Hola a todos, comienzo el año 2019 con incertidumbres.
Y también con alguna certeza, como esta magnífica entrevista a Isabel Barceló Chico, autora de "Mujeres de Roma", un ensayo maravilloso sobre Roma, la ciudad eterna, a través de mujeres que marcaron huella en su historia por su pasión, su entrega, sus ideales, su percepción de la vida.
Espero que os guste.
(Isabel Barceló, autora de Mujeres de Roma)
1. Es un ensayo que
sorprende. Cada una de las mujeres que aparecen parecen dignas de una novela en
sí mismas. ¿Has pensado en ello alguna vez?
Cierto, cada una de esas vidas da para escribir una
novela, como muy bien señalas. Todas ellas, sin excepción, son dignas de
memoria. Y las de muchas otras mujeres que, por razones obvias, no me ha sido
posible incluir en este libro. Mi objetivo, sin embargo, era otro: presentarlas
de una manera próxima, coherente y articulada a fin de reconstruir la memoria de
las mujeres en la ciudad eterna y que los lectores pudieran percibir con
claridad la riqueza y variedad de la experiencia femenina a lo largo de la
historia, así como su valor social. Una visión inclusiva del pasado es mucho
más rica, en mi opinión.
(Túmulo de los Horacios, en la vía Apia Antica)
2. La emoción está
siempre presente. Es terrible la tragedia de los Horacios, primero por la
contienda de Horacios contra Curiacios, y luego cómo se entremezcla la gloria
de la victoria con el drama personal de Horacia y sobre todo el dolor de su
madre, condenada a amar a su hijo a pesar de todo, quizás por ser madre antes
que cualquier otra cosa. Estado, comunidad, familia, ¿ese era el orden de
importancia en todos los asuntos de la república romana para quien quisiera ser
buen ciudadano?
En los tiempos arcaicos (entre los siglos VIII y II
a.C.), tanto durante el régimen monárquico como durante el republicano, la
supervivencia del grupo, la continuidad de la ciudad, estaba por encima de cada
uno de sus individuos. Solo se podía conseguir ese bien superior si actuaban
todos juntos y unidos, leales a las leyes que así lo establecían y al “mos
maiorum”, esto es, la costumbre de los ancestros. De lo contrario, nadie se
salvaría del desastre.
En mi opinión, es importante, para nosotros, tratar de
acercarnos a esa forma de pensar y de actuar, dictada por la necesidad, pues
nos ayuda a comprender cómo han evolucionado las sociedades humanas en general,
y también cómo se fue construyendo la idea y la mentalidad de Roma, el alma de
Roma, de cuya civilización somos deudores.
(Livia, esposa de Octavio Augusto)
3. Aparece Livia en
tu libro, y es inevitable pensar en la novela 'Yo, Claudio', de Robert Graves,
donde es la personificación de la tenacidad, ambición y conspiración. En tu
libro aparece como ambiciosa, sí, pero primero como mujer amante. ¿Son dos
visiones contradictorias de la misma persona, o son compatibles?
En mi opinión, en Livia se ve muy claramente cómo habían
cambiado los tiempos desde la época de los Horacios, no en vano habían pasado
casi 500 años. Livia fue más amada que amante. El Estado y la familia eran
fuentes de poder para ella y la colocaban en una posición de privilegio desde
la cual defender con uñas y dientes y con toda su astucia, que era mucha, sus
propios intereses. Desde el mismo momento de su matrimonio con Augusto, el
objetivo de su vida fue conseguir que el inmenso poder de Roma, que ahora
ejercía con mano firme su marido, pasara en el futuro a manos de un
descendiente de su propia carne y sangre. Y puesto que el hijo habido con
Augusto murió al poco de nacer, la línea sucesoria debía dejar fuera a los
nietos del propio Augusto y recaer, en cambio, en un hijo suyo, fruto de un
matrimonio anterior, su primogénito, Tiberio. Y si un hombre o una mujer se le
cruzaban en ese camino, mala suerte para ellos. Creo que mi percepción de Livia
es bastante similar a la de Graves y, desde luego, compatible.
4. La entrega de la
brasileña Anita al amor por Garibaldi es puro drama descorazonador. Admirable
por su entrega total, por encima de su vida, de sus hijos. Esa pasión amorosa que
lo arrolla todo despierta envidia. ¿Cómo descubriste su historia?
Garibaldi fue un gran héroe que despertó admiración en
todo el mundo. También en España. D. Emilio Castelar trabó amistad con él y se
escribieron algunas cartas. Y se da la circunstancia de que Castelar pasó su
infancia en Sax, mi pueblo, al que siguió acudiendo de adulto con cierta
frecuencia, así que allí era una persona muy querida de la que se guarda una
entrañable memoria. Ya en su época se celebraban en Sax las fiestas de Moros y
Cristianos, así que un grupo de liberales sajeños, amigos del prócer y
admiradores del gran héroe italiano, fundaron en su honor una nueva comparsa
cristiana, la de los garibaldinos, a la que tradicionalmente pertenece mi
familia. Así que mi interés por Garibaldi se remonta a mi niñez. Anita fue
fácil de encontrar en sus numerosas biografías y, además, cuenta en Roma con un
gran monumento en el que están depositadas sus cenizas.
