miércoles, 23 de julio de 2014

Entrevista a Jorge Herralde, editor de ANAGRAMA: "Todo el sector editorial está apaleado"

23.07.2014
Escritores que soñáis y escribís, editores que publicáis....

El pasado lunes salió publicada esta GRAN ENTREVISTA a Jorge Herralde, editor de ANAGRAMA, con 45 años de experiencia a sus espaldas batiendo espadas en el mundo del libro. He realizado la traducción del catalán al español para publicarla en mi Blog. No tiene desperdicio a pesar de su extensión: habla de libros, del mundo editorial, del cambio al ebook, sobre las ventas, sobre los entresijos de su editorial... Disfrutadla.

[PD: leyendo a este hombre me doy cuenta de cuánto libro me falta por leer... ]



(Entrevista realizada por Eva Piquer, para CATORZE -NACIÓN DIGITAL)



Herralde fundó la editorial Anagrama en 1969. Desde entonces, la simbiosis entre el editor y la editorial ha sido absoluta: Anagrama es él. Pero pronto dejará de ser de él.

¿Cómo te he de nombrar, Jordi o Jorge?
Como quieras. Jorge por parte de padre y Jordi por parte de madre.

Anagrama pasará a ser de la editorial italiana Feltrinelli. ¿Cuándo, exactamente?
 Es una venta a plazos. Después de un primer acuerdo con Feltrinelli a finales de 2010, ahora hemos tenido una segunda reunión para acabar de concretar todo. Yo estaré aquí como director general hasta el 1 de enero del 2017. Después seguiré mientras la neurona aguante, pero sin llevar el día a día, que en Anagrama tiene un ritmo muy bestia.

¿Qué harás a partir del 2 de enero del 2017?
Me ocuparé de alguna colección o de algunos autores, asesoraré a Carlo Feltrinelli ...

¿Quién dirigirá Anagrama?
Pondremos un nuevo director literario. Estamos en ello.

O sea, estás buscando tu sucesor.
Exacto. Lo mío es una autovoladura programada al ralentí.

Decías que no tenía sentido vender Anagrama porque con el dinero cobrado montarías una editorial. Pero la has acabado vendiendo...
Lo decía cuando era más joven. La he vendido por imperativos biológicos estadísticamente próximos.

Se te considera uno de los mejores editores del mundo mundial.
Mi viejo amigo -ya fallecido- Jaime Salinas, en el libro de conversaciones con Juan Cruz, decía que el director literario es el catálogo. En una editorial como Anagrama, que tiene 45 años y 3.500 títulos editados, el catálogo tiene un peso específico muy importante. El nuevo director podrá ser más o menos continuista, pero a estas alturas el catálogo ya bastante importante por sí solo. Eso sí: ​​deberá estar atento al aire de los tiempos y deberá tomar decisiones propias. Si yo lo dejara hoy, hay programación para casi dos años, a parte de las incorporaciones que se puedan ir haciendo sobre la marcha.

¿Aunque pasa todo por ti, en Anagrama?
Tengo buenos colaboradores, pero la decisión final es mía. Por ejemplo, la venta de derechos de autor la hice yo durante veinte y tantos años (nada mal, por cierto). Después se ocupó Lali Gubern, que lo fue delegando en Paula Canal, y ahora ya lo lleva Paula. Yo sólo hago algún toque de vez en cuando a algún editor amigo cuando creo que un libro le gustará mucho. De la compra de derechos extranjeros se encarga Jane Pilgrem. Trabaja bajo mi dirección, pero ella tiene su red personal de relaciones con agentes literarios y editores.

Insisto: has ganado un prestigio estratosférico. ¿Cómo lo llevas?
No pienso. A mí lo que me divierte mucho, aunque ahora, es descubrir nuevos autores, hacer política de autor y ocuparme del look final de cada libro: las ilustraciones, los paratextos...

