domingo, 20 de febrero de 2011

El ritmo

Desde que se tiene la idea, el germen de una historia, hasta que esa historia queda plasmada físicamente sobre el papel impreso de un libro, puede suceder de todo. Desde la aparición de personajes inesperados, sucesos no previstos, nuevos datos desconocidos, hasta la suprsesión de capítulos enteros, incluso la transformación del final en otro diferente. Con cada corrección el autor va dejando un rastro de escenas cercenadas, de mutilaciones, de injertos y de remiendos, que conformarán la versión final.

Las correcciones sucesivas de un texto ayudan a convertir muchas piezas en un todo coherente, en un conjunto global, de forma que no se noten las suturas de cada parte. No se trata sólo de tener cuidado en que, si por ejemplo, se ha decidido en una de las revisiones eliminar a un personaje, verificar que se elimina completamente de la novela, o de verificar que todos los datos históricos estén contrastados. Tan importante o más que no haya incoherencias es que la novela tenga ritmo.



El ritmo hace milagros. ¿Qué es el ritmo? Es la ordenación de las palabras y de las pausas de forma tal que se acomoden al sentimiento que se quiere trasmitir al lector con esas palabras, y hagan que el lector no dude; que se crea la historia a la primera.

Un ejemplo:

1.-)ANTES: Revisión 1

El jinete refrenó al caballo, detenido por un muro de lanzas. Pedía a voces hablar con uno de los emires. Tenía sucia la aljuba, y su rostro reflejaba miedo. Nervioso, el jinete buscaba una manera de convencer a aquellos hombres adustos que le impedían el avance. El emir salió a su encuentro, avisado por un nazir de tez picada y nariz torcida, y abriéndose paso entre las lanzas llegó hasta el jinete, que descabalgó y se arrodilló ante él. El sol estaba en lo más alto. El mensaje era claro: el ejército cristiano habia conseguido pasar el desfiladero y se acercaba por el oeste a marchas forzadas. Los soldados que les rodearon gritaron el nombre de Alá. El emir se apresuró a informar al señor de los creyentes, sabiendo que ese día de verano se decidiría el futuro de Al-Andalus.


2.-)DESPUÉS: Revisión 2

El jinete llegó a la carrera hasta la entrada del campamento musulmán al pie del paso montañoso, donde la guardia le detuvo amenazándole con un muro de lanzas. Había galopado desde el alba, y su aljuba estaba salpicada de sangre. Su temor y su nerviosismo se trasmitía a su montura, que relinchaba inquieta frente a las puntas mortales de las lanzas almohades.
-¡Quieto! ¡Descabalga! -le exigió el nazir al mando de aquellos hombres. El nazir desenvainó su espada-. ¡Descabalga, o no pasarás!
-¡Abrid paso!¡Abrid paso, os digo! ¡Traigo un mensaje para el emir Al-Battal! -y tiró de las riendas, buscando un paso para su caballo, pero aquellos hombres adustos se lo impidieron. El nazir, de tez picada y nariz torcida, escupió al suelo-. ¡No entendéis nada!¡Ya vienen!
-¿Quienes?
-¡Los cristianos!
Sorprendidos, los soldados miraron a su superior. El nazir volvió a escupir, pero envió a uno de sus hombres a buscar al emir. De boca en boca, la noticia fue propagándose por entre los soldados más próximos, y a la llegada de Al-Battal el jinete descabalgó y se postró ante él. El sol seguía subiendo en el cielo azul, y con él el calor del verano. La sombra del emir cubrió la del emisario arrodillado.
-¡Habla!
-¡El ejército cristiano ha sorteado el desfiladero más al norte y se dirige hacia aquí a marchas forzadas, sidi!
-¡Imposible!
-¡Lo han hecho, sidi! ¡He visto las enseñas cristianas!
El emir miró al cielo azul. Habían burlado el bloqueo. Un ave solitaria cruzó el sol, y a ella siguió otra más. Buitres. Era un presagio de muerte.
-¡Álzate, emisario!¡Dadle pan y agua!¡Oídme, soldados!¿Veis al cielo? ¡Es un presagio de nuestra victoria, y de la muerte de los cristianos!¡Será un gran día!¡Alá es grande!
-¡Alá!¡Alá! -gritaron los hombres, y el campamento hirvió de actividad. El emir pidió su caballo y se apresuró a comunicárselo en persona al señor de los creyentes. Sonrió, con los ojos brillantes y llenos de furia, convencido de que ese día de verano se decidiría el futuro de Al-Andalus.


En este pequeño texto el ritmo se consigue sobre todo con el empleo de la palabra hablada, que sirve para describir lo que sienten los personajes reales y los aproxima al lector. Hablan al lector, de forma directa, el lector se siente allí como un soldado más, en vez de sentirse un ser omniscente que lo viera todo a vuelo de pájaro. Da proximidad a la historia. Las frases compuestas aportan más información, de forma ordenada, y sin ser excesivamente largas.

Los dos textos tienen ritmo, sí, pero diferentes. El primer texto yo lo emplearía como párrafo introductorio a una escena más importante; sería un nexo a lo que quiero contar, no lo que quiero contar en sí. El segundo texto desarrolla un escena a partir de la versión inicial; doy importancia al fragmento como una escena en sí, por ejemplo, para seguir desarrollando a un personaje (el emir Al-Battal). Es decir, que el ritmo depende de qué queremos contar al lector, qué queremos hacerle entender como primario o secundario.

Por mi parte, prosigo con la revisión de mi segunda novela, centrado ahora en el ritmo. El ritmo en una novela es tan importante, que si lo tiene puede contar cualquier cosa (incluso si los datos que emplea son erróneos), y el lector no dejará de leerla. Ritmo y coherencia, eso es lo que tiene una buena lectura para mí.

Entre tanto tengo, otro proyecto entre manos. Pistas: aljuba, zarigüelles, turbante, 1212...