En la última entrada temática hablé sobre la importancia de darlo todo desde la primera página. Resumo qué es lo que tenemos hasta ahora:
-Una idea, sobre la que gira nuestra historia.
-Un Guión que desarrolla nuestra historia en capítulos.
-La primera página; el inicio de nuestro primer Borrador.
Hemos conseguido romper el hielo, la maldición de la hoja en blanco, y nos vamos ateniendo al Guión para escribir de verdad la primera versión de nuestra novela. Lógicamente, el guión no tiene todos los detalles, sobre fechas, hechos, personajes... se requiere seguir investigando. Es un proceso constante, y que no nos abandonará ni en la última página. En novela histórica, por ejemplo investigar y buscar datos supone el 70% del trabajo de escribir una novela.
Puede hacerse de dos formas: primero te documentas del todo y luego escribes, o comienzas a escribir y a la par sigues aprendiendo detalles de la época.
El primer método puede ser el que parece más lógico, pero es poco práctico, al menos en cuanto a novela histórica, porque el estudio puede dilatarse por mucho tiempo y siempre quedan cosas por aprender. Yo prefiero el segundo, digamos que uso "ingeniería concurrente" por usar un símil. Qué es eso: empezar la escritura sin esperar a tener todos los datos, y corregir según se vayan conociendo datos para resolver las dudas. A mí me resulta más práctico. Además, escribir siempre estimula y evita que la creatividad se oxide.
Tendremos tramas principales y secundarias. ¿Cómo podemos presentar a los personajes? En general tendremos dos bandos: "buenos" y "malos", digamos, por simplificar. Podemos presentarlos de forma diversa; por ejemplo:
-Protagonista y antagonista; y todos los demás, secundarios.
-Por parejas antagonistas, cada pareja con un miembro de cada bando. Permite explotar el Conflicto desde diferentes niveles y puntos de vista.
-Un único protagonista principal, contra el resto del mundo. Usado cuando la historia se narra en primera persona.
-Una novela río: hay un personaje principal, que no aparece; son todos los personajes secundarios los que cuentan la historia, contando las vicisitudes del protagonista hasta el final.
Aparte, está el asunto del género. Como los estudios de mercado indican que las mujeres son quienes más leen hay tendencia en hacer que, preferiblemente y si se puede, el personaje principal sea mujer. Bien, dependerá de la historia a contar y del género, pero a veces no puede elegirse. En novela histórica hay épocas donde la mujer no contaba para nada (aparte de hijos y hogar). Hacer que sea mujer porque pueda interesar más de cara a los lectores puede significar un anacronismo que puede matar la verosimilitud de la historia.
Claro, eso no quiera decir que la historia con esa licencia no sea atractiva. A lo mejor lo es más de cara al público; y puede interesar al autor y a la editorial. Yo prefiero respetar la Historia; que no tiene que ser incompatible con una novela emocionante. La próxima entrada hablaremos más sobre esto, y sobre las licencias narrativas del escritor.
Pues sí, Hemingway fue rechazado veintisiete veces, veintisiete nada menos, veintisiete editoriales que lo descartaron mondo y lirondo. Que luego ganara el premio Nobel de literatura no es lo importante, sino que encajó veintisiete derrotas una tras otra y sin embargo volvía a levantarse. Todo un peso pesado de las letras.
sábado, 28 de enero de 2012
domingo, 22 de enero de 2012
Suposiciones razonables
Esta semana ha sido intensa, y esperaba culminarla con novedades jugosas sobre mis libros. Pero no.
De mi primera novela, "El esclavo de la Al-Hamrá" (Octubre 2010, Ediciones B) me he visto gratamente sorprendido con la noticia que me ha dado un lector, pero estoy en espera que me lo confirmen desde la editorial. Sí la he visto anunciada en AMAZON junto a su traducción hermana en serbio "Vezirova Osveta" (Octubre 2011, ALNARI). Me pregunto cómo irá en aquellos lugares. La he visto mencionada en varias Webs del país, pero como no entiendo el idioma no sé cómo habrá sido recibida.
