Son días de recapitulación sobre qué ha acontecido en 2012, un año complicado en todos los ámbitos y en el mundo editorial no iba a ser menos. Hace unos días se hicieron públicas estadísticas sobre las ventas de libros del año que ya se ha ido.
En 2012 se publicaron 88.349 libros, un 8% menos que el año anterior.
-Libros de
ficción y similares, 15.630 (18%)
-Iinfantil y
juvenil, 9.667 (11%)
-Medicina, 7.899 (9%)
-Sociedad y Ciencias Sociales
7.000 (8%)
-Humanidades, 6.643 (7%)
-Literatura y Estudios
Literarios, 6.273 (7%)
-Artes, 5.303 (6%)
-Economía, Finanzas, Empresa y
Gestión, 4.260 (5%)
-Derecho, 3.992 (4,7%)
-Estilo de Vida, Deporte y
Ocio, 3.939 (4,7%)
-Otros.
La publicación de libros digitales llegó a 20.079 obras en formato digital, un 13% más que en 2011. Esa cifra representa un 22% del total de libros publicados.
También se destaca que ha aumentado la piratería digital.
Menos libros publicados no significa menos competencia en el libro impreso en los estantes porque parece que existe un trasvase de lectores del libro tradicional al digital: los ebooks son más económicos. Es decir, hay menos lectores que compran libros impresos; y la piratería sigue creciendo. A mí mismamente me han preguntado compañeros de trabajo si podía indicarles dónde podían descargar piráticamente ¡mis propias obras! La excusa que me daban: que el tablet o el ebook les había costado un dinero que pensaban amortizar leyendo libros "gratuitos". ¡Que no pensaban pagar 5 euros por un libro que podía conseguirse gratis, porque eso es lo que hace todo el mundo!
Es triste oir por todas partes esas palabras. Como les dije, de qué valía enfadarme y soltarle un discurso. Todo depende de la conciencia y de los escrúpulos que tenga cada uno. Ahí, una vez que el libro esta hecho, el autor puede hacer poca cosa, creo yo. Es perder un tiempo y unas energías que a mí no me sobran. El tópico de que "los libros son caros" no me vale, a quienes se lo he oído no les importa fumar o tomarse un par de copas. Es cuestión de educación y de mentalidad; en España queda un largo camino por recorrer para cambiar esa forma de pensar.
Sobre la publicación en digital, la plataforma SmashWords me envió un newsletter con sus predicciones para 2013. Algunas cuestiones interesantes que comentan:
-Amazon está deteniendo su avance. Nuevos distribuidores digitales están haciéndose con parte de su mercado, porque se está quedado solo. Amazon no es buscar competir en el entorno digital; busca reducir a pulpa sanguinolenta a sus contricantes. Y eso hace que otros muchos estén formando alianzas contra el gigante, ofreciendo a los autores posibilidades y sinergías que Amazon no podrá ofrecer por sí solo.
-En América, el volumen de libros digitales vendidos crece en la misma proporción que se reducen las ventas de libros impresos. En 2013, el número de títulos digitales publicados superará a los títulos impresos.
-Los precios de los libros digitales seguirán descendiendo. Cada vez hay más títulos en la red, ¿cómo atraer la atención de lectores? La forma más sencilla: reduciendo precios.
-Las editoriales digitales dejarán de ganar dinero por vender ebooks; su negocio pasará a centrarse en asesoramiento digital (maquetación, revisión, distribución, marketing viral...) a autores que buscan la autopublicación digital.
Sobre libros impresos, creo que seguirá reduciéndose el número de títulos publicados y el número de ejemplares por tirada de cada edición. Creo, y es mi opinión, que en estos años difíciles la única opción de los autores es seguir escribiendo y dando lo mejor de sí mismos. Seguir mejorando, y sobre todo, ser capaces de transmitir cuánto nos gusta escribir y cuánto nos gustaría que alguien que nos leyera lo disfrutara tanto como el autor.
Escribir, escribir, escribir...
Pues sí, Hemingway fue rechazado veintisiete veces, veintisiete nada menos, veintisiete editoriales que lo descartaron mondo y lirondo. Que luego ganara el premio Nobel de literatura no es lo importante, sino que encajó veintisiete derrotas una tras otra y sin embargo volvía a levantarse. Todo un peso pesado de las letras.
domingo, 20 de enero de 2013
domingo, 6 de enero de 2013
Escribir una novela (XV): sensaciones y volumen
Bienvenidos, lectores, a la primera entrada de este año 2013. Días de prisas, encuentros familiares y días de hacer balance de lo que ya ha quedado atrás, y de lo que va a llegar en los próximos días, semanas, meses... Soy pesimista en conjunto. No me parece que 2013 mejore nuestro ánimo. Sí creo que 2012 nos ha mostrado lo que cabe esperar en el próximo lustro:
-Incertidumbre.
-La importancia del día a día, de estar abierto a cambios.
-Aprender a vivir con menos.
-Y sobre todo, saber valorar por encima de todos los problemas las cosas importantes y que nos aportan una Ilusión y un deseo de Cambio que nos dé fuerzas: el amor, la pareja, los hijos, la familia, los amigos; tener al menos una afición.
