Dentro de poco hará dos meses que mi libro está en la calle, y avanza desde su niñez hacia la pubertad. Está presente en todas partes, con mayor o menos fortuna, pero está, en escaparates, mesas y estantes. Me da alegrías todos los días: firmo ejemplares de compañeros de trabajo, gente de la profesión, familiares y conocidos; me dicen que están disfrutando, que es una excelente tratado sobre la Alhambra, y qu están deseando leer más sobre mí. Me dicen que les ha aportado algo a sus vidas.
Y eso, sólo eso, justifica horas y horas de desvelo; alegrías y a veces frustración; y sobre todo la pesadez de las revisiones. ¿Sabíais que la versión final de "EL ESCLAVO DE LA AL-HAMRA" (Ediciones B) corresponde a la Revisión 8a? A veces dudo; tengo que concentrarme para recordar si a tal personaje lo maté en tal capítulo, o si cuando lo amnistié lo hice en la ¿tercera?, ¿cuarta? revisión y ahora hace algo totalmente diferente.
Todo ese trabajo que supone que un libro vea la luz, hace que la sangre me hierva cuando leo noticias por la Red sobre algunas editoriales que no cumplen sus compromisos con sus escritores, incluso aunque sean libros con éxito. Ser gente de palabra, ser gente de honor, se ha perdido. Ésa es la Gran Crisis de este nuestro país.
Porque quiero hablar de la Gran Crisis. Como siempre, la Historia nos demuestra que apenas hemos cambiado en dos mil años:
-S. VI, Imperio Bizantino. El emperador Justiniano se embarca en un ambicioso programa político y militar para reconquistar los territorios del Imperio Romano de Occidente. Pone en marcha un vasto programa de obras públicas (carreteras, iglesias, monumentos, puertos y plazas fuertes). Para ello crea una enorme estructura burocrática destinada a controlar todos y cada uno de los aspectos de la vida de sus ciudadanos del imperio. Todo es sometido a imposiciones fiscales, salvo las grandes fortunas.
Las arcas del estado quedan vacías por el esfuerzo bélico (más propagandístico que práctico). Las obras de la capital consumen ingentes recursos mientras en la periferia muchas obras quedan paralizadas por falta de fondos. El Estado se convierte en gran deudor. ¿Solución de Justiniano? Confisca bienes y retira privilegios a las grandes fortunas, subvenciona carreras en el Hipodromo y deja de pagar a los soldados de sus ejércitos (que para sobrevivir se vieron obligados a esquilmar a los pequeños propietarios, en cada provincia donde estaban destinados). La gente huye de las ciudades para refugiarse en el campo y evitar a los recaudadores. Desesperanza, angustia social, corrupción. Revuelta de la Niká en Constantinopla, con más de 20.000 muertos, sofocada por el ejército. A su muerte, el Imperio estaba en la bancarrota.
-s.XXI, España. Los dirigentes del país deciden poner a España en el lugar que le corresponde en el panorama internacional: se envían tropas a todas las regiones del planeta bajo égira de la ONU o por cuenta propia, y se lleva a cabo un ambicioso programa de obras públicas (poner aeropuertos en cada provincia, red de AVE en cada provincia, metro o tranvía en cada provincia, todo en todas las provincias) movido por criterios políticos en vez de técnicos o económicos. Se subvenciona todo, ayudas, trabajo, familia, transporte, agricultura, pesca, minería. Se crea la Televisión Digital, con 200 canales donde elegir. Se engrandece la burocracia hasta límites insospechados y se aprieta los impuestos de autónomos y asalariados.
El Estado y las instituciones públicas se convierten en los mayores morosos. Las empresas quiebran. Aumentan el paro y las subvenciones (a costa de Deúda Pública); disminuyen los ingresos del país. ¿Solución? Se aprueba decreto contra los controladores aéreos. Se eliminan subvenciones, pero se mantienen las ruinosas televisiones públicas que aportan 200 canales a la televisión digital. Se recortan los salarios a los funcionarios públicos, y se anuncian más impuestos.
Corrupción, economía sumergida, desesperanza, angustia social, la generación Ni-Ni, huída de investigadores, cerebros y emprendedores. La revuelta de la Niká será de risa comparado con lo que viene, a menos que suceda algo catártico ya.
¿Por qué no podemos aprender del pasado?¿Qué ceguera infecta a nuestros políticos?