En Granada al menos sigue estando visible. Esta semana he constatado que en varias librerías y puntos de venta donde se había agotado en Navidad lo han repuesto con varios ejemplares disponibles, a la vista y en buena posición. No puedo evitar fijarme en esos detalles cuando me intereso por un libro de documentación o por ver alguna novedad que me interesa, por ego o porque sé que es una lucha lo que tiene lugar en los estantes, donde unos se ven y otros dejan de verse.
De mi segunda novela, "El Mármara en llamas" (Marzo 2012, Ediciones B), pensaba tener ya la portada pero se ve que mis ideas no se lo han puesto fácil a los ilustradores. Me llegó una propuesta, a la que hice varios comentarios. Quiero que quede perfecta, y no es sencillo, por el proceso de creación de la portada, a medias artesanal a medias informatizada. Hay detalles que dependen de la evolución de los descubrimientos arqueológicos, y no siempre hay consenso entre los expertos; y hay que tomar suposiciones razonables.
Más de una vez, cuando he comentado que escribo novela histórica a amigos y familiares, y les he mostrado mi preocupación por cómo será recibida por público en general y por gente más en conocimiento sobre la época en cuestión, ellos quitan hierro al asunto con la susodicha palabras: "licencia del autor"
No me gustan las licencias del autor. Las evito siempre que puedo.
Una cosa son las lagunas históricas, en las que faltan datos de fuentes de la época y que sus suceptibles de suposiciones razonables (que dicho sean de paso, permiten la creatividad del autor), y otra cosa modificar el hilo temporal de acontecimientos y hechos registrados en crónicas y códices, y que poco tienen de interpretación. Lo primero es necesario, si queremos contar una historia.
Rellenamos huecos suponiendo a partir de lo que conocemos, de forma defendible. Lo segundo, nunca me ha gustado. Más de una vez he deseado que tal personaje muriera años más tarde, o no hubiera hecho tal cosa, porque conviene a mi trama.
Y aunque quizás eso diera más riqueza a mis escritos, y sólo los especialistas lo apreciarían (descubriendo la trampa) no me parece correcto. Por eso me agobio: toda la documentación que leo nunca me parece suficiente, siempre me quedan cosas por aprender (y eso que mi mujer me dice a veces "que regrese de la Edad Media", cuando me abstraigo en mis mundos).
Por otro lado, tampoco me veo capaz de dedicar 10 años a una novela para que sea perfecta en todos los aspectos, diez años cambian una historia y también al autor y su percepción del mundo. Supongo que es complicado hallar el equilibrio perfecto entre dedicación a una novela y la búsqueda de su perfección (formal, estética, argumental, literaria).
Y en medio de ese desequilibrio, ya estoy con mi siguiente novela, dándole forma al primer borrador, previo guión de trabajo. Estoy de nuevo en la Edad Media.
Espero dentro de unos días concretaros más todo esto. A esperar toca.
De mi primera novela, "El esclavo de la Al-Hamrá" (Octubre 2010, Ediciones B) me he visto gratamente sorprendido con la noticia que me ha dado un lector, pero estoy en espera que me lo confirmen desde la editorial. Sí la he visto anunciada en AMAZON junto a su traducción hermana en serbio "Vezirova Osveta" (Octubre 2011, ALNARI). Me pregunto cómo irá en aquellos lugares. La he visto mencionada en varias Webs del país, pero como no entiendo el idioma no sé cómo habrá sido recibida.
En Granada al menos sigue estando visible. Esta semana he constatado que en varias librerías y puntos de venta donde se había agotado en Navidad lo han repuesto con varios ejemplares disponibles, a la vista y en buena posición. No puedo evitar fijarme en esos detalles cuando me intereso por un libro de documentación o por ver alguna novedad que me interesa, por ego o porque sé que es una lucha lo que tiene lugar en los estantes, donde unos se ven y otros dejan de verse.
De mi segunda novela, "El Mármara en llamas" (Marzo 2012, Ediciones B), pensaba tener ya la portada pero se ve que mis ideas no se lo han puesto fácil a los ilustradores. Me llegó una propuesta, a la que hice varios comentarios. Quiero que quede perfecta, y no es sencillo, por el proceso de creación de la portada, a medias artesanal a medias informatizada. Hay detalles que dependen de la evolución de los descubrimientos arqueológicos, y no siempre hay consenso entre los expertos; y hay que tomar suposiciones razonables.