Una de esas cosas, para mí, es la lectura y la escritura.
Seguimos escribiendo nuestra novela. Cuando desarrollamos nuestros personajes, hemos de cuidar los diálogos. Es muy importante evocar en el lector sensaciones, apelar a sus sentidos y ayudar así a dar volumen a los personajes, hacerlos reales. Los diálogos en general permiten:
-Dar datos al lector.
-Mostrar pinceladas de la personalidad de los personajes.
-Manifestar qué piensan los personajes.
Ahora bien, no se trata sólo de dar información, sino de transmitirla evocando el oído, el olfato, el tacto, la vista y el gusto. Sólo así podremos conseguir que el lector se sumerja en la novela. La forma como yo lo hago es intercalar acciones de los personajes mientras hablan, y con esas acciones sensaciones. Hay que conseguir que los diálogos no sean robóticos: yo hablo, tú hablas, yo hablo, tú hablas...; que no sean personajes incorpóreos, sino que tengan volumen y que se hagan humanos.
Os pongo un pequeño texto de ejemplo:
-Ahora contadme qué sucedió -preguntó el canciller.
-El rey rechazo la propuesta. No quiso escucharnos y ordenó a sus caballeros que le siguieran hasta Atienza, donde le esperaba su amante.
-¿Pero está loco, qué le ha sucedido a mi ahijado, qué mal se ha adueñado de su voluntad?
-No sólo eso, canciller. Ha seducido a la hija de otro noble, le ha propuesto matrimonio, y después de comprar la voluntad del obispo, la ha convencido para ser desposada...
-¡Bigamia! -interrumpió el canciller.
-... y celebrando un matrimonio falso, esa noche se ayuntó con ella. Y desfogadas sus ansias, ¡la ha abandonado, para correr de nuevo a brazos de su amante!
-No es posible todo lo que cuentas. ¡Qué infamia! ¡Qué ultraje! Ahijado, bebo por ti -el canciller alzó una copa-.¡Yo te maldigo!
El mismo texto, pero retocado con "detalles":
-Ahora contadme qué sucedió -preguntó el canciller, llevándose las manos a la frente arrugada de preocupación y cerrando los ojos. El emisario tragó saliva antes de hablar o acaso era bilis amarga debida al miedo.
-El rey rechazo la propuesta -el canciller movió una ceja, interrogativamente-. No quiso escucharnos y ordenó a sus caballeros que le siguieran hasta Atienza, donde le esperaba su amante.
-¿Pero está loco, qué le ha sucedido a mi ahijado, qué mal se ha adueñado de su voluntad? -su voz vibraba con ira creciente. Al silencio del emisario bajó las manos, miró al emisario y le hizo un gesto de que continuara. Las piernas del emisario temblaban.
-No sólo eso, canciller. Ha seducido a la hija de otro noble, le ha propuesto matrimonio, y después de comprar la voluntad del obispo, la ha convencido para ser desposada...
-¡Bigamia! -interrumpió el canciller, levantándose con los ojos asombrados de la silla de madera pulida. A grandes pasos recorrió el despacho como un lobo enjaulado, alzando ecos con sus pasos sobre la solería cerámica. Se llevó la mano a la empuñadura de la espada, rozando con sus yemas el tahalí de cuero rugoso y el emisario comenzó a sudar, temiendo por su vida.
-... y celebrando un matrimonio falso, esa noche se ayuntó con ella, desvirgándola -el canciller detuvo sus pasos. Se volvió hacia él-. Y desfogadas sus ansias, ¡la ha abandonado, para correr de nuevo a brazos de su amante!
-No es posible todo lo que cuentas. ¡Qué infamia! ¡Qué ultraje! -las voces atrajeron a los soldados de guardia. El emisario se retiró lentamente hasta que su espada topó con la pared encalada, alejándose del canciller que con la mano temblando cogió la copa llena de vino que tenía sobre la mesa-. Ahijado, bebo por ti -el canciller alzó una copa y la apuró de un trago, bebiendo el vino rubí de fuerte regusto, soltándola bruscamente sobre la mesa encerada.-.¡Yo te maldigo!
Lo ideal sería un texto intermedio entre el primero y el segundo, ¿por qué? Un exceso de detalles puede distraer al lector de lo que se pretende comunicar con el diálogo. Dependerá de la importancia que el diálogo tenga para la trama y su extensión. Si los personajes que intervienen ya se conocen y están definidos previamente, puede que no sea necesario dar detalles extras, eso aumentará la agilidad del diálogo y de la lectura. Por el contrario, si el diálogo es largo, es necesario dar algunos detalles sensoriales para que el lector no se aburra.
Una regla que puede usarse es tener en cuenta las "paradas respiratorias". En texto diálogos son continuos. En la vida real, eso no es así; hacemos paradas para respirar y para pensar. Se puede emplear ese momento de "parada" para introducir en el texto el "detalle sensorial", y así no interrumpir la atención del lector.
-Incertidumbre.
-La importancia del día a día, de estar abierto a cambios.
-Aprender a vivir con menos.
