viernes, 3 de octubre de 2008

RELATO: Una mala vida (I)


El programa de radio "La Rosa de los Vientos" (Onda Cero) ha incorporado este año la sección de MICRORRELATOS 2008. En cada programa se leerá en las ondas el relato de uno de los oyentes, en la voz del presentador radiofónico Paco de León. El genero puede ser ficción, ciencia ficción, historia y fantasía, con una extensión de entre una cara y cara y media (para que leído dure 3-4 minutos).

Podéis enviar vuestros relatos al correo rosa.vientos@ondacero.es indicando que es para MICRORRELATOS 2008. No olvidéis incluir título del relato, nombre y ciudad.

Yo ya he enviado un relato, espero enviarles más porque me sirve para airear la mente y cambiar de registro. Me ha pasado a la Novela Negra. Os dejo con "Una mala vida". Que aproveche.

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("Una mala vida", primera parte)

Cuando el Chicago Tribune anunció en titulares que Dick Caraplomo Perry había escapado antes de comparecer ante el tribunal, los gritos de la indignada ciudadanía obligó al gobernador a exigir al departamento de policía una respuesta contundente. Alguien estaba metido en el asunto hasta las cejas. Un hombre así no debe estar libre, dijo el comisario Edwood, y si el sistema ha fallado tu deber es remover cielo y mierda hasta dar con él. Así se encontró Jimmy Garrigan, agente desencantado, amante del bistec y enemigo del agua sin aliño, de noche frente al barman del Little Soho. El barman le miraba con su sonrisa de veinticuatro quilates mientras secaba vaso tras vaso de los parroquianos, tan silenciosos como el billar manchado y ese cuco de pared que nunca acertaba las horas.
—Échale fuego a estos témpanos solitarios y vuelve a mirar esta foto. Sé que lo has visto. O eso, o que no lo recuerdas —y sacó de su billetera descosida veinte dólares que dejó sobre la barra.
El barman escanció por cuarta vez el whisky de doce años sobre el hielo a medio consumir sin dejar de sonreír. Garrigan puso dos billetes más.
—Ahora recuerdo, un hombre entró ayer buscando a Paolo Fillerone. Paolo nunca falta a su partida de billar. En cuanto le vio, el desconocido cogió un bate y le abrió la cabeza a uno de los hombres que intentó detenerle. Dijeron cosas muy feas. Que le mataría. Lo habitual.
—¿Y era él?¿Seguro?
—Seguro. ¿Cómo olvidarlo? Su rostro parecía un puzzle. En su barrio la viruela debe ser de plomo —le sirvió unos cacahuetes salados que el agente no rechazó.
—¿Dónde puedo encontrar a Paolo?
El barman se encogió de hombros.
—Pero si ya lo sabes. ¿Por qué me pones en un compromiso? Los italianos tienen una extensa familia.

Sí, Garrigan lo sabía. Paolo Fillerone, el cerebro que había planeado el atraco del Bank of America seis meses antes, había buscado cobijo como un polluelo asustado bajo las alas de los Pioretti. Salió a la calle. La bruma nocturna otoñal cubría las calles silenciosas. Buscó una cabina y telefoneó a un número. Una voz somnolienta preguntó quién era.
—Soy Garrigan, Mike.
—¡Por tus muertos, Jimmy!¿No sabes que son las cuatro de la mañana?
—Cierra la boca. Tú sabes cómo están las aguas en casa de los Pioretti. Busco a un hombre. ¿Dónde está Fillerone?
—¡Vete al infierno!¿No has leído las noticias?¡Caraplomo está suelto!¡No quiero ser una raya más en su lista!
—¡Escúchame! O me dices dónde está o te aseguro que Carlo Pioretti se enterará de cómo resolví el caso Bowkosky. ¿Te gustan los apartamentos a dos metros bajo tierra?
—¡No, no! Espera. Maldita sea, Jimmy, búscale en el Cook County Hospital. Está en el depósito. Yo no te he dicho nada.
—Un lugar excelente. Gracias, Mike.


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