ya nos habíamos bebido tres
vodkas con hielo. Me dijo que a pesar de ser considerado el mejor cuentista de
Estados Unidos, a pesar de publicar en la prestigiosa editorial Farrar, Straus
and Giroux, él vivía sobre todo de ser la estrella del New Yorker. Cobraba
mucho más del New Yorker que de sus libros.
Siempre has
defendido la edición con vocación cultural. En 2001, al final del libro
Opiniones mohicanas, dabas la bienvenida a los nuevos insumisos. Pronosticaste
que los editores independientes no se extinguirían y vas acertar.
En estos
momentos hay una crisis brutal en el mundo del libro pero se edita más que
nunca, sobre todo en el ámbito de la buena literatura. Aparte de los sellos de
calidad de los grandes grupos y de las editoriales independientes veteranas,
hay cientos de nuevas editoriales, muchas de las cuales son de editores
vocacionales que lo hacen francamente bien y que buscan buena literatura, como
la buscaba yo en los años setenta.
En plena crisis
eterna, parece que tienen más futuro los editores independientes que los
tiburones.
También es
verdad que el mercado editorial ha encogido para todos de forma irreversible.
El mercado se ha encogido y seguirá encogido. Los grandes tiburones (los has
bautizado ti así, y no seré yo quien te desmienta) sufren porque tienen
estructuras considerables. Que Círculo de Lectores cierre en Alemania y que
aquí se haya vendido el 50% a Planeta es muy significativo. El creador del
imperio Bertelsmann cierra el que fue el corazón del imperio durante tantos
años. Toda la cadena del libro se ha visto perjudicada por la crisis, pero las
editoriales pequeñas ya nacen con economía de guerra: se basan en la
autoexplotación, trabajan una o dos o tres personas. Cuando fundé Anagrama
también éramos una persona y media: yo y una secretaria por las mañanas. Pero
será más difícil, sospecho, que las editoriales independientes que salen ahora
se puedan expandir como lo hicieron entonces Lumen, Tusquets o Anagrama y
puedan luchar de igual a igual con los grandes, sin nada que envidiarles desde
el punto de vista del catálogo literario, al contrario. Hoy proliferan las
microeditoriales, las microllibrerías y microagentes literarios.
Y los
microperiodistas culturales.
Exacto. Todo
el sector está apaleado.
¿Qué dirías a
alguien que quiera montar una editorial?
Que
adelante, si lo considera inevitable para ser feliz. Que sepa que el camino
será largo, con mucho trabajo, con disgustos pero con muchas alegrías. Que se
prepare para una maratón.
¿Lo mejor de
tener una editorial propia es la libertad?
Sí, claro,
siempre.
Esther Tusquets
dijo que una razón del éxito de Anagrama y de Tusquets es que ni tú ni Beatriz
de Moura habéis tenido hijos, y que habéis encontrado "parejas
perfectas" que se han vertido en cuerpo y alma al negocio. A ella, en
cambio, los hijos y la vida la despistaron, y por eso Lumen no creció tanto.
Esther era
una gran escritora y una gran editora, pero también era muy vaga, sobre todo
como editora. No era tan vocacional como nosotros. Es cierto que un editor sin
hijos, al igual que un escritor sin hijos, tiene más tiempo y menos
preocupaciones, y se puede verter más a la labor editorial oa cualquier tarea
profesional. Pero las personas sin hijos no tienen necesariamente la varita
mágica del éxito.
Si hubieras
tenido hijos, no deberías tenido que vender Anagrama.
Está
estadísticamente demostrado que la transmisión de editoriales de padres a hijos
es muy difícil, casi nunca sale bien. Conozco tantos casos de editores que han
puesto a trabajar a sus hijos y lo han terminado dejando o han peleado... De
familias con tres generaciones de editores hay poquísimas. La vocación
editorial no se lleva en los genes.
Durante años
pareció que los escritores podían vivir de escribir, cosa que ahora es
imposible. ¿Nos autoengañamos?
