lunes, 30 de mayo de 2011

El boom inmobiliario y el boom editorial

Como trabajo en el sector de la construcción estoy viviendo de forma bastante directa la crisis actual, donde parecía que sobre el mundo del ladrillo nunca se pondría el sol. Se ha abusado de la época de bonanza sin ninguna planificación, sin ningún control, y como una plaga ahora abundan los edificios con sólo el esqueleto de la estructura y sin terminar, con matojos inquietantes en aceras nunca acabadas, tramos de autovía que no llevan a ninguna parte, obras civiles eternizadas y sin presupuesto convertidas en la denuncia silenciosa de una era de excesos donde al final parece que nadie tiene culpa de nada.

A modo de anécdota, recuerdo hace cinco años cuando un amigo dedicado a construir residenciales me decía que se iba a una obra a construir mil adosados de lujo en la costa de Málaga. Yo me asombraba.
-¿Pero queda sitio en la costa para construir más?
-¿Sitio?¡Claro!¡Hacia en interior, a 8 km de la costa! Les construimos a los extranjeros su golf y sus piscinas y tan contentos todo el mundo. Y a hacer negocio, que es lo que importa.



No importaba si no había agua para el golf, no importaba si no había servicios básicos (hospitales, policía, mercados, carreteras, depuradoras), lo importante era construir casas como setas, una detrás de otra, aprovechar el momento... hipotecar (literalmente) el futuro.

Algo parecido, pensaba yo ayer, le está pasando al sector editorial.

Hace no más de cinco años, parecía increíble que cada año aumentara más y más el volumen de novedades. Los nuevos libros iban y venían a la velocidad de la pólvora, entraban y salían de los estantes, ¿pero se vendían? Nadie se paró a analizar cómo evolucionaba el mercado. La respuesta editorial fue: si el mercado se reduce, entonces tengo que saturar el mercado con mi material, sólo así puedo retener mi cuota de lectores y de mercado.

Lamentablemente a los libros les pasa los mismo que a los ladrillos: no se comen, y cuando la urgencia de las familias se centra en comer, todo lo demás que sea accesorio es eliminado.

Con los almacenes a rebosar de libros recién impresos y cajones completos de libros devueltos, la crisis ha llegado al mundo del libro. No es un problema de talento sino que el mercado ha estallado. Antes, en Navidad, había gente que regalaba 3-4 libros, este último año sólo han comprado uno, si acaso. El número de asistentes a las presentaciones de autores reconocidos ha descendido significativamente, y las posibilidades de los noveles se han reducido mucho.

La burbuja editorial ha estallado.

Al igual que con el ladrillo, no hay recetas fáciles pero algunas pautas son:
-Acabar con el stock existente de los almacenes. ¿Cómo? Vendiendo casi al precio de coste, o destruyendo el género (como si fueran pepinos; un sacrilegio).
-Apostar por aquello que funciona: los autores reconocidos. Olvidarse de experimentos (los noveles).
-Y si no se recuperan costes ni se obtienen beneficios, enfrentarse a la realidad: a lo mejor hay demasiadas editoriales. Algunas, cerrarán.



El sector tiene que adaptarse a nuevos tiempos, y quizás, esa adaptación suponga centrarse de verdad en el ebook, un terreno casi vírgen En tiempos de desesperación, a veces la suerte sonríe a los intrépidos (y otras, a los pioneros se los comen los indios)

Os dejo también el enlace a la última entrada del Blog "El Alma Impresa", de Sergio G. Ros, titulado "Hecatombe editorial".