Más de una vez, cuando he comentado que escribo novela histórica a amigos y familiares, y les he mostrado mi preocupación por cómo será recibida por público en general y por gente más en conocimiento sobre la época en cuestión, ellos quitan hierro al asunto con la susodicha palabras: "licencia del autor"
No me gustan las licencias del autor. Las evito siempre que puedo.
Una cosa son las lagunas históricas, en las que faltan datos de fuentes de la época y que sus suceptibles de suposiciones razonables (que dicho sean de paso, permiten la creatividad del autor), y otra cosa modificar el hilo temporal de acontecimientos y hechos registrados en crónicas y códices, y que poco tienen de interpretación. Lo primero es necesario, si queremos contar una historia.
Rellenamos huecos suponiendo a partir de lo que conocemos, de forma defendible. Lo segundo, nunca me ha gustado. Más de una vez he deseado que tal personaje muriera años más tarde, o no hubiera hecho tal cosa, porque conviene a mi trama.
Y aunque quizás eso diera más riqueza a mis escritos, y sólo los especialistas lo apreciarían (descubriendo la trampa) no me parece correcto. Por eso me agobio: toda la documentación que leo nunca me parece suficiente, siempre me quedan cosas por aprender (y eso que mi mujer me dice a veces "que regrese de la Edad Media", cuando me abstraigo en mis mundos).
Por otro lado, tampoco me veo capaz de dedicar 10 años a una novela para que sea perfecta en todos los aspectos, diez años cambian una historia y también al autor y su percepción del mundo. Supongo que es complicado hallar el equilibrio perfecto entre dedicación a una novela y la búsqueda de su perfección (formal, estética, argumental, literaria).
Y en medio de ese desequilibrio, ya estoy con mi siguiente novela, dándole forma al primer borrador, previo guión de trabajo. Estoy de nuevo en la Edad Media.
Espero dentro de unos días concretaros más todo esto. A esperar toca.
sábado, 14 de enero de 2012
RESEÑA: "El sueño de Justiniano" (Ediciones B), de Salvador Felip
Uno de los lectores de mi anterior entrada sobre la Spania bizantina comentaba:
Creo que es un acierto rotundo rescatar episodios históricos poco conocidos y divulgarlos mediante la literatura. Conociendo a grandes rasgos la historia de Bizancio, puedo decir que cualquier historia que se desarrolle en su seno resulta tremendamente tentadora y estimulante.
Lo cual da sentido a una labor que realiza la novela histórica, dar a conocer nuestro amplio y complejo pasado histórico de una forma amena, accesible, y que no tiene que estar reñido con el rigor histórico.
Si hago memoria de lo que me enseñaron en el instituto sobre historia universal y sobre el imperio bizantino en particular, veo que es nada: imperio romano de occidente y de oriente, caida de Roma en el 476 y ya vienen los suevos, vándalos y visigodos a invadir Hispania. Saqueo de Constantinopla en 1204 e inicio de la Edad Moderna: en 1492 según nosotros, por la toma de Granada y el descubrimiento de América... o 1453, con la caída de Constantinopla, según otros.
¿Nadie ha contado que el Renacimiento italiano debe una parte importante al saqueo de 1204 por los cruzados, que llevó el legado cultural clásico de Oriente a Occidente? En nuestro pais los escolares aprenden (o aprendían, no sé ahora) el fin del avance musulman por Occidente en el 732 en la batalla de Poitiers al otro lado de los Pirineos. ¿Nadie ha contado que Bizancio fue el baluarte que protegió por siglos Europa del avance del Islam desde Oriente?
A los más jóvenes, aficionados a la literatura fantástica y ciencia ficción, ¿nadie les ha dicho que Isaac Asimov basó su saga de la Fundación en la historia de Bizancio, que Bel Riose es una derivación del nombre de gran general Belisario?¿Que J.R.R. Tolkien se inspiró en Constantinopla para dar luz a su Minas Tirith, la gran capital de Gondor, rodeada de murallas?
