Pues sí, Hemingway fue rechazado veintisiete veces, veintisiete nada menos, veintisiete editoriales que lo descartaron mondo y lirondo. Que luego ganara el premio Nobel de literatura no es lo importante, sino que encajó veintisiete derrotas una tras otra y sin embargo volvía a levantarse. Todo un peso pesado de las letras.
martes, 23 de agosto de 2011
Escribir una novela (II): surge la idea
Bien, ya sabemos que no tenemos que agobiarnos con las descripciones. Al igual que una película, un periódico, un evento, nuestra vida, nuestra novela tendrá unos límites, un marco de referencia del que no nos vamos a salir (no necesitamos conocer el Universo infinito) y tendrá un principio y un fin.
Quiero escribir una novela. ¿Sobre qué?¿Cómo empiezo? O mejor dicho, ¿cuál es el arranque de la inspiración, que me permite vislumbrar la primera palabra, el primer personaje, el primer hálito de mi creación?
Ojo, he dicho vislumbrar, no escribir. Es hora de vislumbrar pero no de escribir. Para poder escribir antes tendremos que preparar un guión, pero no adelantemos acontecimientos.
¿Cómo vislumbro algo sobre lo que escribir?
Debe ser un "algo" que me trasmite un "algo diferente", que estimula mi curiosidad y me hace preguntarme cuestiones como: "¿Por qué?", "¿Y si....?" "¿Qué pasaría si...?"
Todos tenemos nuestra vida, con problemas y pequeñas alegrías, preocupaciones, complicaciones inesperadas... no nos engañemos, eso mismo le pasará a nuestros personajes. Vivirán como nosotros, siempre en la incertidumbre del futuro, sentirán las mismas emociones que nosotros. Ira, miedo, rebeldía, venganza, amor, desdén, alegría, terror, valentía y esperanza, todo eso lo vivirán también ellos.
En nuestro día a día estamos rodeados de historias e ideas. Toma un periódico y lee los titulares. Alguno habrá que te atraiga, que te haga preguntarte "¿Por qué?¿Cómo sigue la noticia?". Escucha la radio, mucho más directa. Entra en Internet y navega. Estamos rodeados de noticias que nos dan muchas ideas de partida y muchos conflictos. Los conflictos son el núcleo de una historia. Una historia es la explicación de un conflicto, la explosión de un conflicto con un final que afecta a sus protagonistas.
Hay que buscar un conflicto que nos atraiga. Será nuestro germen de la historia. Esto es un buen punto de partida para atraer a las musas.
Por ejemplo:
-Digamos que me interesa la novela histórica. Me centraría en leer ensayos y libros de divulgación sobre historia, hasta encontrar una época que me atraiga. Después, sobre esa época exploraría sobre sus protagonistas, seres reales que vivieron y murieron, y que muchas veces han quedado relegado casi al olvido, sepultado por años y años de distancia de nosotros. Todas las épocas dan héroes y villanos. Todas las épocas tienen conflictos: politicos, económicos, bélicos, humanos. Estáte al tanto de las noticias de arqueología, de actividades recreacionistas, llena tu mente del aroma añejo del medievo.
-Digamos que me interesa la novela negra. Estaría interesado en las noticias de sucesos, en lo que cuentan los periódicos sobre asuntos policiales. En la novela negra rigen las pasiones oscuras de las ciudades, corrupción, sexo, violencia. La realidad siempre supera a la ficción, así que abre bien los ojos.
-Digamos que te interesa la literatura fantástica. Lee a los clásicos, explora sus mundos, disfruta con ellos, analiza qué te aportan y qué echas en falta. Un punto de partida de inspiración puede ser crear finales alternativos a la obra de un autor famoso. Indaga en sus personajes, en su psicología: "¿Qué pasaría si Boromir hubiera conseguido de verdad el Anillo?"
-Digamos que te interesa la ciencia ficción. Vislumbrar el futuro no puede hacerse sin partir del presente. Lee revistas de divulgación ciéntifica y sobre investigación (robótica, genética, física, química, aeronáutica, desarrollo mental, la Red, el Gran Hermano), revisa a los grandes autores del s.xx y observa cuán acertados o alejados estuvieron de la realidad.
El resumen de todo esto: la inspiración llega cuando tu mente se satura de datos sobre un tema, una época, un personaje, un hecho concreto (real o imaginario). Este método que indico al menos a mí me funciona.
Sabrás que tienes un arranque, un motivo para escribir cuando, como si estuvieras leyendo un sortilegio, al terminar una frase en tu mente se forma de repente una escena que te sugiere emociones, que te pide que le des forma, que la hagas vivir. Como si tú fueras un dios. En ese instante tu mente habrá llegado a las musas.