Era una mujer extraordinaria por su coraje, por su entrega a
la lucha armada en favor de la libertad, una persona que no retrocedía ante
ningún obstáculo por invencible que pareciera. Estaba muy enamorada de su
marido. El amor que se profesaron ambos fue, como señalo en el libro, “una
mezcla irrepetible de romanticismo y luchas revolucionarias, de entrega y
pasión”.
5. Las muertes de Agripina y Popea a manos de Nerón hielan el alma. No solo por
la desesperanza de Acté, también por la desordenada frialdad de Nerón, que
trasmites muy bien. ¿Conseguiste escribir el libro de un tirón, o la empatía
con el drama de tus Mujeres de Roma te hizo detenerte más de una vez en la
escritura?
Este libro es fruto de varios años de trabajo, pero lo
fui escribiendo sin desmayo, por decirlo de manera gráfica. Cierto que hay
personajes que me han resultado más difíciles que otros, sobre todo por mi
manera de trabajar. Me apropio de los personajes y luego los busco dentro de
mí. En algunos casos, ese proceso me ha generado mucho malestar interior (el de
Popea, por ejemplo, de quien me mantengo a bastante distancia) hasta que he
conseguido encontrar la forma de enfocarlo. Es una experiencia muy
enriquecedora, he aprendido mucho de esas mujeres, sin excepción.
(Beatrice Cenci, retrato, en la Galería Barberini Corsini)
6. La tragedia de los
Cenci y el suplicio de Beatrice con la garrucha dan escalofríos. ¿Visitar los
lugares de paso de tus Mujeres de Roma inspira? ¿Qué transpiran, pasión,
valentía o tristeza, o una mezcla de todo?
Para mí Roma es, siempre, alegría. Una alegría íntima,
desbordante. Pensar en esas mujeres, recorrer los lugares que ellas conocieron,
aunque estén muy transformados, me produce admiración, no tristeza. Ellas
vivieron su tiempo y los conflictos propios de su tiempo como nosotros vivimos
los nuestros, esforzándonos por comprender, por superarlos, por hallar algún
resquicio de felicidad en todo eso. Me siento orgullosa del género femenino, de
aquellas mujeres que con sus defectos y sus actos heroicos, con sus errores y
sus virtudes, con sus sufrimientos y alegrías, desde una posición social
destacada o desde el anonimato,
contribuyeron a hacer de esa ciudad lo que ha sido, lo que es. Por lo demás,
creo que cualquier persona que, conociendo sus historias, visite los lugares
que les concernieron, se sentirá también orgullosa y feliz de sumergirse una ciudad que jamás
había visto ni imaginado desde esa perspectiva. Descubrir una Roma femenina es
una experiencia singular y muy gratificante.
7. El enfrentamiento
entre Fausta y Elena, esposa y madre de Constantino, respectivamente, asombra.
¿Dulcificaron los cronistas sus enfrentamientos? ¿Es más fácil o difícil ser
objetivo hoy que en su época?
La experiencia nos dice que ser objetivo es una empresa
harto difícil cuando se trata de asuntos que atañen a nuestros afectos. Las
emociones muy intensas tienden a ofuscar el entendimiento, lo que nos lleva a cometer errores, a veces
irreparables. La familia de Constantino, aunque cada uno de sus miembros lo
viviera de manera diferente, sufrió la experiencia de la ofuscación y también
las consecuencias derivadas de decisiones trágicas e injustas. Los cronistas no
dulcificaron sus conflictos, más bien se
lamentaron amargamente de que la iglesia cristiana, cuya práctica religiosa
acababa de legalizar Constantino, perdonara al emperador unos crímenes que el
pueblo romano no podía tolerar. De hecho, Constantino fue muy mal recibido en
Roma cuando acudió allí a celebrar sus veinte años de acceso al trono imperial
y ya no regresó jamás. Trasladó la capital del imperio a Constantinopla.
8. Con tantas
historias de sangre y terror en Roma, ¿qué ves más en Roma cuando andas o la
recuerdas, la gloria de los hechos relevantes, o mareas de sangre y llantos de
sufrimiento? ¿O una mezcla melancólica de ambos?
Veo la vida. Y adivino esa parte de la vida que late y
permanece oculta: la de las mujeres, la de los esclavos, la de la gente
sencilla, los personajes entrañables, irrisorios, extravagantes, que nos
retrata Marcial en sus epigramas, la lucha por la supervivencia, que es un
continuum desde que el ser humano puebla la tierra, las pequeñas traiciones
cotidianas, los diminutos actos de heroísmo personal, familiar y doméstico,
todo lo que forja el espíritu. ¿Qué grandes hechos habrían sido posibles sin
ese sustrato, sin ese sostén?
