domingo, 8 de marzo de 2009

La mala vida (IV)



El invierno da sus últimos coletazos y pronto comenzará la primavera, lo cual me llena de optimismo. En marzo se cumplen los plazos que me dieron varias agencias y editoriales. San Teucrito, San Teucrito, que cojan mi Manuscrito...

Por otra parte ya he comenzado la tercera novela, como continuación de mi segunda, "Bizancio". E incluso ya tiene título, y es... (atención redoble de tambores) "Bizancio2". Sí, todo un alarde de creatividad, ya lo sé, pero eran las dos la mañana cuando terminé las primeras hojas del primer capítulo.

El "impulso Fabra" que comenté en la anterior entrada me ha dado un estímulo impresionante. He duplicado mi producción diaria literaria: en vez de "una" ahora escribo "dos" páginas al día. Ya sé que no suena muy impresionante. Pero haced el siguiente número: 365 días al año x2 páginas/día = 730 págs/año, /260pág = ¡casi tres novelas al año!

¿Podré hacerlo? Os lo contaré dentro de 358 días.

Por ahora, disfrutad de otro fragmento de Jimmy Garrigan y su desventurada existencia
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-¿Me llamaba, jefe?
-Cierra la puerta, Garrigan.
Martes y trece nunca había sido un buen día para una bronca, y menos sin venir a cuento. Se abrió la gabardina mientras el jefe de policía, Calvin Reutford, hinchaba los dos carrillos cada vez, con los ojos coléricos y la cara cada vez más roja. Era impresionante la capacidad de gesticulación del ser humano, observó para sí Garrigan. El jefe tenía poderosas cuerdas vocales y una muela de plata. Sí, además se había hecho un puente en el segundo molar.
Dio otra fuerte palmada en la mesa. El retrato de su mujer y sus dos hijos primero pareció desafiar la gravedad, pero luego decidió que era horrible vivir con un tipo así, y se suicidó.
-¡¡Pero estás escuchando lo que te estoy diciendo!! -El portarretratos se estampó en el suelo- ¡Asuntos Internos está tras de ti!¡El asunto de Fillerone va a salpicar demasiadas camisas blancas!¡Y tú te quedas ahí, tan tranquilo, mirando las musarañas!
-No, jefe, le miro a usted. Y le he oído perfectamente. ¿No le han dicho nunca que tiene voz de tenor?
El jefe Reutford le miró de hito en hito, cerró la boca, respiró profundamente y se sentó. El detective se molestó en recoger la foto caída. A lo mejor la bronca sí tenía sus motivos después de todo.
-Estás a un paso de que te quiten la placa y del servicio. Garrigan, maldita sea, me vas a llenar de mierda la comisaria.
El detective dejó la placa y la pistola sobre la mesa.
-¿Eso qué significa? -preguntó Reutford.
-O bien le parezco culpable, o bien inocente. Yo sé bien lo que soy. ¿Y usted qué opina?
-Joder. Guárdatelas y saca tu culo de aquí.