sábado, 5 de julio de 2014

Escribir una novela (XXII): El nombre de la rosa

Retomo mis entradas sobre mis reflexiones tras unas semanas intensas de trabajo. Tan intensas, que debo decir que no debéis olvidar nunca que para escribir vuestra novela la máxima principal debe ser "Tener tiempo para escribir". No es baladí; escribir exige concentración y tener la mente centrada y a ser posible también descansada. Media hora de dedicación no dará fruto; intentad reservar al menos 1 hora / 1 hora y media mínimo al día, que es el tiempo necesario para releer el último capítulo que hayáis escrito, olvidarse de todos los jaleos del día a día, relajarse en las letras y trabajar la inspiración (de ese rato, en general la última media hora será la realmente productiva)

Tiempo. Si no tenéis ese tiempo mínimo, mejor es no escribir; es preferible leer.
Estoy con un nuevo proyecto literario y preparando varios eventos para mi Asociación Cultural. Ahora, ya verano, tengo algo más de tiempo para todo ello, y con nuevas ideas para el Blog.

Hoy quiero hablaros sobre los nombres y de los títulos.
Es importante que vuestros personajes tenga nombres que no sean sólo un nombre.

1.- Deben decir algo más. Deben ser identificativos y si puede ser, dar pistas sobre el carácter de los personajes.


2.- Deben ser sonoros, con una buena fonética, que permitan asociar una cultura, una idiosincracia, una época a los personajes. En "El señor de los Anillos", de J.R.R. Tolkien, los hay a porrillo, pero él era lingüista, y eso se nota: la musicalidad de Galadriel, Celeborn, Legolas, Elrond.... los nombres enanos Gloin, Balin, Thorin, Fili, Nili... los hombres Aragorn, Boromir, Faramir, Theoden, Eomer, Eowyn...
En el caso de Históricos, en el mundo romano: Virgilio, Cayo, Publio, Octavio, Marco, Augusto....
En el mundo árabe: Mohamed, Ahmed, Utmán, Isa, Ludrik, Tarik, Abdel...

Este aspecto es MUY IMPORTANTE. Si se logra esa coherencia, en cuanto se nombre a un personaje el lector se imaginará, instantáneamente, su cultura, su forma de vida, su pensamiento asociado...





3.- Deben ser nombres no comunes, pero no extraños. Más bien poco usados, pero fáciles de recordar por los lectores. A veces es complicado si todos los nombes son sonoramente semejantes para el lector distinguir personajes, y y eso no facilita la lectura

4.- Deben favorecer juegos de palabras. Para ello pueden asociarse a eventos, a segundos significados, o a equivocos en su transcripción. En un libro un personaje femenino es llamado Murphy, y en la trama se le víncula varias veces a la Ley de Murphy, sobre accidentes y catástrofes. En "Doce cuentos peregrinos" de Gabriel García Márquez llama a uno de sus personajes Homero Rey, de apellido De la Casa. En "El Mármara en llamas", mi novela bizantina, el emperador que asume el trono del Imperio Bizantina en la gran crisis del 717 ante el imperio árabe se llamó León, muy apropiado a su coraje y vigor en la defensa de Constantinopla.
En "Los pilares de la tierra", de Ken Follet el nombre del protagonista principal es una corrupción de su nombre original, que luego descubre años más tarde y que de repente da sentido a su pasado y sus desgracias.
En "El ángel sombrío", de Mika Waltari, el protagonista Juan Ángelos también Jean Angel, Giovanni Angelo... y lo llaman el Angel, el Incorruptible. Si el nombre del personaje es traducible a su equivalente en otros idiomas dará mucho más juego.
Gandalf, de "El señor de los anillos" es según sus palabras: "Mithrandir entre los elfos, Tharkún para los enanos; Olórin era en mi juventud en el Oeste que nadie recuerda, Incánus en el Sur, Gandalf en el Norte; al Este nunca voy».
En "El Aleph", de Borges, la ciudad de Oocbar, Ochbar, Opbaar... es la ciudad de los múltiples nombres, tantas como eras de historia.
En nuestro milenario pasado los nombres de las ciudades y de las gentes se adaptan a los imperios: Cesaraugusta, Saragusta, Zaragoza... Emérita Augusta, Mérida.... En Levante el conde Teodomiro se transformó en Tudmir, el visigodo Roderico cambió en tierras cristianas a Rodrigo y en las islámicas a Rudriq.





5.- También es frecuente que los nombres se asocien a acontecimientos del pasado o a grandes personajes. El emperador loco Justiniano II estaba emperrado en no desmerecer, por su nombre, a su antepasado Justiniano El Grande, quien a su vez, buscaba ser tan grande e inmortal en nombre como el emperador Constantino. Y que los personajes, conscientes de ese significado, intenten amoldar sus vidas a ese pasado, siendo, pues, una fuente de conflicto y de trama.

6.- Muchos nombres son también guiños de los autores a su propia biografía, gente importante en sus vidas, amigos y enemigos. También, guiños a personajes literarios y a otros autores, en una red que enlaza Literatura y hechos, del presente y del pasado.

Sobre los títulos, es importante atinar con aquellos que tengan un doble significado, un guiño hacia el lector y sobre todo, que sean sugestivos:
-"El nombre de la rosa" , de Umberto Eco estuvo a punto de llamarse "El crimen de la abadía" (con cuyo nombre se tituló un videojuego de los 80's, muy famosillo en España sobre el libro). Más sugestivo el que se le puso finalmente.
-"Noches de Bib-Rambla", de Carolina Molina, tuvo como primer título "Granada en ruinas", según me comentó la propia autora. Nótese la importancia de pasar de un título de connotaciones negativas a otro de sensaciones positivas.
-"El ángel sombrío", de Mika Waltari, sobre la caída de Constantinopla, en español apareció en algunas ediciones como "La caída de Constantinopla", demasiado específico, demasiado frío. Muy sonoro, eso sí, pero la falta algo de intriga. ¿Por qué un ángel está sombrío? Da más juego, más ambigüedades.





Ser ambigüos se presta a juegos literarios, que los lectores agradecerán y les hará la lectura más interesante, porque lo enlazarán a otros libros o a otros personajes o eventos que ya les fascinaron.

Y con esta entrada, de regalo, ya tenéis 8 propuestas de lectura entretenida para este verano. ¡A leer! Y yo, a escribir.