martes, 20 de agosto de 2013

Escribir una novela (XX): André Maurois (Emile Herzog), sobre el arte de escribir

Hace cuatro años escribí una entrada sobre qué pensaba André Maurois, pseudónimo de Emile Herzog, acerca de escribir. Hoy necesito recordarlo, pues me pesan las malas noticias (laborales y personales), que hacen que la vida sea más interesante y también más difícil, pues sin serenidad no se puede escribir: escribir es imaginar, y la mente no vuela libre si está atada al yugo de la exigencias de la vida moderna. A veces el yugo es más ligero; otras (hoy) me parece terriblemente pesado.

Así que unas reflexiones no me vendrán mal, buscando fuerzas en mi cansancio en este verano de sol aplastante y oficina que se me está haciendo eterno.



El Arte de Escribir, por André Maurois. 

Usted quiere aprender a escribir. Tiene razón. De nada sirve tener las ideas justas si uno no sabe expresarlas debidamente. Ni las palabras, ni la elocuencia misma, son suficientes, porque las palabras se desvanecen. Un escrito perdura: aquellos a quienes va dirigido pueden volver a leerlo, meditarlo. Queda para ellos como una imagen del autor. Una relación readaptada, bien escrita, está en la base de más de una gran carrera.

Para escribir bien hay que poseer cultura. No es necesario estar al corriente de la literatura más moderna. Es mejor el conocimiento de los grandes clásicos, que suministra citas y ejemplos, e introduce a una asociación secreta y poderosa, esta misteriosa francmasonería de los hombres cultivados que uno encuentra tan frecuentemente entre los médicos, los ingenieros y los escritores. Sobre todo, la cultura nos da vocabulario. Uno no escribe con los sentimientos, sino con las palabras. Usted debe conocer suficientes de ellas y haber penetrado su sentido exacto. De lo contrario las empleará inadecuadamente y el lector no le comprenderá.

La Academia Francesa pasa una sesión entera definiendo tres o cuatro palabras. Esto no es jamás tiempo perdido. Por falta de un lenguaje preciso, todo un pueblo puede ser lanzado en prosecución de objetivos vagos que no merecen ser perseguidos. Por lo tanto, busque en los diccionarios -y sobre todo en el Littré- que le darán ejemplos preciosos. Cada vez que usted ignore el sentido de una palabra, búsquelo. Lea a los grandes autores. Vea cómo, con las palabras que usa todo el mundo, él sabe crear un estilo. ¿Cuáles autores? Moliére, el cardenal de Retz, Saint Simon, Voltaire, Diderot, Chateaubriand, Hugo. Ensaye a descubrir el secreto de cada uno de ellos y las fuentes de su maestría.

No ensaye usted tener un estilo. Ya vendrá solo si usted se forma a la vez un rico vocabulario y fuertes pensamientos. Aquello que uno concibe bien se enuncia claramente. Guárdese de lo rebuscado y lo pedante. Nada echa más a perder un estilo. Diga simplemente lo que tenga que decir. Valéry ha dado este consejo: «De dos palabras, hay que escoger la menor».

Es decir, la menos ambiciosa, la menos ruidosa, la más modesta. Prefiera siempre la palabra concreta que designa los objetos, los seres, a la palabra abstracta. «Los hombres», viene mejor que «la humanidad», «tal hombre», es mejor que «los hombres». Las palabras abstractas son útiles, aun necesarias, pero pronto hacen que el lector vuelva a lo concreto. Con las palabras abstractas uno puede probarlo todo, pero no realizar nada. Prefiera el sustantivo y el verbo al adjetivo. Más tarde aprenderá a manejar este como lo han hecho Chateaubriand y Proust,  pero esto es difícil.

