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domingo, 12 de julio de 2015

Dos reflexiones de escritores

Se necesita ilusión para escribir. A veces esa ilusión nos falta.
Entonces, buscamos ejemplos.

Los comienzos de los que ahora son autores aclamados por el público y la crítica son historias de personas corrientes que nos emocionan porque, en algún momento, siendo personas tan corrientes y anónimas como nosotros, escribieron su primer libro. Empezaron con uno, de alguna forma, de alguna manera. A pesar de que ya en su momento todo el mundo editorial parecía tan complicado como ahora. Consiguieron empezar; perseveraron años; y una combinación adecuada de talento, oportunidad y suerte les trazó el inicio de su carrera con un éxito. El primer gran éxito.

Por eso, si alguno de esos autores ofrece algún consejo de forma desinteresada, puede ser interesante escucharles. Se puede aprender de ellos, ¿por qué no?  Un buen consejo que inyecte ilusión puede ser más efectivo que cualquier curso o masterclass sobre cómo escribir.

Isaac Asimov (1920-1992)


"El secreto de mi creatividad es sencillo. ¿Cuándo escribo? Cuando no estoy haciendo ninguna otra cosa."



Ken Follet (nacido en 1949)


"¿Que los jóvenes leen poco? ¿Que los libros no pueden competir con el ocio digital? No es cierto. Para que los jóvenes prefieran los libros al ocio digital sólo hay que hacer una cosa: escribir mejores libros."


Sobre la cita de Isaac Asimov: fue pronunciada en una larga entrevista realizada en 1988 por el periodista Bill Moyers, donde el escritor habló sobre lo que opinaba acerca de la ciencia, la religión, la literatura, la vida... Bill Moyers le preguntó cuál era el secreto de su prolífica carrera literaria, con más de 400 publicaciones entre novelas, ensayos, estudios científicos. Fue explícito: tenía una vida estresada. Tenía su familia, sus obligaciones académicas, sus hijos, sus conferencias, sus entrevistas.
Frente a autores que expresan que escribir es lo más importante para ellos, para Asimov lo primero era vivir. No sobrevivía de la escritura, que siempre vio como una actividad complementaria a sus ingresos académicos. Vivía cumpliendo con todas sus responsabilidades y luego, sólo entonces, si encontraba tiempo, escribía. Y si no lo encontraba en un día concreto, no se preocupaba: el día siguiente sería un nuevo día lleno de oportunidades, de nuevas ideas y quizás, con un momento para escribir.
Claro, que tenía una ventaja. Dormía poco. No tenía insomnio, necesitaba pocas horas de sueño profundo para despejarse. Estaba acostumbrado desde su juventud en la pastelería de sus padres a madrugar y realizar jornadas de hasta 16 horas. Y la escritura para él no era sólo el acto mecánico de escribir, sino también el de imaginar. Él tenía imaginación; era capaz de crear en su cabeza en cualquier momento o instante. Sólo le faltaba pasarlo a máquina al papel. Era veloz tecleando: era un animal al teclado de su máquina de escribir, decía que era capaz de teclear mucho más rápidamente que escribiendo palabras a mano. La vida le inspiraba, la Historia le inspiraba, la Ciencia le inspiraba. Su propia ilusión le ilusionaba.