Salvador Felip ha creado una obra que acerca una de las épocas más fascinantes de este imperio al público en general: la vida y logros del emperador Justiniano y su mujer Teodora, dos personajes excepcionales en la historia. Él, sobrino de un labriego iletrado que probó fortuna y logró hacerse emperador; ella, una superviviente de los estamentos más bajos de la sociedad romana, una mujer de la vida de mente clara y osada. Ambos, unidos por un amor que nadie creería posible e inquebrantable, llevará a cabo el sueño de Justiniano: la restauración en todo su gloria del perdido Imperio Romano.
Penélope y su esposo Héctor, un académico de Atenas venido a menos que lucha por alimentar a su familia moviendo un molino de aceite, nos conducirán por la Mesé, la gran avenida comercial de Constantinopla, nos llevarán por sus calles, sus gentes y sus anhelos y angustías, que desembocarán en la insurrección de la Niké, enfretando al pueblo y a los angustos, con senadores y militares decidiendo su apoyo según sus ambiciones e intereses. Narsés y Belisario es otra pareja protagonistas, los dos generales destinados a cumplir los sueños del emperador insomne: Narsés el eunuco, el no-hombre, el favorito de la emperatriz Teodora, y Belisario, un hombre arrojado, valiente y sobre todo leal a su juramento a Justiniano, buscando prevalecer uno sobre otro. Y no olvidemos a Juan de Capadocia, el odiado hombre de finanzas que tendrá que ingeniárselas para recaudar una suma exorbitante por mandatto imperial, y cuyos fuegos incendiarán la indignación del pueblo común.
Las descripciones de la ciudad son espléndidas, Salvador Felip nos deleita con inteligencia en sus monumentos y su origen, integrándolas en la trama, compaginando descripciones con acción. La primera parte es más pausada, una presentación de escenario y personajes que con un ritmo tranquilo enriquece el sabor de sus personajes, cuando más adelante cobren importancia los detalles que desgrana allí y allá, sobre las facciones Verde y Azul, sobre la vida cotidiana, sobre el día a día de la ciudad más poblada de la antigüedad en Europa, con un millón de almas en su máximo apogeo.
Y todo por la ambición de un hombre, el apoyo de su mujer, y un anhelo secreto que dará luz a una maravilla que ha sobrevivido por mil años: la enorme y majestuosa Santa Sofía. Las tramas se engranan perfectamente entre otras. Los personajes son profundos, y llenos de matices creíbles. No me olvido de Drías y Arcés, soldados hérulos del imperio, ni de Antemio e Isidoro, ni de Valente ni Aecio, médico. Son absorbentes las descripciones de los conocimientos de medicina de la época, que nos demuestran qué grado tal alto de civilización ya existía hace mil quinientos años.
Una obra asombrosa donde Salvador Felip refleja sus más de tres años de trabajo, casí 900 páginas de lectura, que no deben asustar. El grosor no es un obstáculo. Asusta al principio, pero las hojas vuelan una vez terminada la primera parte de las presentaciones y ubicación. Sólo echo en falta una cosa: una relación de bibliografía que anime a sus lectores a leer más sobre Bizancio. La novela destila erudición accesible al gran público, con mapas y glosario de términos al final. Y no, no es una historia a comparar a una muy conocida de Ken Follet: la de Felip la supera. El rigor histórico de la novela de Salvador es uno de sus mayores alicientes.
Para mí ha sido toda una experiencia. Sólo me resta una cosa: hacer proskynesis a la labor intelectual títánica que ha realizado Salvador Felip con ésta su segunda novela, y que seguro no será la última en esta época fascinante.
Os la recomiendo.
Podéis conocer más sobre Salvador Felip y su obra:
-En su Blog: El Ocaso de Bizancio
-En su Web como escritor: Salvador Felip
Creo que es un acierto rotundo rescatar episodios históricos poco conocidos y divulgarlos mediante la literatura. Conociendo a grandes rasgos la historia de Bizancio, puedo decir que cualquier historia que se desarrolle en su seno resulta tremendamente tentadora y estimulante.