De nuevos autores con potencial podrás descubrir pocos, con un catálogo tan amplio.
Uno de las esclavitudes de los editores es que debemos conciliar paradojas. Por un lado tenemos que hacer política de autor, que ocupa mucho territorio del catálogo, y por otro tenemos que descubrir nuevas voces que reclaman su espacio. En los últimos tiempos hemos descubierto, lanzado o acabado de consagrar fuerza escritores. De españoles, hemos relanzado autores que no habían acabado de dar el do de pecho, como Marta Sanz, que ahora ya ocupa la zona alta de la literatura española actual. Y hemos apostado por jóvenes latinoamericanos muy interesantes, como el chileno Alejandro Zambra y la mexicana Guadalupe Nettel. Alejandro Zambra ha conseguido algo muy difícil y muy bien pagada: que le publiquen un cuento en The New Yorker. Esto lo han conseguido en lengua española Bolaño, Marías y casi para de contar.

¿Cuánto paga The New Yorker para un cuento?
Entre 7 y 8.000 dólares, si no eres una gran estrella. En los años setenta publiqué lo que entonces era el gran maestro del cuento americano, Donald Barthelme. Publiqué le tres libros con mucha ilusión pero escasísimo éxito. Vino a Barcelona y fuimos a comer. Antes del primer plato ya nos habíamos bebido tres vodkas con hielo. Me dijo que a pesar de ser considerado el mejor cuentista de Estados Unidos, a pesar de publicar en la prestigiosa editorial Farrar, Straus and Giroux, él vivía sobre todo de ser la estrella del New Yorker. Cobraba mucho más del New Yorker que de sus libros.

Siempre has defendido la edición con vocación cultural. En 2001, al final del libro Opiniones mohicanas, dabas la bienvenida a los nuevos insumisos. Pronosticaste que los editores independientes no se extinguirían y vas acertar.
En estos momentos hay una crisis brutal en el mundo del libro pero se edita más que nunca, sobre todo en el ámbito de la buena literatura. Aparte de los sellos de calidad de los grandes grupos y de las editoriales independientes veteranas, hay cientos de nuevas editoriales, muchas de las cuales son de editores vocacionales que lo hacen francamente bien y que buscan buena literatura, como la buscaba yo en los años setenta.

En plena crisis eterna, parece que tienen más futuro los editores independientes que los tiburones.
También es verdad que el mercado editorial ha encogido para todos de forma irreversible. El mercado se ha encogido y seguirá encogido. Los grandes tiburones (los has bautizado ti así, y no seré yo quien te desmienta) sufren porque tienen estructuras considerables. Que Círculo de Lectores cierre en Alemania y que aquí se haya vendido el 50% a Planeta es muy significativo. El creador del imperio Bertelsmann cierra el que fue el corazón del imperio durante tantos años. Toda la cadena del libro se ha visto perjudicada por la crisis, pero las editoriales pequeñas ya nacen con economía de guerra: se basan en la autoexplotación, trabajan una o dos o tres personas. Cuando fundé Anagrama también éramos una persona y media: yo y una secretaria por las mañanas. Pero será más difícil, sospecho, que las editoriales independientes que salen ahora se puedan expandir como lo hicieron entonces Lumen, Tusquets o Anagrama y puedan luchar de igual a igual con los grandes, sin nada que envidiarles desde el punto de vista del catálogo literario, al contrario. Hoy proliferan las microeditoriales, las microllibrerías y microagentes literarios.

Y los microperiodistas culturales.
Exacto. Todo el sector está apaleado.

¿Qué dirías a alguien que quiera montar una editorial?
Que adelante, si lo considera inevitable para ser feliz. Que sepa que el camino será largo, con mucho trabajo, con disgustos pero con muchas alegrías. Que se prepare para una maratón.

¿Lo mejor de tener una editorial propia es la libertad?
Sí, claro, siempre.

Esther Tusquets dijo que una razón del éxito de Anagrama y de Tusquets es que ni tú ni Beatriz de Moura habéis tenido hijos, y que habéis encontrado "parejas perfectas" que se han vertido en cuerpo y alma al negocio. A ella, en cambio, los hijos y la vida la despistaron, y por eso Lumen no creció tanto.
Esther era una gran escritora y una gran editora, pero también era muy vaga, sobre todo como editora. No era tan vocacional como nosotros. Es cierto que un editor sin hijos, al igual que un escritor sin hijos, tiene más tiempo y menos preocupaciones, y se puede verter más a la labor editorial oa cualquier tarea profesional. Pero las personas sin hijos no tienen necesariamente la varita mágica del éxito.