Es bien
sabido que, aparte de la burbuja del ladrillo y de tantas otras, aquí hubo una
burbuja editorial. Se hinchó a partir de la segunda mitad de los ochenta,
cuando confluyeron muchos elementos: una política a favor de la cultura del
gobierno socialista, las euforias económicas, el fenómeno de concentración de
los grandes grupos, la aparición de los agentes literarios y la irrupción de
best sellers de calidad (Bella del Señor de Albert Cohen, La insoportable
levedad del ser de Milan Kundera, Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar
... o títulos españoles como Nubosidad variable de Carmen Martín Gaite y Corazón
tan blanco de Javier Marías, que vendieron bastante más de 100.000 ejemplares).
¿Ahora cuántos
ejemplares se venden los libros que más se venden?
Nuestro best
seller de los últimos tiempos es Rafael Chirbes, con un libro tan a
contracorriente como “En la orilla”. El boca a boca ha sido tan fuerte que
estamos llegando a los 40.000 ejemplares.
¿El título más
vendido de la historia de Anagrama sigue siendo “La conjura de los necios”?
Está
empatado con “Seda”, de Alessandro Baricco. De cada uno he vendido casi medio
millón de ejemplares.
Los editores
todavía puede sobrevivir haciendo de editores, pero los escritores han de
buscarse trabajos alternativas.
Que conste
que los autores tuvieron décadas gloriosas. Si se escribiera la historia de los
adelantos y las ventas del mercado español, se vería que en Anagrama, aunque la
leyenda negra que pagábamos poco, la lista de anticipos nunca cubiertos es
escalofriante. Suerte de La conjura de los necios y de Patricia Highsmith, que
nos ayudaban a compensar la balanza. Cuando un autor se consagraba, tanto si
tenía agente como si no, pasaba a cobrar unos anticipos desproporcionados. El
Félix de Azúa, Álvaro Pombo, Enrique Vila-Matas: todos. El mercado chupaba
hacia arriba. Del 2008 hasta ahora el mercado ha bajado quizás un 40%. Muchos
escritores, además de cobrar buenos adelantamientos, vivían de las
colaboraciones en prensa y los bolos. Ahora los artículos en prensa se pagan
muy poco, si se pagan, y los bolos se han reducido a una centésima parte.
Dices que una
editorial es "una máquina sadomasoquista de dar y recibir dolor y
placer".
Sí, tiene un
punto de sadomaso. Es muy doloroso que un autor se vaya. Cuando eliges publicar
un autor, con el primer libro vive una luna de miel. Este enamoramiento se va
diluyendo, aparecen voces tentadoras alrededor del autor, hay autores que
sucumben a la tentación, y para el editor es una herida. Pero aún es más
doloroso cuando tienes que rechazar un autor que ya era de la casa. Le has
publicado uno o dos o tres libros, crees que no responde a las expectativas que
había generado y lo dejas de publicar para dar entrada a nuevas apuestas. Es
muy traumático para el autor, pero también para el editor. Aparte de esto, un
editor rechaza cientos o miles de manuscritos al año.
... y algunos
de los originales rechazados son de amigos, conocidos o saludados.
Un capítulo
francamente incómodo son los amigos personales convencidos de que su vida es
apasionante y que escribir es muy fácil. Esto me ha pasado con cierta
frecuencia. Normalmente la relación se ha enfriado, porque las heridas
narcisistas son muy profundas, y sólo en algunos casos la herida se ha podido
suturar.
Se ganan
enemigos, pues, haciendo de editor.
Inevitablemente.
A lo largo de
45 años, te habrás visto de todos los colores.
La primera
década fue dura, pero superexcitante. Hicimos una galopada por territorios
inexplorados. Descubríamos nuevos autores que aquí no se publicaban, luchábamos
con la censura (tuvimos nueve o diez secuestros de libros), ya la vez íbamos
construyendo un catálogo. Lo respondía al aire del tiempo. La censura y el
franquismo eran obstáculos estimulantes.