Lo cual da sentido a una labor que realiza la novela histórica, dar a conocer nuestro amplio y complejo pasado histórico de una forma amena, accesible, y que no tiene que estar reñido con el rigor histórico.
Si hago memoria de lo que me enseñaron en el instituto sobre historia universal y sobre el imperio bizantino en particular, veo que es nada: imperio romano de occidente y de oriente, caida de Roma en el 476 y ya vienen los suevos, vándalos y visigodos a invadir Hispania. Saqueo de Constantinopla en 1204 e inicio de la Edad Moderna: en 1492 según nosotros, por la toma de Granada y el descubrimiento de América... o 1453, con la caída de Constantinopla, según otros.
¿Nadie ha contado que el Renacimiento italiano debe una parte importante al saqueo de 1204 por los cruzados, que llevó el legado cultural clásico de Oriente a Occidente? En nuestro pais los escolares aprenden (o aprendían, no sé ahora) el fin del avance musulman por Occidente en el 732 en la batalla de Poitiers al otro lado de los Pirineos. ¿Nadie ha contado que Bizancio fue el baluarte que protegió por siglos Europa del avance del Islam desde Oriente?
A los más jóvenes, aficionados a la literatura fantástica y ciencia ficción, ¿nadie les ha dicho que Isaac Asimov basó su saga de la Fundación en la historia de Bizancio, que Bel Riose es una derivación del nombre de gran general Belisario?¿Que J.R.R. Tolkien se inspiró en Constantinopla para dar luz a su Minas Tirith, la gran capital de Gondor, rodeada de murallas?
Salvador Felip ha creado una obra que acerca una de las épocas más fascinantes de este imperio al público en general: la vida y logros del emperador Justiniano y su mujer Teodora, dos personajes excepcionales en la historia. Él, sobrino de un labriego iletrado que probó fortuna y logró hacerse emperador; ella, una superviviente de los estamentos más bajos de la sociedad romana, una mujer de la vida de mente clara y osada. Ambos, unidos por un amor que nadie creería posible e inquebrantable, llevará a cabo el sueño de Justiniano: la restauración en todo su gloria del perdido Imperio Romano.
Penélope y su esposo Héctor, un académico de Atenas venido a menos que lucha por alimentar a su familia moviendo un molino de aceite, nos conducirán por la Mesé, la gran avenida comercial de Constantinopla, nos llevarán por sus calles, sus gentes y sus anhelos y angustías, que desembocarán en la insurrección de la Niké, enfretando al pueblo y a los angustos, con senadores y militares decidiendo su apoyo según sus ambiciones e intereses. Narsés y Belisario es otra pareja protagonistas, los dos generales destinados a cumplir los sueños del emperador insomne: Narsés el eunuco, el no-hombre, el favorito de la emperatriz Teodora, y Belisario, un hombre arrojado, valiente y sobre todo leal a su juramento a Justiniano, buscando prevalecer uno sobre otro. Y no olvidemos a Juan de Capadocia, el odiado hombre de finanzas que tendrá que ingeniárselas para recaudar una suma exorbitante por mandatto imperial, y cuyos fuegos incendiarán la indignación del pueblo común.
Las descripciones de la ciudad son espléndidas, Salvador Felip nos deleita con inteligencia en sus monumentos y su origen, integrándolas en la trama, compaginando descripciones con acción. La primera parte es más pausada, una presentación de escenario y personajes que con un ritmo tranquilo enriquece el sabor de sus personajes, cuando más adelante cobren importancia los detalles que desgrana allí y allá, sobre las facciones Verde y Azul, sobre la vida cotidiana, sobre el día a día de la ciudad más poblada de la antigüedad en Europa, con un millón de almas en su máximo apogeo.
Y todo por la ambición de un hombre, el apoyo de su mujer, y un anhelo secreto que dará luz a una maravilla que ha sobrevivido por mil años: la enorme y majestuosa Santa Sofía. Las tramas se engranan perfectamente entre otras. Los personajes son profundos, y llenos de matices creíbles. No me olvido de Drías y Arcés, soldados hérulos del imperio, ni de Antemio e Isidoro, ni de Valente ni Aecio, médico. Son absorbentes las descripciones de los conocimientos de medicina de la época, que nos demuestran qué grado tal alto de civilización ya existía hace mil quinientos años.