El filósofo Alain, que fue un gran profesor, dio este consejo: «Reducid los preparativos al mínimo». Es decir, no os preguntéis por largas horas ¿Cómo comenzar?, sino comenzad. La primera frase sugerirá la siguiente. Los pensamientos se desarrollarán unos tras otros. Si queréis una trama, no avanzaréis jamás. Si esperáis inspiración, esperaréis en vano. La inspiración nace del trabajo.

Stendhal decía que él tenía que escribir cada mañana, «genio o no genio», y el antiguo autor Plinio expresó «Nulla dies sine línea» (Ni un día sin una línea). Si uno no se propone sentarse cada día en su escritorio, no para soñar, sino para trabajar, si uno se permite pensar: «esta mañana no me siento bien, estoy indispuesto, en la mañana los trabajos son difíciles», entonces está perdido. Al día siguiente hallará una nueva excusa y la vida pasará entre la haraganería y el fracaso. ¿Podremos dominar las dificultades de lenguaje y estilo, descubrir la frase por una palabra familiar? Sí, porque se habrá adquirido a la vez el gusto y la autoridad necesarios.

Los grandes escritores tienen sus vulgaridades intencionales, los grandes embajadores escriben sus informes humorística y brutalmente concretos. Hay que tratar de imitarlos, de obtener su experiencia y su talento. No hay que atraer la atención, sino por la precisión vigorosa de las fórmulas, por el ajuste perfecto de las frases a las ideas, por una brevedad compacta y plena. En fin, hay que guardarse, mientras no se sea un maestro, de las frases largas. Bossuet las usa, pero él era Bossuet. Cuando el señor Caillaux era presidente del Consejo, le dijo a su jefe de gabinete, cuyo estilo le parecía ampuloso: «Escúcheme, una frase francesa se compone de un  sujeto, un verbo y un complemento directo, eso es todo. Y cuando necesite un complemento indirecto, venga a buscarme».

Usó así una exageración graciosa y oportuna. Pero, en el fondo, era verdad.

domingo, 18 de agosto de 2013

La sombra del plagio en la novela histórica

Según la Real Academia Española, plagio se define como la acción y efecto de plagiar:

plagiar.
(Del lat. plagiāre).
1. tr. Copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias.
2. tr. Entre los antiguos romanos, comprar a un hombre libre sabiendo que lo era y retenerlo en servidumbre.
3. tr. Entre los antiguos romanos, utilizar un siervo ajeno como si fuera propio.
4. tr. Am. Secuestrar a alguien para obtener rescate por su libertad.

Hablando sobre novelas, siempre que entro en una librería me sorprendo del elevado número de títulos que puedo encontrar, sobre cualquier tema y género. Los ciclos del mercado y la competencia por captar lectores hacen que si un título triunfa, aparezcan más sobre la época, el personaje, la cultura... Los romanos están omnipresentes; Egipto; la Edad Media; las guerras napoleónicas; la guerra civil española; la Segunda Guerra Mundial.



Como lector, está bien poder elegir. Como autor, cada vez se reducen más las posibilidades de ser original. Se puede ser original en la forma de contar una historia, en la elección del personaje principal, en elegir el bando vencedor o el bando perdedor; hablar de un hecho conocido a través de un personaje ficticio; o descubrir un aspecto de la Historia poco conocido y nada novelado, digno de ser contado. 

Como hablamos de novela histórica, y yo concretamente no soy historiador, necesito fuentes que me hablen de la época, cultura y personajes sobre los que quiero hablar. Los ensayos son fuentes importantes de datos, otras veces recurro a crónicas de la época (cuando las hay), y a fuentes arqueológicas. Entonces es cuando me planteo una duda, y es si emplear esa documentación es una forma de plagio. Necesito datos y detalles en mi novela que encuentro en obras que otros autores también han usado como fuentes. ¿Reduce eso la originalidad de mi creación? 

