domingo, 4 de diciembre de 2011

Estar sin blanca

Al mismo tiempo que termino las correcciones finales de mi segunda novela, estoy documentándome para la próxima y al hilo de los vaivenes que sufre la Bolsa desde hace ya meses, voy a dedicar esta entrada a las antiguas monedas de nuestro país. Nosotros compramos en dólares, vendemos en euros, intercambiamos yenes con dinares como si tal cosa... a los comunes de los normales nos cuesta entender los operaciones de ingeniería contable y financiera que realizan inversores y corredores de bolsa, y nos maravillamos de la jerga bancaria, que si apalancamiento, que si warrants, y otras palabrejas.

Todo eso ya sucedía en España hace siglos. No estamos tan civilizados como creemos.

Saltando por encima de las monedas romanas (unificadas en todo el Imperio) y las visigodas, podemos decir que durante el medievo bajo, o sea durante el Califato de Córdoba, las pocas monedas que se usaban en los territorios cristianos hispanos fueron las hispanoárabes: el dinar (oro) y el dirhem (plata). Fue Alfonso VI, rey de Castilla y León, quien acuñó la primera moneda "española"; el denario regis. Este era una moneda de vellón o sea de metal vil (una aleación de plata y cobre) de baja denominación. La primera moneda de oro autóctona castellana fue el maravedí de oro acuñado por Alfonso VIII, en 1172, en clara imitación del dinar almorávide. En tiempos de Fernando III el maravedí dejo de acuñarse y se acuñó la dobla de oro basada en el dinar almohade. Por mucho que el maravedí dejó de tener presencia física, no desapareció, sino que se convirtió en moneda de cuenta (contable)- y de cuento- una moneda imaginaria, y auténticamente virtual, con una larga vida por delante. La dobla era una moneda de alto valor que a finales del siglo XV llegó a equivaler a 480 marevedís.



Paralelamente se había adoptado en Navarra, Aragón y Cataluña el sistema carolingio basado en la plata. También aquí hubo durante varios siglos una unidad de cuenta, el sueldo (sic) y una moneda efectiva, el dinero (denario).

En época de Pedro I de Castilla se implanta un sistema monetario con nuevas monedas como de uso cotidiano, como el real (3 maravedís), la blanca (4 maravedís), los cornados (0.50 maravedí), los dineros prietos (10 maravedís) y la dobla real de oro (inicialmente 35 maravedís), es en esta época cuando surge la expresión como "estar sin blanca" y la palabra "prieto" en su sentido de mísero y poca cosa.

Con cada rey variaban la relación de cambio entre cada moneda con la introducción de nuevas paridades, y a cuyos cambios tuvieron que acostumbrarse los españoles de a pie, casi todos analfabetos. ¡Para volverse loco! El cambio de excelente a ducado fue simplemente de nombre; el cambio a escudos, una moneda de menos peso y ley que el ducado, tenía como fin igualar la moneda de oro castellana con la de otros países. Lo más surrealista de todo fue el mantenimiento del maravedí - desde la mitad del siglo XIII - como unidad de cuenta. Esta establecía la relación entre los diferentes tipos de moneda, más bien de forma indirecta ya que el ducado valía 375 (más tarde el escudo 350) maravedíes, el real 34 y la blanca 2,5. A partir de tales equivalencias, se acuñaron monedas diversas: de dos, cuatro o más ducados (escudos); las fracciones y múltiplos del real (medios reales, reales de a dos, a cuatro y a ocho) y otra serie de monedas de vellón. Como se puede observar no había ninguna relación directa entre ducado y real; un ducado valía 10 reales y 14 blancas ( a partir de 1535, el escudo: 10 reales y 4 blancas). Pero hubo más, también el ducado, una vez sustituido por el escudo, se convertía en moneda de "cuenta".

Increible la capacidad de aritmética mental de la gente de entonces, a pesar de que para la inmensa mayoría de la gente la economía estaba limitada a nivel de reales, hay que tener en cuenta que también había múltiples tipos de moneda vellón aparte de la blanca y hay que llegar a la conclusión de que el sistema era altamente complicado.



Si esto era extraordinario, más aún era la "capacidad" del Consejo de Hacienda de la Monarquía de crear y mantener una contabilidad expresada en maravedíes, una moneda virtual, después hacer un resumen de las cuentas del estado para el rey, en ducados (otra moneda virtual), el cual -especialmente a partir de Felipe II, que nunca había "vivido" esta moneda - tenía que hacer el esfuerzo mental para traducirlo a escudos, añadiendo un 7,14% (con redondeo). ¡Sorprendente!

Y nos asombramos con las triquiñuelas contables de hoy. Ya existían antes (y algunos se aprovecharían de ellas)

(Os dejo el enlace de donde he sacado esta información, PINCHA AQUÍ )

(Para interesados en las curiosidades numismáticas: Blog Numismático)