Espaciar las entradas en este blog no significa más que una cosa: que no tengo tiempo para todo. Eso me obliga a elegir, y elegir siempre es descartar o posponer. Pero no lo dudo si aparece el cosquilleo que indica inquietudes, si necesito hablarlo en este blog que como todos los blogs son ventanas al desahogo y al océano de metadatos.
Hoy, elijo un tema poco tratado.
La espera editorial es una pieza importante a la hora de escribir. Esta semana algunos compañeros del trabajo, curiosos con mi faceta literaria, me preguntaban por cómo es el mundo de la edición y de la publicación, y puesto a verbalizar respuestas a sus preguntas inocentes y vírgenes, me encontré de pronto con más dudas y menos certezas.
¿En qué consiste esa espera? Tiene dos puntos de vista. Uno, desde el autor. Para él comienza desde que envía su manuscrito a la editorial o a su agente. Se imagina que deberá ser paciente, pero no sabe en realidad cuánto. ¿Semanas, meses? Vale, que sean meses, sigue siendo cierto que las editoriales tienen más manuscritos que nunca, y lo más duro, que los leen menos que nunca. Con lo que meses pueden ser... años.Se supone que si pasan un primer filtro (por ser el autor uno ya publicado con cierto éxito, por disponer de agente literario voluntarioso y eficaz), será más ágil. No. Esa espera es indefinida, con toda esa ambigüedad. Todos los autores que aún estamos interesados en la
publicación tradicional hemos deseado ver por un agujerito de cerradura
qué se cuece en los despachos editoriales. Nos creemos que los editores
leen como monjes enclaustrados, día y noche... visión romántica de la
que ya no estoy seguro. Un vistazo a la sinopsis, a la página primera y a
la página 99, y de ahí decisión "si" o "no" me parece lo más probable.
Menos de 30 segundos por manuscrito, y ni siquiera lo hacen los editores
sino (sospecho) un primer intermediario, un seleccionador de manuscritos que es la primera barrera a vencer.
Si la primera criba es positiva aún falta los informes de lectura. Ya de por
sí, es un pequeño éxito, pero no suficiente, ya que las tendencias, esa
palabra maldita, decidirá que un manuscrito sea tenido en consideración
o no, aunque tenga simiente de éxito. Porque en esta época de crisis no basta
simiente de éxito, sino un éxito seguro. Pero ni los editores más
avezados aciertan con sus predicciones. Por eso no se deciden; por eso en la duda, esperan. Y esa espera hace que manuscritos que hace seis años se hubieran publicado sin problemas hoy queden paralizados. Es su
visión de la espera editorial y eso supone que como en el mercado actual se rastrean con angustia de supervivencia tendencias que den céntimos a euro, en el trascurso de esa espera un manuscrito puede pasar de estar en la ola de la tendencia a la trastienda de los descartes. Siempre he escuchado que un manuscrito realmente bueno siempre encuentra su camino hasta la publicación. Desde hace dos años ya no estoy tan seguro.
Escribir teniendo en cuenta la espera editorial para que, cuando llegue el turno de juzgar tu manuscrito, éste pertenezca a la tendencia, es jugar a ser adivino o astrólogo. Un imposible, o no. Algunos creen tener la fórmula celosamente guardada para acertar. En esa espera, los autores desesperamos: nos han olvidado, pensamos; hay fuerzas ocultas, nos murmuramos en desaliento; habrá que probar a escribir otra cosa, nos resignamos.
En realidad esa espera editorial es tan intangible y desesperante que lo mejor que podemos hacer es obviarla y preocuparnos, sólo, de escribir y de disfrutar escribiendo. Aunque luego nos resignemos a dejar nuestra obra en un cajón, por no querer sufrir la angustia de la incertidumbre. En Francia hicieron una encuesta: 1,40 millones de franceses revelaron que una de sus ilusiones era publicar un libro y que tenían un manuscrito aguardando en un cajón. 1,40 millones de manucritos inéditos. La espera bien puede ser eterna.
A veces la espera editorial es buena. Por puro hastío y aburrimiento nos da tiempo a revisar una vez más nuestro manuscrito que creíamos perfecto. Sin prisas ni ansias, lo podemos revisar por n-ésima vez. El tiempo editorial es de otra realidad.
Así que paciencia. Poco de lo que hagamos hará que los editores se decidan ni que toda la maquinara de rechazo o aceptación editorial mejore. Mejoremos nosotros y sigamos escribiendo. Esta es mi conclusión final.
¡Ah, pero eso era antes! ¡Sufres en vano! Esa espera editorial, dirán algunos sagaces maledicentes, no tiene razón de ser en nuestro mundo digital. Pero es que no es lo mismo. En la próxima entrada hablaré de la Espera Digital.
[PD: Ha muerto José Manuel García Marín, escritor malagueño de novela histórica. Otra entrada la dedicaré al olvido que el mundo editorial otorga a loa autores muertos]