Sobre la cita de Ken Follet: fue pronunciada en una entrevista realizada en el programa británico "Eye to Eye" en 2011. En ella habla de sus orígenes, de sus inicios, de su última trilogía "The Century" y también sobre el futuro, sobre los libros electrónicos, sobre internet, sobre las nuevas juventudes. Se expresa con claridad meridiana. El ocio digital está entre nosotros y los jóvenes son afortunados al tener tantos elementos de ocio para divertirse. ¿Se lee? Sí. Más que antes. Los niños leen, si encuentran algo que les guste leer, y pone sin tapujos como ejemplo la obra de J. K. Rowling ("Harry Potter"). No entra a discutir si leer a Rowling en vez de Shakespeare es motivo de rasgarse las vestiduras (compárese la polémica sobre los jóvenes españoles y el Quijote de Cervantes), sino que el mismo hecho de leer algo que les entusiasme es para celebrarlo. "Esas larguísimas colas para comprar el libro sobre Harry Potter indican que quieren leer lo que les gusta". Que hay más lectores que antes, sólo hay que ofrecerles libros de su interés para que lean en vez de jugar a las videoconsolas. Y él lo tiene claro: ante tanta demanda de ocio, para que se lea más por parte de jóvenes y adultos, sólo hay una forma: hay que escribir mejores libros.
La pregunta del millón sería: ¿qué es escribir mejores libros? Para Ken Follet, es escribir libros que involucren emocionalmente al lector, que hagan que no quiera dejar de leer, sobre temas que el lector quiera leer. No habla de críticos literarios. Ken Follet, en otra entrevista, lo dijo claro: tener cien millones de lectores es mucho más satisfactorio para él que ganar el premio Nobel de Literatura. Los lectores son los jueces.

sábado, 20 de marzo de 2010

Se acerca el final

Sigo y sigo. La revisión final sigue viento en popa, a un muy buen ritmo. ¡Estoy dentro de la novela! Pensé que me costaría más retomarla, sobre todo porque desde la última revisión en Octubre había centrado mis energías en revisar mi segundo libro, y con mi tercera novela, esta vez contemporánea, estaba muy entusiasmado. Me pregunto cuántas historias a la vez puede desarrollar un escritor de forma simultáneamente sin volverse loco, psicópata o con personalidad múltiple.



De hecho, estoy tan centrado en la historia, que en el día a día sólo pienso en llegar a casa para continuar. Es la literatura lo que me da la alegría diaria, y después de esta última semana, veo todo de otra forma. El trabajo, aunque me preocupa, ya no me obsesiona. Ya no me importa, en absoluto. Me rio en silencio por la cara de agobio de mis jefes. Me declaro en rebeldía. Sí, creo que podría hacerlo. Dedicarme en exclusiva a la escritura. La oportunidad está cerca. Siento que el ciclo actual se está cerrando, y que otro diferente va a comenzar. Lo siento en mi alma.

Debe ser eso lo que me da una vitalidad indestructible. No van a impedirme cumplir un sueño.

Además, hoy he empezado un jamón de pata negra, que tenía en el sótano (eso le da alegría a cualquiera). La novela sigue su curso, y encima he accedido a la revolución digital del E-Book.



Realmente no es un E-Book al uso. Mi viejo mp3 ha muerto, fui a buscar un sustituto, y ¡sorpresa!, ya no existe nada similar. Ahora todos los dispositivos se comportan como reproductores de radio, de video, de fotos, de música... ¡y de libros electrónicos! Por sólo 70 euros, tengo en mis manos un cacharrito que no es un E-Book Reader al uso. Su pantalla es de 3", y admite sólo libros en TXT (contra, su función principal es para escuchar música, pero este extra no está nada mal). ¡Suficiente para mí, por ahora! 4 Gigas de capacidad = 8000 libros de 400 páginas. Suficiente para toda una vida, todo eso en el bolsillo de mi camisa, en la palma de mi mano. Tiene un grosor de 8mm (¡8 milímetros, señores! ¡El universo en 8 mm!) y desde que lo compré hace siete días he leído ya 4 libros completos. La lectura ya no tiene límites.



El dispositivo pesa ¡50 gramos!. ¿Alguien ha calculado cuánto pesan 8000 libros?

Creo que me puedo acostumbrarme a esto. Y creo que ambos sistemas, papel tradicional y ebook, son perfectamente compatibles. Las editoriales y los autores tenemos que adaptarnos a los nuevos tiempos.

lunes, 20 de julio de 2009

Cuando el mundo editorial era diferente: ISAAC ASIMOV (II)




(Continuación: LA EDAD DE ORO (I), por Isaac Asimov)