Una obra asombrosa donde Salvador Felip refleja sus más de tres años de trabajo, casí 900 páginas de lectura, que no deben asustar. El grosor no es un obstáculo. Asusta al principio, pero las hojas vuelan una vez terminada la primera parte de las presentaciones y ubicación. Sólo echo en falta una cosa: una relación de bibliografía que anime a sus lectores a leer más sobre Bizancio. La novela destila erudición accesible al gran público, con mapas y glosario de términos al final. Y no, no es una historia a comparar a una muy conocida de Ken Follet: la de Felip la supera. El rigor histórico de la novela de Salvador es uno de sus mayores alicientes.
Para mí ha sido toda una experiencia. Sólo me resta una cosa: hacer proskynesis a la labor intelectual títánica que ha realizado Salvador Felip con ésta su segunda novela, y que seguro no será la última en esta época fascinante.
Os la recomiendo.
Podéis conocer más sobre Salvador Felip y su obra:
-En su Blog: El Ocaso de Bizancio
-En su Web como escritor: Salvador Felip
viernes, 6 de enero de 2012
Spania bizantina
Comienza el nuevo año 2012, con nuevos deseos, anhelos y esperanzas. También temores; pero no son el tema de esta entrada.
2011 fue un año muy especial para mi: mi opera prima "El esclavo de la Al-Hamrá" (Ediciones B, Oct 2010) ha sobrevivido un año y tres meses en los escaparates de las librerías, sobre todo en Granada, lo cual no es poco mérito para un novel. Una gran mayoría de mis lectores me han transmitido ilusión y apoyo por un libro que han disfrutado. Unos pocos (muy pocos) dicen sentirse defraudados. Admito las opiniones y críticas, ya que no he negado nunca que no soy un Gabriel García Márquez, ni un Vargas Llosa, ni un Santiago Posteguillo; sólo un aprendiz de juntaletras que disfruta imaginando y escribiendo. Y que arranca tiempo de donde puede para dedicarlo a su adicción.
Feria del Libro de Valencia, de Granada, de Almería; nominación HISLIBRIS; charlas sobre novela histórica en Murcia y Granada; guía por la ruta literaria de mi novela; firma de libros en Úbeda, Jaén, Sevilla y Murcía. Entrevistas en radio, en prensa. Tres ediciones en castellano con Ediciones B y una primera edición en Serbia con ed. ALNARI. Una edición en México y distribución por toda Sudamérica. Todo ello ha superado mis expectativas.
En Marzo de 2012 verá la luz mi segunda novela "El Mármara en llamas", también de género histórico y también con Ediciones B. En ella cambio de registro y me sumerjo en el Imperio Bizantino, en el s.VIII de nuestra era. Y todo gracias a Lord John Julius Norwich, quien con sus libros de ensayo me ha convertido en un interesado devoto de todo lo bizantino.
El Imperio Bizantino es un imperio olvidado. Conservó los conocimientos de la antigüedad en su capital Constantinopla cuando los hérulos y ostrogodos hacía pavesas del pasado glorioso de Roma, y sus foros, antaño testigos de grandes políticos, generales y emperadores, ya llevaban centurias arrumbados y cubiertos de escombros y maleza. Gracias a los bizantinos, tuvo lugar el Renacimiento y con él el inicio de la Edad Moderna. Sí, sí, éste es un resumen muy rápido, ¡hay mucho que contar entre líneas!
Y el público español en general ignora que el sudeste español fue bizantino durante un tiempo, gracias al sueño de Justiniano, el gran emperador insomne que ambicionaba la restauración desde Constantinopla de todo el poderío romano.
En el año 552 se firmó un pacto entre el noble visigodo Atanagildo y Justiniano por el que el primero solicitaba ayuda militar para combatir a su rival el rey visigodo Agila I. No está claro en que consistió el pacto, aunque es posible que se acordara la cesión de territorios costeros, que eran de alto interés político-económico para el imperio Bizantino.