Si hubieras tenido hijos, no deberías tenido que vender Anagrama.
Está estadísticamente demostrado que la transmisión de editoriales de padres a hijos es muy difícil, casi nunca sale bien. Conozco tantos casos de editores que han puesto a trabajar a sus hijos y lo han terminado dejando o han peleado... De familias con tres generaciones de editores hay poquísimas. La vocación editorial no se lleva en los genes.

Durante años pareció que los escritores podían vivir de escribir, cosa que ahora es imposible. ¿Nos autoengañamos?
Es bien sabido que, aparte de la burbuja del ladrillo y de tantas otras, aquí hubo una burbuja editorial. Se hinchó a partir de la segunda mitad de los ochenta, cuando confluyeron muchos elementos: una política a favor de la cultura del gobierno socialista, las euforias económicas, el fenómeno de concentración de los grandes grupos, la aparición de los agentes literarios y la irrupción de best sellers de calidad (Bella del Señor de Albert Cohen, La insoportable levedad del ser de Milan Kundera, Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar ... o títulos españoles como Nubosidad variable de Carmen Martín Gaite y Corazón tan blanco de Javier Marías, que vendieron bastante más de 100.000 ejemplares).

¿Ahora cuántos ejemplares se venden los libros que más se venden?
Nuestro best seller de los últimos tiempos es Rafael Chirbes, con un libro tan a contracorriente como “En la orilla”. El boca a boca ha sido tan fuerte que estamos llegando a los 40.000 ejemplares.

¿El título más vendido de la historia de Anagrama sigue siendo “La conjura de los necios”?
Está empatado con “Seda”, de Alessandro Baricco. De cada uno he vendido casi medio millón de ejemplares.

Los editores todavía puede sobrevivir haciendo de editores, pero los escritores han de buscarse trabajos alternativas.
Que conste que los autores tuvieron décadas gloriosas. Si se escribiera la historia de los adelantos y las ventas del mercado español, se vería que en Anagrama, aunque la leyenda negra que pagábamos poco, la lista de anticipos nunca cubiertos es escalofriante. Suerte de La conjura de los necios y de Patricia Highsmith, que nos ayudaban a compensar la balanza. Cuando un autor se consagraba, tanto si tenía agente como si no, pasaba a cobrar unos anticipos desproporcionados. El Félix de Azúa, Álvaro Pombo, Enrique Vila-Matas: todos. El mercado chupaba hacia arriba. Del 2008 hasta ahora el mercado ha bajado quizás un 40%. Muchos escritores, además de cobrar buenos adelantamientos, vivían de las colaboraciones en prensa y los bolos. Ahora los artículos en prensa se ​​pagan muy poco, si se pagan, y los bolos se han reducido a una centésima parte.

Dices que una editorial es "una máquina sadomasoquista de dar y recibir dolor y placer".
Sí, tiene un punto de sadomaso. Es muy doloroso que un autor se vaya. Cuando eliges publicar un autor, con el primer libro vive una luna de miel. Este enamoramiento se va diluyendo, aparecen voces tentadoras alrededor del autor, hay autores que sucumben a la tentación, y para el editor es una herida. Pero aún es más doloroso cuando tienes que rechazar un autor que ya era de la casa. Le has publicado uno o dos o tres libros, crees que no responde a las expectativas que había generado y lo dejas de publicar para dar entrada a nuevas apuestas. Es muy traumático para el autor, pero también para el editor. Aparte de esto, un editor rechaza cientos o miles de manuscritos al año.

