Quedan tres meses para el Día D. Un trimestre completo. Aún no me han dado fecha concreta pero entre la segunda quincena de Septiembre y la primera de Octubre se prevé la publicación de mi primera novela. ¿Cómo estoy? Hecho un manojo de nervios y cada día más, según tacho el calendario.
Para no quedarme paralizado por la impaciencia y los pensamientos recurrentes sobre cómo será la acogida entre el público, cómo será la primera presentación, ¡o la primera entevista!, me dedico a avanzar en mi siguiente novela, de la que puedo decir que he cumplido mi objetivo: llegar a la mitad, antes del Informe de Estilo sobre EEDLA que recibiré la semana que viene y sobre el que trabajaré en el próximo mes.
De hecho, ahora que estoy en puertas de la publicación, me he vuelto más obsesivo en mis revisiones. Me replanteo la trama, el desenlace, reviso nombres, reviso todo, porque cuando entregue el informe de estilo con mis decisiones será definitivo; yo no podré tocar nada más. Y me asaltan las dudas: ¿podría haber quedado mejor? ¿Cómo me juzgarán los lectores? Ojo, no cuento con familiares y amigos, porque pienso que endulzarán las críticas. El lector ajeno a mí, ¿le atraerá la portada? , ¿lo leerá con gusto?, ¿o quedará el libro relegado en alguna oscura balda de las novedades?
Ya me véis: con los nervios del novato atormentándome a cada rato. Serán los nervios, que me tienen más alerta, lo que ha provocado otra idea para otra nueva novela que se ambientará en Jaén en el S.XIII; es posible que la acción transcurra mitad en Edad Media, mitad en la Edad Contemporánea. Con lo cual se me acumula el trabajo: EEDLA a punto de salir; otra novela en el cajón para su revisión final antes de planteársela a la Agencia; la tercera que está por la mitad, continuación de la segunda; la cuarta obra, que ya ha cubierto el 50% de su trama, y es a la que estoy dedicando ahora mi tiempo; y luego el esbozo de sinopsis anotado de dos próximas obras.
La idea de la última ha surgido a raíz de un encuentro familiar. Hace años recogí, de boca de mis tíos y tías maternos y paternos, la genealogía de mis apellidos. Sacaron sus cajas de latas llenas de fotos en blanco y negro y rememoraron en el tiempo cuanto pudieron. Ya no están en este mundo, pero tengo sus recuerdos; y esas mis notas de juventud las reencontré hace poco entre un legajo de papeles haciendo limpieza en casa de mis padres. He decidido hacer mi Árbol, antes de que todos esos nombres se olviden para siempre.
He llegado así a conocer a mis tatarabuelos, y a todos los colaterales, que para mí son perfectos desconocidos. Pero están ahí, y sus descendientes; cientos de personas que en algún momento compartimos la sangre. He viajado en el tiempo 7 generaciones; y todos esos hombres y mujeres, que fueron jovenes, y vivieron, rieron y sufrieron, han llegado hasta mí, sobreviviviendo crisis, hambre, una guerra civil, dos guerras mundiales. Vivieron y criaron a sus hijos como pudieron, a pesar de todo. Esta Crisis también pasará. La Vida sigue.
Cuando pienso eso, mis nervios se calman, porque entiendo que me quejo por naderías. Ellos sí lo pasaron muy mal, y siguieron adelante. Pensándolo me pongo un poco nostálgico, porque no es Historia, es mi historia. Sí, esta Crisis también pasará.