Debió ser una
época esperanzadora: ya se veía la luz al final del túnel franquista.
Veíamos que
la dictadura agonizaba, aunque fue una agonía demasiado larga. Desde el punto
de vista financiero fue difícil: sufrimos la crisis de nuestra distribuidora,
Enlace, y las crisis en América Latina, con países que nos dejaban de pagar de
un día para otro. En los años setenta las dictaduras latinoamericanas cortaron
de forma drástica la importación de libros de Anagrama, o eliminaron nuestros
distribuidores. Yo pasé por Chile el año después de la muerte de Allende y
nuestro distribuidor, que era un activista político, había desaparecido.
Después vino el efecto desencanto: la gente se cansó de los libros de ensayo
político.
¿De repente?
Y tanto, te
podría dar la fecha exacta: Suárez gana las elecciones y mucha gente
izquierdista, contraria al rey y al orden burgués, partidaria de la ruptura y
no de una reforma aguada, o se droga o se va a la India o se dedica a leer
literatura. También están los que ingresan en partidos políticos y consideran
que su formación lectora ya se ha acabado. El caso es que de golpe hay una
serie de libros políticos y de autores que quedan obsoletos.
¿El interés por
el ensayo político ya no se ha recuperado?
De vez en
cuando interesa algún libro, pero de forma minoritaria.
Esta caída del
ensayo político te debía empujar a hacer una apuesta clara por la narrativa...
La hice desde
el comienzo, con la serie Informal 1970, aunque al principio nos centramos en
el ensayo. En 1977 creamos la colección Contraseñas, que fue el banderín de
enganche para muchos jóvenes inquietos, seducidos por la contracultura y hartos
de la política: leían Charles Bukowski, Tom Wolfe, Richard Brautigan ... Pero
las dos colecciones fundamentales llegaron en los ochenta: Panorama de
Narrativas y Narrativas Hispánicas. Comenzó entonces el boom de la buena
literatura. A principios de los ochenta hubo una recuperación económica; y en
los noventa, una consolidación. Quizás la mejor época de Anagrama fue del 2000
al 2008. Hemos tenido muchos autores que les ha costado triunfar pero que han
acabado protagonizando una explosión, triunfando absolutamente. No tengo
ninguna varita mágica, también hemos apostado por autores que no han encontrado
nunca los lectores que merecían. Pero hay que sí los han encontrado: Tabucchi
era un autor de culto hasta Sostiene Pereira, Kapuscinski hasta Ébano,
Vila-Matas hasta Bartleby y compañía, y tantos otros.
Esta es la
gracia de hacer apuestas por autores: algunas salen bien.
Sí. Y ahora
el fenómeno más claro es Chirbes, con libros a contrapelo, que de entrada no
parece que vayan a contribuir a la felicidad del lector, pero que resulta que
sí hacen felices a los lectores literarios. Es un escritor fuera de todo
circuito de amiguismos, que hace libros muy potentes. De repente se le
considera el mejor escritor actual.
¿El de Rafael
Chirbes ha sido uno de los éxitos más inesperados?
Que llegara
a tener tanto éxito no se lo esperaba nadie. Hasta ahora Chirbes había tenido
muy buenas críticas y había triunfado en Alemania, gracias en buena parte al
gurú de la crítica Marcel Reich-Ranicki. Pero no podía ni soñar que tres
novelas suyas estarían en la lista de los críticos literarios de El Mundo de
las 25 mejores de los últimos 25 años: En la orilla (la número 1, según los
críticos), Crematorio (la número 3) y la larga marcha (la número 8).
¿En qué casos
el olfato te decía que un libro funcionaría y ha pasado sin pena ni gloria?
A mí el
olfato me dice si un libro es bueno y si encaja en el catálogo de Anagrama. El
éxito comercial todavía me proporciona sorpresas, porque depende mucho del boca
a boca.
A Anagrama
siempre ha dado mucha importancia a la promoción, y ha tratado muy bien los
periodistas culturales.