Ese año tropas bizantinas desembarcaron en Gades (Cádiz) y en Carthago Nova (Cartagena) ocupando otras importantes ciudades costeras y continuando su avance hacia el interior.
La ocupación se vio favorecida por la debilidad política y económica de los visigodos en las antiguas provincias romanas Cartaginense y Bética, que estaban dominadas mayoritariamente por terratenientes hispanorromanos hostiles a la dominación visigoda, y con una población fuertemente romanizada, siendo la ciudad de Corduba (Córdoba) un importante bastión de rebeldía.
Tras el fin de la conquista de Italia, Justiniano abordó una posible conquista de toda la Península Ibérica, para lo que envió refuerzos a sus bases en el litoral sudoriental de Hispania, desembarcando un notable contingente armado en Cartagena, que avanzó hasta Baza y otro en Malaca, que se internó hasta Sevilla y quizá hasta Mérida. Sin embargo, Agila es asesinado el 555, con lo que los visigodos se unieron en torno a Atanagildo y derrotaron al ejército bizantino impidiendo que conectaran los dos cuerpos de ejército.
El rey visigodo obligó a los bizantinos a replegarse a las ciudades costeras ya conquistadas, donde se estableció la Provincia Bizantina de Spania, que comprendía también las Islas Baleares. Su capital se pudo establecer o bien en Málaga o bien en Cartagena, y su administración correspondió a un magister militum Spaniae, con poder civil y militar. A partir de entonces se estableció una paz en la zona que se prolongó hasta la muerte del emperador Justiniano en 565.
Ciudades ocupadas por los bizantinos fueron Malaca (Málaga), Carthago Spartaria (Cartagena), Asidona (Medina-Sidonia), Sagontia (Gigonza) y Basti (Baza); algunos autores incluyen Córdoba, pero no existen evidencias.
La ciudad de Carthago Nova (Cartagena), que había sido saqueada y destruida por los vándalos en 425, fue reconstruida, reamurallada, renombrada como Carthago Spartaria, o Justina, y designada como capital provincial. La ciudad fue puesta bajo mandato de un gobernador con el rango de magister militum Spaniae.
El fortalecimiento del poder de los sucesivos reyes visigodos buscará la recuperación de las ciudades y territorios de la provincia bizantina, y con vaivenes, la presencia de las tropas imperiales se prolongará hasta el año 624, cuando durante los reinados del visigodo Suintila y del emperador Heraclio, los bizantinos abandonan definitivamente sus últimos establecimientos en las ciudades de la zona del estrecho que aún conservaban.
Tenemos en nuestro país más historia de la que creemos. El Imperio Bizantino dejó improntas en nuestra tierra, en la Bética y las Baleares, y pienso dedicar más entradas a este pedacito de nuestro pasado, para que deje de ser desconocido.
2011 fue un año muy especial para mi: mi opera prima "El esclavo de la Al-Hamrá" (Ediciones B, Oct 2010) ha sobrevivido un año y tres meses en los escaparates de las librerías, sobre todo en Granada, lo cual no es poco mérito para un novel. Una gran mayoría de mis lectores me han transmitido ilusión y apoyo por un libro que han disfrutado. Unos pocos (muy pocos) dicen sentirse defraudados. Admito las opiniones y críticas, ya que no he negado nunca que no soy un Gabriel García Márquez, ni un Vargas Llosa, ni un Santiago Posteguillo; sólo un aprendiz de juntaletras que disfruta imaginando y escribiendo. Y que arranca tiempo de donde puede para dedicarlo a su adicción.
Feria del Libro de Valencia, de Granada, de Almería; nominación HISLIBRIS; charlas sobre novela histórica en Murcia y Granada; guía por la ruta literaria de mi novela; firma de libros en Úbeda, Jaén, Sevilla y Murcía. Entrevistas en radio, en prensa. Tres ediciones en castellano con Ediciones B y una primera edición en Serbia con ed. ALNARI. Una edición en México y distribución por toda Sudamérica. Todo ello ha superado mis expectativas.