En el caso de las novelas que beben de crónicas antiguas como trama fundamental, ¿son una forma actualizada de plagio, aun cuando el autor del manuscrito original lleve muerto 1000 años? A veces me lo pregunto, si sólo en la parte de ficción de mis novelas soy un auténtico creador. Quizás por ello intento compensar mi trama, 50% bebiendo del pasado; 50% creación propia. Si creara al 100% sería un autor de fantasía, no de histórica, pues todo lo que se escriba que se inspire en la realidad presente o pasada beberá de alguna fuente que otro autor ya habrá empleado. 

"Copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias." Si veo en las mesas de novedades 10 novelas que por ejemplo traten sobre Aníbal como elemento sustancial, ¿se puede hablar de plagio, de copia del pasado? ¿O sólo reconociendo al final de la novela cuáles son nuestras fuentes, pasamos a ser autores inspirados? Es más, si en una novela encuentro detalles (procedentes de fuentes históricas y ensayos de autores muertos hace más de 100 años) que me parecen adecuados para mi propia trama, ¿es legítimo emplearlos, como si la novela fuera una "fuente"; o sería plagio?

No es fácil escribir novela histórica.

domingo, 28 de julio de 2013

Cuando uno va al cine y piensa en libros

Acudir a actividades culturales que buscan contar una historia a un público es algo que me encanta y que hago cada vez que puedo. Primero porque me ofrece nuevas perspectivas como público y asistente sobre cómo un autor, un creador intenta sorprender y conmover a su público, y segundo, porque es parte de mi aprendizaje continuo. Me permite comparar mi forma de contar historias con las de otros autores/creadores, preguntarme a mí mismo qué me gusta de lo que estoy percibiendo y qué no, y por qué. Y eso es muy importante si uno quiere mejorarse a sí mismo.

Estas actividades culurales pueden ser exposiciones (pintura, escultura, fotografía), visitas a monumentos, acudir al teatro y al cine. Toda actividad cultural de cara a un público tiene dos partes diferenciadas: un continente y un contenido, y ambos deben estar en sintonía, ambos deben complementarse, entrar en resonancia, 1+1 debe ser mayor que 2, y deben afectar al que los observa, de forma que cuando la actividad cultural termine, el espectador/público/asistente debe sentirse diferente a cuando entró. Debe haberse emocionado, debe quedar en su memoria, sumergirle en la reflexión y en la emoción, y ascender a la superficie cambiado.



Decía Heráclito: "No es posible bañarse dos veces en el mismo río". El río, que representa el mundo, es algo que muta y cambia constantemente, pero no se refería a eso, sino a nosotros mismos. Aunque el río fuera el mismo, nosotros no; nuestras experiencias de hoy nos harán diferentes mañana. Una actividad cultural debe lograr hacernos diferentes a su conclusión, llegarnos al alma, provocar una katarsis, un cambio vital. La cultura debe enriquecernos y hacernos diferentes y mejores.

Todo esto viene porque el otro día fui al cine (una buena forma de asisitir a un historia con presentación, nudo y desenlace en 2 horas) y lo que vi, inevitablemente, lo comparé con lo que un libro, en mi opinión debiera ofrecer.

-Una historia: lo que se cuenta puede novedoso y original (algo que nadie haya contado antes) o aunque sea algo conocido, contarse de una forma diferente (por el ritmo o por la forma de hacerlo). La película: tenía como objetivo contar de forma diferente una historia conocida.
-El continente: debe impresionar a su público antes de presentar el contenido. En un libro, la portada y la sinopsis son cruciales en un 80% para atraer atención de los lectores, el otro 20% lo hace el boca-a-oreja. En la película, el continente es una sala amplia, buena imagen y buen sonido. El trailer equivale a la sinopsis.
-La coherencia y el ritmo: si se pretende contar una historia conocida de otra forma, se corre un peligro, y es suponer que TODO el mundo conoce esa historia y que pueden obviarse presentaciones de personajes y de sus conflictos, para desarrollar esos aspectos. Eso supone que, si alguien no conociera esa historia, encontraría lagunas, y estaría continuamente preguntándose por qué aquello, lo otro... la estructura se desmorona. Todo lector debe ser capaz de encontrar en el libro todo lo que necesita para entender la historia. En una película, igual. En la película que vi, éste era un error grave.
-Los personajes: son el 99% de la historia, porque son los que deben sufrir el conflicto y transmitirlo al público. Deben estar desarrollados y ser coherentes consigo mismos. Deben tener personalidad propia. Los diálogos deben mostrarnos cómo son, qué les sucede, sus motivos, sus razones ocultas, y deben interaccionar con los otros personajes de forma ágil y lógica. En la película que vi, los personajes estaba anulados; primaban los efectos especiales. Espectaculares, eso sí; pero sin alma.