Hasta el 29 de mayo de 1937 (según una fecha que apunté) no se me ocurrió la vaga idea de escribir algo para una publicación profesional; ¡algo por lo que me pagaran! Naturalmente tenía que ser un relato de ciencia ficción, pues yo había sido un ávido aficionado a este generó desde 1929 y no reconocía que ninguna otra forma de literatura fuera digna de mis esfuerzos.
El relato que empecé a componer para tal propósito, el primero que escribí con vistas a convertirme en "escritor", se titulaba "Tirabuzón cósmico".
En él se presentaba el tiempo como una hélice. Uno podía ir directamente de una vuelta a la siguiente, o sea, introducirse en el futuro por un intervalo de tiempo determinado, pero sin poder acortar la estancia ni un sólo día. Mi protagonista hizo el viaje a través del tiempo y encontró la Tierra desierta. Toda vida animal había desaparecido; sin embargo, todo indicaba que ésta había existido hasta hacía poco... y ninguna indicación sobre lo que había producido la desaparición. Estaba escrito en primera persona desde un asilo de lunáticos, porque el narrador, naturalmente, había sido internado en un manicomio cuando regresó e intentó contar su historia.

Sólo escribí unas cuantas páginas en 1937 y después dejó de interesarme. El mero hecho de pensar en publicarlo debió paralizarme. Mientras mis escritos estuvieron destinados sólo para mí, pude ser bastante despreocupado. La idea de otros posibles lectores caía pesadamente sobre cada palabra que escribía. Así que lo abandoné.

Después, en mayo de 1938, la revista más importante en la especialidad, "Astounding Science Fiction", cambió su fecha de publicación del tercer miércoles del mes al cuarto viernes. Cuando el ejemplar de junio no llegó el día que acostumbraba me sumí en un gran decaimiento.

El 17 de mayo no pude aguantar más y tomé el Metro hasta el 79 de la Séptima Avenida, donde se encontraba la editorial Street/Smith Publications Inc. Allí, un funcionario de la firma me informó sobre el cambio de fechas y el 19 de mayo llegó el ejemplar de junio.

El inminente golpe del destino, y el extático alivio que siguió, reactivaron mi deseo de escribir y publicar. Volví a "Tirabuzón cósmico" y el 19 de junio estaba acabado.

La siguiente cuestión era qué hacer con él. Yo no tenía la más mínima idea de lo que debía hacerse con un manuscrito destinado a ser publicado, y las personas que yo conocía, tampoco. Lo comenté con mi padre, cuyo conocimiento del mundo real no era mucho mayor que el mío, y él tampoco tenía ni idea.

Pero entonces recordé que, el mes anterior, había ido a la 79 de la Séptima Avenida únicamente para informarme por la no aparición de "Astounding". No me había fulminado ningún rayo por hacerlo. ¿Por qué no repetir el viaje y entregar el manuscrito en persona?

La idea me aterraba. Y más aún cuando mi padre sugirió que eran necesarios ciertos preliminares como un afeitado y mi mejor traje. Eso significaba que tendría que tomar un tiempo adicional, y el día estaba ya muy avanzado y yo debía estar de vuelta a tiempo para el reparto del periódico vespertino. (Mi padre tenía una pastelería y un puesto de periódicos, y en aquellos días la vida era muy complicada para un escritor creativo de inclinaciones artisticas y sensible como yo. Por ejemplo, vivíamos en un apartamento que tenía todas las habitaciones en línea y la única forma de ir del salón al dormitorio de mis padres, o de mi hermana, o de mi hermano, era a través de *mí* dormitorio. Así pues, mi dormitorio era muy frecuentado, y el hecho de que yo pudiera hallarme en pleno esfuerzo creativo no significaba nada para nadie.)

Me avine a ello. Me afeité, pero no me molesté en cambiarme de traje, y salí. Era el 21 de junio de 1938.

(Continuará)




Más de uno se sentirá identificado con las peripecias de Asimov: ¿escribir?¿qué afición snob es esa? Ah, fijaos que habla de situaciones de 1938, casi como si fueran de hoy en día; ése es el progreso que da la paz. Y mientras aquí España se desangraba. Ciertas cosas no dejarán de impresionarme nunca.

La correción sigue su curso. He traspasado con creces el ecuador. ¡El final se acerca!