Si esa idea te llena de emoción y curiosidad, te corta la respiración, entonces ya sabes sobre lo que vas a escribir.
El siguiente paso será cómo hacerlo.
viernes, 12 de agosto de 2011
A la playa
Crisis, la Bolsa que sube y baja cono un tiovivo, el jefe, el teléfono, los compañeros que se van quince días y dejan una montaña de papeles sobre mi mesa que no me voy...
Se me echa el tiempo encima, y en el trabajo no paro, pero la escritura también me tiene encadenado. Aún así, este fin de semana me voy a refrescar ideas a la playa dos días, en espera de saber cosas para septiembre, que estoy deseando que comience. Si todo se cumple, tendré "tareas literarias" de sobra hasta final de año.
Os dejo, eso sí, algo fresquito esta semana. Aquí está el enlace a la entrevista que ayer salió publicada en el foro de literatura de ABRETE LIBRO, 42 preguntas y respuestas nada menos. Si queréis saber más de mis libros y de mi persona, ¡ya estáis tardando en cliquear sobre ella!
Blas Malo Poyatos - Entrevista en ABRETE LIBRO
Por último, repito aquí uno de mis últimos comentarios en FACEBOOK, que dan que pensar (la de novelas que se pueden sacar a partir de esta idea, por ejemplo):
Me hago eco de las palabras de Warren Buffett, que en entrevista CNBC afirmó que podía acabar con el déficit público de USA en cinco minutos:
"sólo hay que aprobar una ley por la que, si el déficit público supera el 3% del PIB, todos los miembros del Congreso quedan automáticamente inhabilitados para la reelección".
Los politicos han derrochado, han pedido prestado y no saben cómo pagar la deuda.
Una gran receta para aplicar también en España.
¡Buen fin de semana!
domingo, 7 de agosto de 2011
Escribir una novela (I): el universo literario
Ayer estuvimos cenando en LA MAFIA, un sitio totalmente recomendable con una comida excelente, un local de inspiración en los años 30 y un precio excelente. Las lámparas, el papel de la pared, el mobiliario, y las numerosas fotos de gangsters mafiosos nos hicieron sentir, según donde miraras, en el Chicago de la Ley Seca, o en Italia con la "Familia".
Un gran cartel de "El padrino" con Al Pacino al que besan las manos con devoción nos vigilaba la mesa.
Lo que me dio por pensar que seria interesante unas series de entradas breves sobre mis experiencias de cómo escribir una novela. La primera, dedicada al importancia del entorno.
Digamos que vamos a escribir una novela. Para escribir hace falta:
-Un marco temporal, una época.
-Un marco espacial, un lugar.
-Unos personajes.
-Unos conflictos entre personajes, que generen una trama (presentación, nudo, desenlace)
-La habilidad para engarzarlo todo en un todo.
-Y hacerlo de forma que tanto el escritor como el lector disfruten con su lectura.
Escribir una novela es como ir a un restaurante temático. Al entrar por las puertas te sumerges en un ambiente diferente. Dentro, el Chicago de los años 30, muebles, música, decoración, sabores. Fuera, el s.XXI que vivimos todos los días.
Para escribir una novela no es necesario describir el universo completo conocido. Como el restaurante, el espacio es finito. El número de hojas es finito. Hay que crear el marco fisico y temporal que necesitan los personajes, ni más ni menos, y dar sólo pistas al lector de lo que hay más allá.
Por ejemplo, una novela negra. Si toda la historia va a transcurrir en Chicago, no vamos a necesitar conocer que sucede en Louisiana en ese mismo instante. A lo mejor sólo es necesario dar una referencia vaga sobre el jazz, o sobre que de allí viene un personaje. No hay que describir el Mississippi ni cómo corría el alcohol y la sangre en los garitos clandestinos, si los personajes nunca pretenden ir allí. Uno come en el restaurante, dentro de unos límites definidos que acepta. No se pregunta cómo sería comer en mitad de la calzada.
Hay que saber distinguir el marco físico que vamos a necesitar describir para situar a nuestros personajes y nuestra historia.
En mi primer borrador de "El esclavo de la Al-Hamrá" (Ediciones B), estaba inquieto, porque creía que sería necesario saber absolutamente todos los detalles al situar mis primeros personajes: qué ve, qué oye, qué saborea, qué viste, qué gestos hace, qué costumbres religiosas le caracterizan, qué huele, por dónde vive... con lo que salían páginas y páginas de descripciones de objetos, calles, personas. Cientos y cientos de palabras sin ningún diálogo.