9. El altar a Venus
Cloacina y la muerte de Virginia a manos de su padre, injusta, junto al foro
eterno, ¿es una metáfora de la visibilidad de la ambición de hombres y de la
invisibilidad de las mujeres?
Más que metáfora, me parece un ejemplo de la
vulnerabilidad de las mujeres a la que se suma, en este caso, el hecho de ser
plebeya. Constituye, también, un atisbo
del horror que debía de ser la esclavitud femenina. Un padre que prefiere matar
a su hija antes que dejarla a merced de los abusos de un amo, debe de hacernos
pensar. Y no solo en aquel pasado
remoto, sino en la actualidad, cuando miles de muchachas son arrancadas cada
año del seno de sus familias por las redes de trata de blancas para explotarlas
en la prostitución. Nos resulta más fácil escandalizarnos de aquellas
sociedades esclavistas de la antigüedad que actuar contra la esclavitud actual,
tan conocida y, al mismo tiempo, tan encubierta.
10. Rea Silvia y Aca Larencia se contraponen a la historia de Elena y
Fausta, y son señal de cómo la fuerza de la maternidad, don de mujeres y no de
hombres, otorga intuiciones y pasiones a las madres de las que un hombre
carece. ¿Es una interpretación correcta?
Sí, me parece acertada. En la antigüedad, las mujeres
demostraron muchas veces ser solidarias entre ellas y con respecto a la ciudad.
Ese vínculo de solidaridad femenina era, a la vez, admirado y temido.
(Isabel Barceló, autora)
(Victoria Colonna)
11. Creí entender que la publicación de este libro
maravilloso ha tenido múltiples peripecias que lo ha demorado años. Y ahora es
un éxito. ¿Puedes contarnos alguna anécdota?
Empecé a trabajar en el proyecto de este libro en el año
2000 y entre el 2004-2005 obtuve una beca en la Real Academia de España en Roma
para documentarlo, sobre todo para identificar los lugares relacionados con
cada una de las mujeres, a fin de contar sus historias “in situ”. Los primeros
rechazos editoriales me empujaron a abrir mi blog “Mujeres de Roma” en 2006,
pues me parecía imposible que fuera yo la única persona en el mundo que se
interesaba por ese tema. Obviamente en él no publiqué ni una sola palabra de
esta obra, pero me sirvió para reafirmarme en mi convicción de que las mujeres
del pasado interesaban, y mucho.
En estos años he ejercitado la paciencia y no he cedido ni
al silencio indiferente de tantos editores, ni a los que me auguraban que jamás
lograría publicarlo, ni a los que, por ejemplo, me sugerían transformarlo en
una novela. Ha sido duro, muy duro. Durante ese tiempo he publicado ocho
libros, con el dolor de ver que este, en el que había puesto tanto estudio,
tiempo, ilusiones, toda mi pasión y mi corazón, no conseguía ver la luz
impresa.
He de agradecer a la editorial Sargantana que, desde el
primer momento y con notable valentía empresarial, apostara por su publicación
y que, además, haya iniciado con él una colección de personajes ilustres. Es
algo que los honra y me honra.
12. Por último, de todas tus Mujeres de Roma, ¿con quién más
te identificas?
Es difícil decirlo. Cada una de ellas tiene un rasgo de
personalidad, o vive un momento de debilidad o de fortaleza que la singulariza
y la hace diferente y humana y, como tal, reconocible y querida. La nítida
percepción que tenía la reina Cleopatra de Egipto de que, pese a su poder y a
sus inmensas riquezas, en Roma no era nadie, testimonia su visión realista de
la vida y de su situación; a la inteligente Agripina, el intenso deseo de
recuperar el afecto de su hijo Nerón, la cegó durante unas horas; la esclava
Filótide superó en ingenio y en capacidad decisión a todos los romanos de su
tiempo; Paulina Bonaparte, a despecho de su superficialidad, fue la persona más
leal que imaginarse pueda; la cortesana Imperia murió a causa del amor y Gala
Placidia, hija, hermana y madre de emperadores, regente del imperio ella misma,
se casó en su juventud con el gran amor de su vida, un visigodo, desoyendo la
firme oposición de su hermano, el emperador; Francesca Romana transformó su
frustración en acción positiva y benéfica para sus conciudadanos; la reina
Cristina de Suecia proclamó que moría libre, aunque desde hacía 30 años tenía
encadenado el corazón. Y así, podría continuar hasta acabar la lista de las 44
protagonistas, todas ellas merecedoras de ocupar un lugar en la memoria
colectiva. Las mujeres son, somos, también, partícipes y sujetos de la historia
y es preciso que la sociedad las conozca y las reconozca para proyectarse
cabalmente hacia el futuro.
Gracias, Isabel, por la entrevista. Os recomiendo a todos este libro magnífico.