Durante
quince o veinte años fui yo mismo el jefe de prensa de Anagrama. La promoción
me divierte, me lo paso bien, pero también lo hago por motivos éticos: me
parece criminal publicar de cualquier manera el libro de un autor que, con
mejor o peor fortuna, ha puesto todas sus vísceras. Nosotros lo que hacemos,
como tú sabes muy bien, es tocar el tam tam de la forma más verosímil y creíble
posible. No sé cuantos cientos o miles de ruedas de prensa habremos hecho. Por
ejemplo, todos los autores del famoso dream team británico han venido aquí
entre cinco y diez veces.
También ocurre
que los periodistas tenemos debilidad por los editores independientes más que
por grandes grupos.
Sufrís, por
fortuna, el síndrome de David versus Goliat. Los buenos periodistas aprecian
nuestra labor cultural.
Buena parte del
mercado de Anagrama es en América Latina...
Sí, desde
los años ochenta. Y a partir de 2000 empezamos a publicar simultáneamente en
España y en América Latina todos los escritores latinoamericanos, esto es algo
diferencial respecto a los grandes grupos que sólo publican los muy
consagrados. Anagrama está mejor instalada en librerías de México y de Buenos
Aires que en Barcelona o Madrid. Hemos conectado muy bien con los jóvenes
lectores de América Latina, donde no llega toda la morralla de best sellers en
lengua española que invade las librerías aquí. Allí ya no los envían porque
saben que no se venden.
¿Qué parte del
volumen total del negocio de Anagrama lo ocupa Latinoamérica?
El 25 o 30%.
Los primeros
títulos de Anagrama fueron en catalán, y ahora mantenga la colección Libros
Anagrama. ¿Una editorial independiente catalana con el mercado únicamente en
catalán lo tiene chungo para sobrevivir?
Sí, pero a
la vez tiene menos riesgo, porque las tiradas son más pequeños. Los adelantos
en catalán nunca han llegado a ser tan bestias como en español. Sí que ha
habido un exceso de premios de los que sólo sirven para desquició el mercado.
También es verdad, y esto sonará impopular, que los editores catalanes tienen
la ventaja de que las editoriales en lengua española publicamos buenos autores,
y pueden ir a remolque nuestro. Por ejemplo, nosotros publicamos a Echenoz
desde hace 25 años, porque era una debilidad declarada mía, aunque durante
mucho tiempo no tuvo nada de éxito. Sólo empezó a vender algo a partir del
premio Goncourt. Finalmente ha llegado la moda Echenoz, y en catalán se ha
empezado a publicar hace cuatro días, cuando el editor en lengua española-que
soy yo-había pasado veinte años picando piedra.
¿Cómo ves el
proceso soberanista?
Mis genes
patrióticos son prácticamente cero. No soy catalanista, y menos españolista. Me
aburre bastante hablar de este tema, como puedes comprender. Ya lo dije hace
dos años en una encuesta de La Vanguardia: aparcando turbulencias emocionales,
que no es nada fácil, yo confiaba sin énfasis en una opción federalista de
izquierdas, y sigo así.
¿Sigues
confiando en el federalismo?
Igual que
antes. Sin énfasis.
Algo está
pasando en Cataluña.
Están
pasando muchas cosas, pero hay que ver si son viables o si están bien
orientadas. Hay unos handicaps objetivos muy fuertes, unas ilusiones
despertadas en la gente también muy fuertes, una posible frustración aún más
fuerte... Pero yo lo entiendo perfectamente. Intento ponerme en la piel de un
chico de 18 o 20 años en Cataluña o Madrid y lo más sexi es ser independentista
o ser de Podemos. Votar los políticos de toda la vida es un horror, se han
ganado el descrédito a pulso.
¿Has mantenido
siempre el listón de exigencia, sin dejarte llevar por según qué vientos?
Me he dejado
llevar por la calidad. La calidad es difícil de definir científicamente pero es
muy fácil de observar si se mira un catálogo. En las listas del año pasado en
los suplementos literarios hubo unanimidad a favor de Anagrama. El listón lo
hemos mantenido, con más o menos acierto comercial.