-Y sobre todo, saber valorar por encima de todos los problemas las cosas importantes y que nos aportan una Ilusión y un deseo de Cambio que nos dé fuerzas: el amor, la pareja, los hijos, la familia, los amigos; tener al menos una afición.
Una de esas cosas, para mí, es la lectura y la escritura.
Seguimos escribiendo nuestra novela. Cuando desarrollamos nuestros personajes, hemos de cuidar los diálogos. Es muy importante evocar en el lector sensaciones, apelar a sus sentidos y ayudar así a dar volumen a los personajes, hacerlos reales. Los diálogos en general permiten:
-Dar datos al lector.
-Mostrar pinceladas de la personalidad de los personajes.
-Manifestar qué piensan los personajes.
Ahora bien, no se trata sólo de dar información, sino de transmitirla evocando el oído, el olfato, el tacto, la vista y el gusto. Sólo así podremos conseguir que el lector se sumerja en la novela. La forma como yo lo hago es intercalar acciones de los personajes mientras hablan, y con esas acciones sensaciones. Hay que conseguir que los diálogos no sean robóticos: yo hablo, tú hablas, yo hablo, tú hablas...; que no sean personajes incorpóreos, sino que tengan volumen y que se hagan humanos.
Os pongo un pequeño texto de ejemplo:
-Ahora contadme qué sucedió -preguntó el canciller.
-El rey rechazo la propuesta. No quiso escucharnos y ordenó a sus caballeros que le siguieran hasta Atienza, donde le esperaba su amante.
-¿Pero está loco, qué le ha sucedido a mi ahijado, qué mal se ha adueñado de su voluntad?
-No sólo eso, canciller. Ha seducido a la hija de otro noble, le ha propuesto matrimonio, y después de comprar la voluntad del obispo, la ha convencido para ser desposada...
-¡Bigamia! -interrumpió el canciller.
-... y celebrando un matrimonio falso, esa noche se ayuntó con ella. Y desfogadas sus ansias, ¡la ha abandonado, para correr de nuevo a brazos de su amante!
-No es posible todo lo que cuentas. ¡Qué infamia! ¡Qué ultraje! Ahijado, bebo por ti -el canciller alzó una copa-.¡Yo te maldigo!
El mismo texto, pero retocado con "detalles":
-Ahora contadme qué sucedió -preguntó el canciller, llevándose las manos a la frente arrugada de preocupación y cerrando los ojos. El emisario tragó saliva antes de hablar o acaso era bilis amarga debida al miedo.
-El rey rechazo la propuesta -el canciller movió una ceja, interrogativamente-. No quiso escucharnos y ordenó a sus caballeros que le siguieran hasta Atienza, donde le esperaba su amante.
-¿Pero está loco, qué le ha sucedido a mi ahijado, qué mal se ha adueñado de su voluntad? -su voz vibraba con ira creciente. Al silencio del emisario bajó las manos, miró al emisario y le hizo un gesto de que continuara. Las piernas del emisario temblaban.
-No sólo eso, canciller. Ha seducido a la hija de otro noble, le ha propuesto matrimonio, y después de comprar la voluntad del obispo, la ha convencido para ser desposada...
-¡Bigamia! -interrumpió el canciller, levantándose con los ojos asombrados de la silla de madera pulida. A grandes pasos recorrió el despacho como un lobo enjaulado, alzando ecos con sus pasos sobre la solería cerámica. Se llevó la mano a la empuñadura de la espada, rozando con sus yemas el tahalí de cuero rugoso y el emisario comenzó a sudar, temiendo por su vida.
-... y celebrando un matrimonio falso, esa noche se ayuntó con ella, desvirgándola -el canciller detuvo sus pasos. Se volvió hacia él-. Y desfogadas sus ansias, ¡la ha abandonado, para correr de nuevo a brazos de su amante!
-No es posible todo lo que cuentas. ¡Qué infamia! ¡Qué ultraje! -las voces atrajeron a los soldados de guardia. El emisario se retiró lentamente hasta que su espada topó con la pared encalada, alejándose del canciller que con la mano temblando cogió la copa llena de vino que tenía sobre la mesa-. Ahijado, bebo por ti -el canciller alzó una copa y la apuró de un trago, bebiendo el vino rubí de fuerte regusto, soltándola bruscamente sobre la mesa encerada.-.¡Yo te maldigo!
Lo ideal sería un texto intermedio entre el primero y el segundo, ¿por qué? Un exceso de detalles puede distraer al lector de lo que se pretende comunicar con el diálogo. Dependerá de la importancia que el diálogo tenga para la trama y su extensión. Si los personajes que intervienen ya se conocen y están definidos previamente, puede que no sea necesario dar detalles extras, eso aumentará la agilidad del diálogo y de la lectura. Por el contrario, si el diálogo es largo, es necesario dar algunos detalles sensoriales para que el lector no se aburra.
Una regla que puede usarse es tener en cuenta las "paradas respiratorias". En texto diálogos son continuos. En la vida real, eso no es así; hacemos paradas para respirar y para pensar. Se puede emplear ese momento de "parada" para introducir en el texto el "detalle sensorial", y así no interrumpir la atención del lector.