... y algunos de los originales rechazados son de amigos, conocidos o saludados.
Un capítulo francamente incómodo son los amigos personales convencidos de que su vida es apasionante y que escribir es muy fácil. Esto me ha pasado con cierta frecuencia. Normalmente la relación se ha enfriado, porque las heridas narcisistas son muy profundas, y sólo en algunos casos la herida se ha podido suturar.

Se ganan enemigos, pues, haciendo de editor.
Inevitablemente.

A lo largo de 45 años, te habrás visto de todos los colores.
La primera década fue dura, pero superexcitante. Hicimos una galopada por territorios inexplorados. Descubríamos nuevos autores que aquí no se publicaban, luchábamos con la censura (tuvimos nueve o diez secuestros de libros), ya la vez íbamos construyendo un catálogo. Lo respondía al aire del tiempo. La censura y el franquismo eran obstáculos estimulantes.

Debió ser una época esperanzadora: ya se veía la luz al final del túnel franquista.
Veíamos que la dictadura agonizaba, aunque fue una agonía demasiado larga. Desde el punto de vista financiero fue difícil: sufrimos la crisis de nuestra distribuidora, Enlace, y las crisis en América Latina, con países que nos dejaban de pagar de un día para otro. En los años setenta las dictaduras latinoamericanas cortaron de forma drástica la importación de libros de Anagrama, o eliminaron nuestros distribuidores. Yo pasé por Chile el año después de la muerte de Allende y nuestro distribuidor, que era un activista político, había desaparecido. Después vino el efecto desencanto: la gente se cansó de los libros de ensayo político.

¿De repente?
Y tanto, te podría dar la fecha exacta: Suárez gana las elecciones y mucha gente izquierdista, contraria al rey y al orden burgués, partidaria de la ruptura y no de una reforma aguada, o se droga o se va a la India o se dedica a leer literatura. También están los que ingresan en partidos políticos y consideran que su formación lectora ya se ha acabado. El caso es que de golpe hay una serie de libros políticos y de autores que quedan obsoletos.

¿El interés por el ensayo político ya no se ha recuperado?
De vez en cuando interesa algún libro, pero de forma minoritaria.

Esta caída del ensayo político te debía empujar a hacer una apuesta clara por la narrativa...
La hice desde el comienzo, con la serie Informal 1970, aunque al principio nos centramos en el ensayo. En 1977 creamos la colección Contraseñas, que fue el banderín de enganche para muchos jóvenes inquietos, seducidos por la contracultura y hartos de la política: leían Charles Bukowski, Tom Wolfe, Richard Brautigan ... Pero las dos colecciones fundamentales llegaron en los ochenta: Panorama de Narrativas y Narrativas Hispánicas. Comenzó entonces el boom de la buena literatura. A principios de los ochenta hubo una recuperación económica; y en los noventa, una consolidación. Quizás la mejor época de Anagrama fue del 2000 al 2008. Hemos tenido muchos autores que les ha costado triunfar pero que han acabado protagonizando una explosión, triunfando absolutamente. No tengo ninguna varita mágica, también hemos apostado por autores que no han encontrado nunca los lectores que merecían. Pero hay que sí los han encontrado: Tabucchi era un autor de culto hasta Sostiene Pereira, Kapuscinski hasta Ébano, Vila-Matas hasta Bartleby y compañía, y tantos otros.

Esta es la gracia de hacer apuestas por autores: algunas salen bien.
Sí. Y ahora el fenómeno más claro es Chirbes, con libros a contrapelo, que de entrada no parece que vayan a contribuir a la felicidad del lector, pero que resulta que sí hacen felices a los lectores literarios. Es un escritor fuera de todo circuito de amiguismos, que hace libros muy potentes. De repente se le considera el mejor escritor actual.

¿El de Rafael Chirbes ha sido uno de los éxitos más inesperados?
Que llegara a tener tanto éxito no se lo esperaba nadie. Hasta ahora Chirbes había tenido muy buenas críticas y había triunfado en Alemania, gracias en buena parte al gurú de la crítica Marcel Reich-Ranicki. Pero no podía ni soñar que tres novelas suyas estarían en la lista de los críticos literarios de El Mundo de las 25 mejores de los últimos 25 años: En la orilla (la número 1, según los críticos), Crematorio (la número 3) y la larga marcha (la número 8).

