domingo, 6 de enero de 2013

Escribir una novela (XV): sensaciones y volumen

Bienvenidos, lectores, a la primera entrada de este año 2013. Días de prisas, encuentros familiares y días de hacer balance de lo que ya ha quedado atrás, y de lo que va a llegar en los próximos días, semanas, meses... Soy pesimista en conjunto. No me parece que 2013 mejore nuestro ánimo. Sí creo que 2012 nos ha mostrado lo que cabe esperar en el próximo lustro:

-Incertidumbre.
-La importancia del día a día, de estar abierto a cambios.
-Aprender a vivir con menos.
-Y sobre todo, saber valorar por encima de todos los problemas las cosas importantes y que nos aportan una Ilusión y un deseo de Cambio que nos dé fuerzas: el amor, la pareja, los hijos, la familia, los amigos; tener al menos una afición.

Una de esas cosas, para mí, es la lectura y la escritura.



Seguimos escribiendo nuestra novela. Cuando desarrollamos nuestros personajes, hemos de cuidar los diálogos. Es muy importante evocar en el lector sensaciones, apelar a sus sentidos y ayudar así a dar volumen a los personajes, hacerlos reales. Los diálogos en general permiten:

-Dar datos al lector.
-Mostrar pinceladas de la personalidad de los personajes.
-Manifestar qué piensan los personajes.

Ahora bien, no se trata sólo de dar información, sino de transmitirla evocando el oído, el olfato, el tacto, la vista y el gusto. Sólo así podremos conseguir que el lector se sumerja en la novela. La forma como yo lo hago es intercalar acciones de los personajes mientras hablan, y con esas acciones sensaciones. Hay que conseguir que los diálogos no sean robóticos: yo hablo, tú hablas, yo hablo, tú hablas...; que no sean personajes incorpóreos, sino que tengan volumen y que se hagan humanos.

Os pongo un pequeño texto de ejemplo:

-Ahora contadme qué sucedió -preguntó el canciller.
-El rey rechazo la propuesta. No quiso escucharnos y ordenó a sus caballeros que le siguieran hasta Atienza, donde le esperaba su amante.
-¿Pero está loco, qué le ha sucedido a mi ahijado, qué mal se ha adueñado de su voluntad?
-No sólo eso, canciller. Ha seducido a la hija de otro noble, le ha propuesto matrimonio, y después de comprar la voluntad del obispo, la ha convencido para ser desposada...
-¡Bigamia! -interrumpió el canciller.
-... y celebrando un matrimonio falso, esa noche se ayuntó con ella. Y desfogadas sus ansias, ¡la ha abandonado, para correr de nuevo a brazos de su amante!
-No es posible todo lo que cuentas. ¡Qué infamia! ¡Qué ultraje! Ahijado, bebo por ti -el canciller alzó una copa-.¡Yo te maldigo!

El mismo texto, pero retocado con "detalles":

-Ahora contadme qué sucedió -preguntó el canciller, llevándose las manos a la frente arrugada de preocupación y cerrando los ojos. El emisario tragó saliva antes de hablar o acaso era bilis amarga debida al miedo.
-El rey rechazo la propuesta -el canciller movió una ceja, interrogativamente-. No quiso escucharnos y ordenó a sus caballeros que le siguieran hasta Atienza, donde le esperaba su amante.
-¿Pero está loco, qué le ha sucedido a mi ahijado, qué mal se ha adueñado de su voluntad? -su voz vibraba con ira creciente. Al silencio del emisario bajó las manos, miró al emisario y le hizo un gesto de que continuara. Las piernas del emisario temblaban.
-No sólo eso, canciller. Ha seducido a la hija de otro noble, le ha propuesto matrimonio, y después de comprar la voluntad del obispo, la ha convencido para ser desposada...
-¡Bigamia! -interrumpió el canciller, levantándose con los ojos asombrados de la silla de madera pulida. A grandes pasos recorrió el despacho como un lobo enjaulado, alzando ecos con sus pasos sobre la solería cerámica. Se llevó la mano a la empuñadura de la espada, rozando con sus yemas el tahalí de cuero rugoso y el emisario comenzó a sudar, temiendo por su vida.
-... y celebrando un matrimonio falso, esa noche se ayuntó con ella, desvirgándola -el canciller detuvo sus pasos. Se volvió hacia él-. Y desfogadas sus ansias, ¡la ha abandonado, para correr de nuevo a brazos de su amante!
-No es posible todo lo que cuentas. ¡Qué infamia! ¡Qué ultraje! -las voces atrajeron a los soldados de guardia. El emisario se retiró lentamente hasta que su espada topó con la pared encalada, alejándose del canciller que con la mano temblando cogió la copa llena de vino que tenía sobre la mesa-. Ahijado, bebo por ti -el canciller alzó una copa y la apuró de un trago, bebiendo el vino rubí de fuerte regusto, soltándola bruscamente sobre la mesa encerada.-.¡Yo te maldigo!

Lo ideal sería un texto intermedio entre el primero y el segundo, ¿por qué? Un exceso de detalles puede distraer al lector de lo que se pretende comunicar con el diálogo. Dependerá de la importancia que el diálogo tenga para la trama y su extensión. Si los personajes que intervienen ya se conocen y están definidos previamente, puede que no sea necesario dar detalles extras, eso aumentará la agilidad del diálogo y de la lectura. Por el contrario, si el diálogo es largo, es necesario dar algunos detalles sensoriales para que el lector no se aburra.

Una regla que puede usarse es tener en cuenta las "paradas respiratorias". En texto diálogos son continuos. En la vida real, eso no es así; hacemos paradas para respirar y para pensar. Se puede emplear ese momento de "parada" para introducir en el texto el "detalle sensorial", y así no interrumpir la atención del lector.