Pasado el tiempo, revisé todo. Y corté mucho. Me dí cuenta que el lector no necesita que se lo den todo hecho. El lector es un ser humano con ansia de imaginación. Si se la da todo descrito, se aburrirá porque su mente no participa del libro. Pero si se da lo justo, su imaginación entrará en juego y vivirá la historia mucho más.
Eso es importante sobre todo en la descripción física de los personajes. No es necesario hablar la primera vez que aparece un personaje sobre su anatomía completa, esto no es un compendio de medicina. basta dar unas pinceladas, las necesarias, a lo largo de la historia. La mente del lector hará el resto, completando según sus propias vivencias, y disfrutará más.
Un ejemplo:
1.-La casa estaba orientada al sur, con los muros encalados. Era grande, con las esquinas trazadas con piedras angulares y tenía tres ventanas delante y cuatro detrás, y dos plantas de altura, y los aleros sobresalían dando sombra en la calle protegiendo a los viandantes del caluroso sol del verano, a la salida de la mezquita del barrio junto al Hadarro. La puerta había sido tallada por carpinteros nazaríes que habían trabajado en la Sala de los Reyes, en el Palacio de la Alhambra, residencia de los sultanes de Granada protegidos por Alá y el santo profeta, y cuando Matmut, alto, joven de cinco pies y medio de altura, no mal parecido a pesar de sus orejas y su barba rala, pasó las yemas por los grabados y resaltos de los artesanos comprendió cuánta riqueza podía esperar encontrar en la casa del joyero. Pero la más preciada de las joyas era su hija Sara, tan alta como él, con un pelo castaño, ojos oscuros y tez clara, era ambidextra, hábíl con la práctica del laúd y su voz de plata traspasaban los gruesos muros de tapial de mortero, piedras y cal, llegando a la calle empedrada por la que un reguero de orines y podredumbre se deslizaba hasta encontrar un hueco en el pretil de piedra por el que se vertía directamente al cauce del rio urbano, por encima de las tenerías donde muchachos desnudos curtian con los pies desnudos las ricas pieles de zorros, gamos y vacas que los ricos comerciantes luego vendían en buenos dinares a los insaciables cristianos más allá de las fronteras de Al-Andalus. Matmut se decidió y tocó con el llamador en forma de herradura a la puerta, esperando que alguien le abriera.
2.-Matmut llegó a la casa del joyero judío. Dentro estaba Sara; podía oír su voz acompañando al laúd. El olor de las tenerías lo invadían todo desde aguas abajo. El sol caía a plomo. Tocó con el llamador a la puerta, esperando que abrieran.
3.- La casa del orfebre judio era grande y hermosa, encalada de blanco y esquinas de piedra. Estaba orientada al sur, evitando las efluencias pestilentes de las tenerias que ensuciaban el río Hadarro aguas abajo. Matmut apreció la belleza de la puerta de entrada, tallada por artesanos que habían trabajado en la Alhambra. Se notaba que el judío era pudiente. Dudó por un instante, hasta que la oyó cantar. Su voz y las notas del laúd llegaban a la calle, sobresaltándole.
-Sara... -murmuró Matmut, acercándose a la puerta bajo la sombra del alero del tejado, que protegía la entrada del sol que caia a plomo. Ningún otro viandante se veia por la calle. Aún recordaba cuándo la había visto en el zoco, con su tez clara, su pelo castaño asomando bajo el pañuelo, y los hoyuelos que su risa creaba adornando sus mejillas y sus labios sonrosados. Su mirada risueña le había atrapado. Que Alá le perdonara, si no era ella la más hermosa de todas las mujeres.
Tomó el tirador en forma de herradura y llamó a la puerta, tres veces. Su amo le había enviado con un recado, y él tenía así una oportunidad de verla de nuevo. Esperó impaciente a que alguien le abriera.
El primer ejemplo es el de un exceso de descripción, que aporta muchas cosas y la vez nada. Da muchos detalles, pero no explica nada, ni sobre la escena ni sobre los personajes. Todos esos detalles, si se dan de golpe, atragantan; mejor es repartirlos a lo largo de los capítulos... o incluso eliminarlos. ¿Es importante para la historia saber que los carpinteros de palacio tallaron esa puerta?¿No? Entonces, puede que sobre.
El segundo ejemplo es demasiado frío y escueto. No sería un ejemplo de una escena escrita, sino un esbozo para el guión de la novela, que nos indica de forma general una escena sin detalles. Hablaremos otro día sobre el guión. Sólo serviría para la novela si todo lo que necesitamos que el lector sepa ya lo sabe de capítulos precedentes, y queremos hacer una transición entre escenas. Entonces, serviría como transición, no como escena en sí.