¿En qué casos el olfato te decía que un libro funcionaría y ha pasado sin pena ni gloria?
A mí el olfato me dice si un libro es bueno y si encaja en el catálogo de Anagrama. El éxito comercial todavía me proporciona sorpresas, porque depende mucho del boca a boca.

A Anagrama siempre ha dado mucha importancia a la promoción, y ha tratado muy bien los periodistas culturales.
Durante quince o veinte años fui yo mismo el jefe de prensa de Anagrama. La promoción me divierte, me lo paso bien, pero también lo hago por motivos éticos: me parece criminal publicar de cualquier manera el libro de un autor que, con mejor o peor fortuna, ha puesto todas sus vísceras. Nosotros lo que hacemos, como tú sabes muy bien, es tocar el tam tam de la forma más verosímil y creíble posible. No sé cuantos cientos o miles de ruedas de prensa habremos hecho. Por ejemplo, todos los autores del famoso dream team británico han venido aquí entre cinco y diez veces.

También ocurre que los periodistas tenemos debilidad por los editores independientes más que por grandes grupos.
Sufrís, por fortuna, el síndrome de David versus Goliat. Los buenos periodistas aprecian nuestra labor cultural.

Buena parte del mercado de Anagrama es en América Latina...
Sí, desde los años ochenta. Y a partir de 2000 empezamos a publicar simultáneamente en España y en América Latina todos los escritores latinoamericanos, esto es algo diferencial respecto a los grandes grupos que sólo publican los muy consagrados. Anagrama está mejor instalada en librerías de México y de Buenos Aires que en Barcelona o Madrid. Hemos conectado muy bien con los jóvenes lectores de América Latina, donde no llega toda la morralla de best sellers en lengua española que invade las librerías aquí. Allí ya no los envían porque saben que no se venden.

¿Qué parte del volumen total del negocio de Anagrama lo ocupa Latinoamérica?
El 25 o 30%.

Los primeros títulos de Anagrama fueron en catalán, y ahora mantenga la colección Libros Anagrama. ¿Una editorial independiente catalana con el mercado únicamente en catalán lo tiene chungo para sobrevivir?
Sí, pero a la vez tiene menos riesgo, porque las tiradas son más pequeños. Los adelantos en catalán nunca han llegado a ser tan bestias como en español. Sí que ha habido un exceso de premios de los que sólo sirven para desquició el mercado. También es verdad, y esto sonará impopular, que los editores catalanes tienen la ventaja de que las editoriales en lengua española publicamos buenos autores, y pueden ir a remolque nuestro. Por ejemplo, nosotros publicamos a Echenoz desde hace 25 años, porque era una debilidad declarada mía, aunque durante mucho tiempo no tuvo nada de éxito. Sólo empezó a vender algo a partir del premio Goncourt. Finalmente ha llegado la moda Echenoz, y en catalán se ha empezado a publicar hace cuatro días, cuando el editor en lengua española-que soy yo-había pasado veinte años picando piedra.

¿Cómo ves el proceso soberanista?
Mis genes patrióticos son prácticamente cero. No soy catalanista, y menos españolista. Me aburre bastante hablar de este tema, como puedes comprender. Ya lo dije hace dos años en una encuesta de La Vanguardia: aparcando turbulencias emocionales, que no es nada fácil, yo confiaba sin énfasis en una opción federalista de izquierdas, y sigo así.

¿Sigues confiando en el federalismo?
Igual que antes. Sin énfasis.

Algo está pasando en Cataluña.
Están pasando muchas cosas, pero hay que ver si son viables o si están bien orientadas. Hay unos handicaps objetivos muy fuertes, unas ilusiones despertadas en la gente también muy fuertes, una posible frustración aún más fuerte... Pero yo lo entiendo perfectamente. Intento ponerme en la piel de un chico de 18 o 20 años en Cataluña o Madrid y lo más sexi es ser independentista o ser de Podemos. Votar los políticos de toda la vida es un horror, se han ganado el descrédito a pulso.