Salir del cine con la sensación de que has perdido dos horas es también una katarsis: la próxima vez que tenga dudas sobre una película, seguiré mi instinto. No la veré.

¡Con los libros pasa igual! Un lector insatisfecho con un autor, quizás no vuelva a dar otra oportunidad de lectura a ese autor. Un libro que sea insípido, que no deja huella (ALGUNA huella), es un libro que no ha cumplido su función.


sábado, 20 de julio de 2013

Nueva etapa en Jornadas de Novela Histórica de Granada

Parece que la terapia funciona. He disminuido mi presencia en la red; presto menos atención a las noticias y he vuelto a escribir. A mano, rasgando el papel rugoso línea a línea. Las frases tienen danza en cada palabra, consigo escribir al hilo de cómo imagino y pienso, muy rápido, y bastantes veces me cuesta descifrar mi propia letra, pero me reencuentro con viejas sensaciones, que no sé cómo dejé que se marcharán.

Bueno, sí lo sé. Querer ganar tiempo al tiempo es un sinsentido. El día tiene sólo 24 horas, y querer que tenga 26 para escribir 2 más es de necios, más que nada porque el cansancio pasa factura, la inspiración desaparece y lo que aparece es la Hoja-En-Blanco, la pesadilla de un creador. Y sin inspiración, por mucho que tengas claro qué quieres contar, corres el riesgo de contar algo sin alma. Bien escrito, quizás, pero sin alma. Y eso se nota.

La inspiración ha vuelto, para muestra dos frases mías (muy zen) que han surgido mágicamente respondiendo a dos lectores:

"La tortuga nunca se agobia: va a su ritmo."

"La vida se nos va en los detalles: a veces vemos una hormiga pero no vemos un elefante."

Y que tiene bastante que ver con el frenesí publicitario que sacude las redes y otros agobios personales. Existe una palabra mágica para ello: decir "No" y centrarse en lo que uno disfruta, e incluso el goce puede mutar a esclavitud si uno no es capaz de decir "No". Me han propuesto varios proyectos literarios que parecen interesantes, pero en el espíritu de esta entrada está mi respuesta: me llena más, mucho más, continuar con lo que estoy escribiendo. Y cuando termine, ya veremos.

La mejor receta para escribir es.... no lo sé, yo necesito sosiego mental, para involucrame emocionalmente es lo que quiero escribir, y partir de ahi, la Inspiración se te acerca, te sonríe y te susurra al oído (o te grita, oblilgándote a escribir como esclavo sumiso y voluntario hasta la una y media de la madrugada, que es lo que me ha ocurrido toda la última semana)

Lo que sí me ha dado satisfacción es que Carolina Molina y yo hemos iniciado una nueva etapa en el Blog de las Jornadas de Novela Histórica de Granada. Cada semana tendremos el honor de publicar entrevistas a escritores de novela histórica, que nos deleitarán con sus entresijos y sus puntos de vista sobre la escritura, sus inicios, si ebook o libro impreso, el futuro del mundo editorial....



Os dejo el enlace del blog:

http://jornadasdenovelahistoricaengranada.blogspot.com.es/

¡No os lo perdáis!