El tercer ejemplo, se centra en detalles especificos que mezcla con detalles generales, sin frases kilómetricas, sencillas y con un sentido concreto. E introduce diálogo, acercando la escena al lector y haciéndolo todo más fluido. Al hablar de Sara no dice: sus ojos son almendrados, simétricos, de tez despejada, orejas proporcionadas, nariz ligeramente respingona, dos lunares en el rostro, cintura estrecha, pechos turgentes,... todo eso al lector le llega de forma pasiva a su mente. En cambio, dice "que era la mujer más hermosa del mundo". El lector, de forma activa, invoca a sus propios recuerdos, y asigna los rasgos de las mujeres de su vida al personaje completando su descripción y dándole un toque de emoción personal. Eso se consigue mezclando detalles concretos y generalidades.
Recomendación: los diálogos dan dinamismo. Párrafos y párrafos de descripción en tercera persona aburren. No hay que describir todo el Universo conocido antes de comenzar la historia, sólo lo preciso.
Un gran cartel de "El padrino" con Al Pacino al que besan las manos con devoción nos vigilaba la mesa.
Lo que me dio por pensar que seria interesante unas series de entradas breves sobre mis experiencias de cómo escribir una novela. La primera, dedicada al importancia del entorno.
Digamos que vamos a escribir una novela. Para escribir hace falta:
-Un marco temporal, una época.
-Un marco espacial, un lugar.
-Unos personajes.
-Unos conflictos entre personajes, que generen una trama (presentación, nudo, desenlace)
-La habilidad para engarzarlo todo en un todo.
-Y hacerlo de forma que tanto el escritor como el lector disfruten con su lectura.
Escribir una novela es como ir a un restaurante temático. Al entrar por las puertas te sumerges en un ambiente diferente. Dentro, el Chicago de los años 30, muebles, música, decoración, sabores. Fuera, el s.XXI que vivimos todos los días.
Para escribir una novela no es necesario describir el universo completo conocido. Como el restaurante, el espacio es finito. El número de hojas es finito. Hay que crear el marco fisico y temporal que necesitan los personajes, ni más ni menos, y dar sólo pistas al lector de lo que hay más allá.
Por ejemplo, una novela negra. Si toda la historia va a transcurrir en Chicago, no vamos a necesitar conocer que sucede en Louisiana en ese mismo instante. A lo mejor sólo es necesario dar una referencia vaga sobre el jazz, o sobre que de allí viene un personaje. No hay que describir el Mississippi ni cómo corría el alcohol y la sangre en los garitos clandestinos, si los personajes nunca pretenden ir allí. Uno come en el restaurante, dentro de unos límites definidos que acepta. No se pregunta cómo sería comer en mitad de la calzada.
Hay que saber distinguir el marco físico que vamos a necesitar describir para situar a nuestros personajes y nuestra historia.
En mi primer borrador de "El esclavo de la Al-Hamrá" (Ediciones B), estaba inquieto, porque creía que sería necesario saber absolutamente todos los detalles al situar mis primeros personajes: qué ve, qué oye, qué saborea, qué viste, qué gestos hace, qué costumbres religiosas le caracterizan, qué huele, por dónde vive... con lo que salían páginas y páginas de descripciones de objetos, calles, personas. Cientos y cientos de palabras sin ningún diálogo.
Pasado el tiempo, revisé todo. Y corté mucho. Me dí cuenta que el lector no necesita que se lo den todo hecho. El lector es un ser humano con ansia de imaginación. Si se la da todo descrito, se aburrirá porque su mente no participa del libro. Pero si se da lo justo, su imaginación entrará en juego y vivirá la historia mucho más.
Eso es importante sobre todo en la descripción física de los personajes. No es necesario hablar la primera vez que aparece un personaje sobre su anatomía completa, esto no es un compendio de medicina. basta dar unas pinceladas, las necesarias, a lo largo de la historia. La mente del lector hará el resto, completando según sus propias vivencias, y disfrutará más.