¿Has mantenido siempre el listón de exigencia, sin dejarte llevar por según qué vientos?
Me he dejado llevar por la calidad. La calidad es difícil de definir científicamente pero es muy fácil de observar si se mira un catálogo. En las listas del año pasado en los suplementos literarios hubo unanimidad a favor de Anagrama. El listón lo hemos mantenido, con más o menos acierto comercial.

¿Puedes confesarnos algún error? ¿Algún libro que deberías haber rechazado?
Hay libros que he publicado con poco entusiasmo, pero no son errores. La política de autor te da muchas alegrías pero también tiene servidumbres: de vez en cuando te toca publicar algún título de un autor que es inferior a sus estándares y que deberías preferido ahorrarte.

¿Te has leído todos los libros de Anagrama?
La inmensa mayoría. Dejé de leer algunos de los ensayos más especializados de la primera década. Y si he publicado 25 títulos de la Highsmith, tal vez hay dos novelas de ella que no he leído. Tampoco tengo una necesidad imperiosa de leerlos absolutamente todos. Las primeras novelas de cada autor que incorporamos al catálogo me las leo siempre.

¿Lees libros de la competencia?
Muy pocos, no me queda tiempo. Soy un editor que se lee sus libros y que en publica muchos, 75 cada año a parte de los de bolsillo. Leo algún Marsé, algún Mendoza ... Pero estoy empalagado, saturado y me da miedo empezar a leer un libro de la competencia...

... y que te guste.
No, no: y que por culpa de ello descuide los manuscritos que tengo pendientes de leer, y que estos manuscritos amotinen en mi contra. Sí que sigo toda la prensa cultural. Y leo mucha no ficción, porque me interesa y me relaja: memorias, dietarios, biografías, política... No te diré que me he leído Plan entero, pero casi.

¿Debemos sufrir por el futuro del papel?
Es muy pronto para jugar a hacer de futurólogos. Hay una crisis económica brutal y global, y existe el cambio de hábitos generado por el mundo digital. No me refiero al libro digital, que en nuestro caso es del 2%, sino a los chicos de 18 o 19 años que antes se iniciaban en la lectura adulta a través de los libros de bolsillo, porque tienen un precio más asequible. En todo el mundo se han desplomado las ventas de las colecciones de bolsillo, para que sus consumidores naturales se pasan horas jugando con cacharritos.

¿La piratería te afecta?
Hay editores más alarmistas que yo en este sentido. Yo creo que nos afecta mucho más el cambio de hábitos. Eso sí: ​​es muy grave que el gobierno español no haya hecho nada para atacar la piratería. En países como Alemania, si te bajas un libro recibe una denuncia en el acto. Hace poco tuvimos una reunión varios editores con Soraya Sáenz de Santamaría. Nos informó que habían aprobado unos artículos del código penal que eliminarían la piratería. En una charla posterior de pie, le dije que hasta que no salga en el periódico que el señor Tal le han puesto una multa de 5.000 euros por bajarse un libro, la gente se pasará el código penal por el forro.

El papel sobrevive contra pronóstico.
Este era un pronóstico inducido por que estaban interesados ​​en la desaparición del papel: los fabricantes de aparatos iban presionando la prensa y cada dos por tres salían artículos sobre el fin del libro de papel. Pero habrá que ver si el sector aguanta la crisis y el cambio de hábitos o si acabarán cerrando todas las librerías.

Hay crisis peores, como la del periodismo.
O la de la música. Pero estamos hablando del sector editorial, no quiero decir que seamos los únicos mártires.

Si volvieras a nacer, ¿volverías a montar Anagrama?
Supongo que sí, pero me sería más difícil. Y te aseguro que no fue nada fácil.

El mundo literario catalán y español se divide en dos tipos de personas: las que querrían ser Jordi Herralde y las que querrían ser editadas por Jordi Herralde.
Me parece que exageras.

Sí, pero no mucho


(Entrevista realizada por Eva Piquer, para CATORZE -NACIÓN DIGITAL)