¿Puedes
confesarnos algún error? ¿Algún libro que deberías haber rechazado?
Hay libros
que he publicado con poco entusiasmo, pero no son errores. La política de autor
te da muchas alegrías pero también tiene servidumbres: de vez en cuando te toca
publicar algún título de un autor que es inferior a sus estándares y que
deberías preferido ahorrarte.
¿Te has leído
todos los libros de Anagrama?
La inmensa
mayoría. Dejé de leer algunos de los ensayos más especializados de la primera
década. Y si he publicado 25 títulos de la Highsmith, tal vez hay dos novelas
de ella que no he leído. Tampoco tengo una necesidad imperiosa de leerlos
absolutamente todos. Las primeras novelas de cada autor que incorporamos al
catálogo me las leo siempre.
¿Lees libros de
la competencia?
Muy pocos,
no me queda tiempo. Soy un editor que se lee sus libros y que en publica
muchos, 75 cada año a parte de los de bolsillo. Leo algún Marsé, algún Mendoza
... Pero estoy empalagado, saturado y me da miedo empezar a leer un libro de la
competencia...
... y que te
guste.
No, no: y
que por culpa de ello descuide los manuscritos que tengo pendientes de leer, y
que estos manuscritos amotinen en mi contra. Sí que sigo toda la prensa
cultural. Y leo mucha no ficción, porque me interesa y me relaja: memorias, dietarios,
biografías, política... No te diré que me he leído Plan entero, pero casi.
¿Debemos sufrir
por el futuro del papel?
Es muy
pronto para jugar a hacer de futurólogos. Hay una crisis económica brutal y
global, y existe el cambio de hábitos generado por el mundo digital. No me
refiero al libro digital, que en nuestro caso es del 2%, sino a los chicos de
18 o 19 años que antes se iniciaban en la lectura adulta a través de los libros
de bolsillo, porque tienen un precio más asequible. En todo el mundo se han
desplomado las ventas de las colecciones de bolsillo, para que sus consumidores
naturales se pasan horas jugando con cacharritos.
¿La piratería
te afecta?
Hay editores
más alarmistas que yo en este sentido. Yo creo que nos afecta mucho más el
cambio de hábitos. Eso sí: es muy grave que el gobierno español no haya hecho
nada para atacar la piratería. En países como Alemania, si te bajas un libro
recibe una denuncia en el acto. Hace poco tuvimos una reunión varios editores
con Soraya Sáenz de Santamaría. Nos informó que habían aprobado unos artículos del
código penal que eliminarían la piratería. En una charla posterior de pie, le
dije que hasta que no salga en el periódico que el señor Tal le han puesto una
multa de 5.000 euros por bajarse un libro, la gente se pasará el código penal
por el forro.
El papel
sobrevive contra pronóstico.
Este era un
pronóstico inducido por que estaban interesados en la desaparición del papel:
los fabricantes de aparatos iban presionando la prensa y cada dos por tres
salían artículos sobre el fin del libro de papel. Pero habrá que ver si el
sector aguanta la crisis y el cambio de hábitos o si acabarán cerrando todas
las librerías.
Hay crisis
peores, como la del periodismo.
O la de la
música. Pero estamos hablando del sector editorial, no quiero decir que seamos
los únicos mártires.
Si volvieras a
nacer, ¿volverías a montar Anagrama?
Supongo que
sí, pero me sería más difícil. Y te aseguro que no fue nada fácil.
El mundo
literario catalán y español se divide en dos tipos de personas: las que
querrían ser Jordi Herralde y las que querrían ser editadas por Jordi Herralde.
Me parece
que exageras.
Sí, pero no
mucho
Enlace original: http://catorze.naciodigital.cat/noticia/318/jordi/herralde/mercat/editorial/encongit/forma/irreversible
(Entrevista realizada por Eva Piquer, para CATORZE -NACIÓN DIGITAL)