En Marzo de 2012 verá la luz mi segunda novela "El Mármara en llamas", también de género histórico y también con Ediciones B. En ella cambio de registro y me sumerjo en el Imperio Bizantino, en el s.VIII de nuestra era. Y todo gracias a Lord John Julius Norwich, quien con sus libros de ensayo me ha convertido en un interesado devoto de todo lo bizantino.
El Imperio Bizantino es un imperio olvidado. Conservó los conocimientos de la antigüedad en su capital Constantinopla cuando los hérulos y ostrogodos hacía pavesas del pasado glorioso de Roma, y sus foros, antaño testigos de grandes políticos, generales y emperadores, ya llevaban centurias arrumbados y cubiertos de escombros y maleza. Gracias a los bizantinos, tuvo lugar el Renacimiento y con él el inicio de la Edad Moderna. Sí, sí, éste es un resumen muy rápido, ¡hay mucho que contar entre líneas!
Y el público español en general ignora que el sudeste español fue bizantino durante un tiempo, gracias al sueño de Justiniano, el gran emperador insomne que ambicionaba la restauración desde Constantinopla de todo el poderío romano.
En el año 552 se firmó un pacto entre el noble visigodo Atanagildo y Justiniano por el que el primero solicitaba ayuda militar para combatir a su rival el rey visigodo Agila I. No está claro en que consistió el pacto, aunque es posible que se acordara la cesión de territorios costeros, que eran de alto interés político-económico para el imperio Bizantino.
Ese año tropas bizantinas desembarcaron en Gades (Cádiz) y en Carthago Nova (Cartagena) ocupando otras importantes ciudades costeras y continuando su avance hacia el interior.
La ocupación se vio favorecida por la debilidad política y económica de los visigodos en las antiguas provincias romanas Cartaginense y Bética, que estaban dominadas mayoritariamente por terratenientes hispanorromanos hostiles a la dominación visigoda, y con una población fuertemente romanizada, siendo la ciudad de Corduba (Córdoba) un importante bastión de rebeldía.
Tras el fin de la conquista de Italia, Justiniano abordó una posible conquista de toda la Península Ibérica, para lo que envió refuerzos a sus bases en el litoral sudoriental de Hispania, desembarcando un notable contingente armado en Cartagena, que avanzó hasta Baza y otro en Malaca, que se internó hasta Sevilla y quizá hasta Mérida. Sin embargo, Agila es asesinado el 555, con lo que los visigodos se unieron en torno a Atanagildo y derrotaron al ejército bizantino impidiendo que conectaran los dos cuerpos de ejército.
El rey visigodo obligó a los bizantinos a replegarse a las ciudades costeras ya conquistadas, donde se estableció la Provincia Bizantina de Spania, que comprendía también las Islas Baleares. Su capital se pudo establecer o bien en Málaga o bien en Cartagena, y su administración correspondió a un magister militum Spaniae, con poder civil y militar. A partir de entonces se estableció una paz en la zona que se prolongó hasta la muerte del emperador Justiniano en 565.
Ciudades ocupadas por los bizantinos fueron Malaca (Málaga), Carthago Spartaria (Cartagena), Asidona (Medina-Sidonia), Sagontia (Gigonza) y Basti (Baza); algunos autores incluyen Córdoba, pero no existen evidencias.
La ciudad de Carthago Nova (Cartagena), que había sido saqueada y destruida por los vándalos en 425, fue reconstruida, reamurallada, renombrada como Carthago Spartaria, o Justina, y designada como capital provincial. La ciudad fue puesta bajo mandato de un gobernador con el rango de magister militum Spaniae.
El fortalecimiento del poder de los sucesivos reyes visigodos buscará la recuperación de las ciudades y territorios de la provincia bizantina, y con vaivenes, la presencia de las tropas imperiales se prolongará hasta el año 624, cuando durante los reinados del visigodo Suintila y del emperador Heraclio, los bizantinos abandonan definitivamente sus últimos establecimientos en las ciudades de la zona del estrecho que aún conservaban.
Tenemos en nuestro país más historia de la que creemos. El Imperio Bizantino dejó improntas en nuestra tierra, en la Bética y las Baleares, y pienso dedicar más entradas a este pedacito de nuestro pasado, para que deje de ser desconocido.