Un ejemplo:
1.-La casa estaba orientada al sur, con los muros encalados. Era grande, con las esquinas trazadas con piedras angulares y tenía tres ventanas delante y cuatro detrás, y dos plantas de altura, y los aleros sobresalían dando sombra en la calle protegiendo a los viandantes del caluroso sol del verano, a la salida de la mezquita del barrio junto al Hadarro. La puerta había sido tallada por carpinteros nazaríes que habían trabajado en la Sala de los Reyes, en el Palacio de la Alhambra, residencia de los sultanes de Granada protegidos por Alá y el santo profeta, y cuando Matmut, alto, joven de cinco pies y medio de altura, no mal parecido a pesar de sus orejas y su barba rala, pasó las yemas por los grabados y resaltos de los artesanos comprendió cuánta riqueza podía esperar encontrar en la casa del joyero. Pero la más preciada de las joyas era su hija Sara, tan alta como él, con un pelo castaño, ojos oscuros y tez clara, era ambidextra, hábíl con la práctica del laúd y su voz de plata traspasaban los gruesos muros de tapial de mortero, piedras y cal, llegando a la calle empedrada por la que un reguero de orines y podredumbre se deslizaba hasta encontrar un hueco en el pretil de piedra por el que se vertía directamente al cauce del rio urbano, por encima de las tenerías donde muchachos desnudos curtian con los pies desnudos las ricas pieles de zorros, gamos y vacas que los ricos comerciantes luego vendían en buenos dinares a los insaciables cristianos más allá de las fronteras de Al-Andalus. Matmut se decidió y tocó con el llamador en forma de herradura a la puerta, esperando que alguien le abriera.
2.-Matmut llegó a la casa del joyero judío. Dentro estaba Sara; podía oír su voz acompañando al laúd. El olor de las tenerías lo invadían todo desde aguas abajo. El sol caía a plomo. Tocó con el llamador a la puerta, esperando que abrieran.
3.- La casa del orfebre judio era grande y hermosa, encalada de blanco y esquinas de piedra. Estaba orientada al sur, evitando las efluencias pestilentes de las tenerias que ensuciaban el río Hadarro aguas abajo. Matmut apreció la belleza de la puerta de entrada, tallada por artesanos que habían trabajado en la Alhambra. Se notaba que el judío era pudiente. Dudó por un instante, hasta que la oyó cantar. Su voz y las notas del laúd llegaban a la calle, sobresaltándole.
-Sara... -murmuró Matmut, acercándose a la puerta bajo la sombra del alero del tejado, que protegía la entrada del sol que caia a plomo. Ningún otro viandante se veia por la calle. Aún recordaba cuándo la había visto en el zoco, con su tez clara, su pelo castaño asomando bajo el pañuelo, y los hoyuelos que su risa creaba adornando sus mejillas y sus labios sonrosados. Su mirada risueña le había atrapado. Que Alá le perdonara, si no era ella la más hermosa de todas las mujeres.
Tomó el tirador en forma de herradura y llamó a la puerta, tres veces. Su amo le había enviado con un recado, y él tenía así una oportunidad de verla de nuevo. Esperó impaciente a que alguien le abriera.
El primer ejemplo es el de un exceso de descripción, que aporta muchas cosas y la vez nada. Da muchos detalles, pero no explica nada, ni sobre la escena ni sobre los personajes. Todos esos detalles, si se dan de golpe, atragantan; mejor es repartirlos a lo largo de los capítulos... o incluso eliminarlos. ¿Es importante para la historia saber que los carpinteros de palacio tallaron esa puerta?¿No? Entonces, puede que sobre.
El segundo ejemplo es demasiado frío y escueto. No sería un ejemplo de una escena escrita, sino un esbozo para el guión de la novela, que nos indica de forma general una escena sin detalles. Hablaremos otro día sobre el guión. Sólo serviría para la novela si todo lo que necesitamos que el lector sepa ya lo sabe de capítulos precedentes, y queremos hacer una transición entre escenas. Entonces, serviría como transición, no como escena en sí.
El tercer ejemplo, se centra en detalles especificos que mezcla con detalles generales, sin frases kilómetricas, sencillas y con un sentido concreto. E introduce diálogo, acercando la escena al lector y haciéndolo todo más fluido. Al hablar de Sara no dice: sus ojos son almendrados, simétricos, de tez despejada, orejas proporcionadas, nariz ligeramente respingona, dos lunares en el rostro, cintura estrecha, pechos turgentes,... todo eso al lector le llega de forma pasiva a su mente. En cambio, dice "que era la mujer más hermosa del mundo". El lector, de forma activa, invoca a sus propios recuerdos, y asigna los rasgos de las mujeres de su vida al personaje completando su descripción y dándole un toque de emoción personal. Eso se consigue mezclando detalles concretos y generalidades.
Recomendación: los diálogos dan dinamismo. Párrafos y párrafos de descripción en tercera persona aburren. No hay que describir todo el Universo conocido antes de comenzar la historia, sólo lo preciso.