domingo, 19 de agosto de 2012

Dos niños, David y Goliat

Ayer mismo estuve despidiéndome de mi hermano mayor, su mujer y sus dos niños en el aeropuerto de Granada, junto a nuestras familias; finalizadas sus vacaciones, regresan a su trabajo en Panamá, donde han tenido la posibilidad de recalar en un trabajo apasionante y bien remunerado, a diferencia de lo que aquí se puede encontrar ahora mismo en España. La contraparte es la distancia y la lejanía con la familia, no volveremos a verles cara a cara en meses. Mucho me temo que la emigración es una posibilidad que va a volverse certeza también en mi futuro inmediato.

El caso es que estos días he disfrutado de mis locos sobrinos, niño y niña de 4 y 6 años, respetivamente, y había pensado en hacerle unos regalos para que no se olviden de uno. ¿Qué regalo puede darles "el tito que escribe"? Pensé que sería bonito incentivarles a la lectura, y estuve viendo en una de mis librerías favoritas libros para niños, grandes, llenos de imágenes, con opciones como figuras en 3D que despliegan y arman al pasar las páginas; recortables para dar relieve a la historia que cuentan; pegatinas para jugar con los personajes y el cuento; zonas para colorear, acertijos, puzzles... No tenía claro qué les gustaría más, qué personajes infantiles son los que siguen en televisión o de los que tienen muñecos y ropa, así antes de comprar nada decide verles a ver si obtenía algunas pistas.



Llegué a casa de mis padres, donde los dos habían dormido esa noche, y entré en su cuarto, donde les oía reir y hablar a voces como hacen los niños. Para mi sorpresa, no estaban jugando, o sí, según se mire. Estaban entusiasmado con un juego de plataformas, que manejaban desde la pantalla táctil de una tablet. Con sólo 4 años, el pequeño de la casa hacía subir y bajar al personaje, que saltara esquivando obstáculos, para llegar al final de la fase del juego.

Leer es un hábito, hay que estimular a los niños para que les guste leer. Por muchos recortables y muchos dibujos que tengan los libros para niños, ¿pueden competir con un juego electrónico 100% visual que además les ofrece efectos especiales de sonido, y que requiere una fracción de esfuerzo y concentración que supone la lectura? Me hizo pensar cómo cambia todo, de una generación a otra.

La palabra escrita tendrá que renovarse, para ser atrayente a la nueva juventud, y quizás su futuro pase por hacerse primero digital (ya está dando sus pasos), y segundo, tan interactiva como un videojuego. Pero entonces será un videojuego, que no alimenta la imaginación sino que lo da todo hecho al lector, ¿eso supone perder la esencia de la lectura, la reinterpretación íntima que cada lector da a las palabras que lee? O lo mismo es un primer paso, y una oportunidad: así los niños se adaptan a las nuevas tecnologías y se acostumbarán a leer sólo en e-book cuando sean mayores.

Así que les dejé estar, aparte porque parecían más entretenidos con el tablet que conmigo mismo. El David digital le estaba dando una buena tunda al Goliat tradicional del libro impreso como entretenimiento.